Sucedió prácticamente todo lo que pronosticamos de la cumbre histórica entre el zar geoenergético global Vlady Putin y el mandarín chino Xi Jinping en Shangai (http://www.jornada.unam.mx/2014/05/ 14/opinion/024o1pol).
Dos cosas fundamentales no fueron reveladas: 1) el precio convenido del gas entre China y Rusia, y 2) el destino de la anunciada venta de sofisticadas armas militares rusas.
Para certificar la cada vez más profunda cooperación entre Rusia y China, ambos vetaron una resolución de Francia para hacer intervenir en Siria al muy asimétrico y selectivo Tribunal Penal Internacional.
Pareciera que Vlady Putin, el nuevo Bismark del siglo XXI, ha dejado by the time being a cargo de Alemania la intermediación para resolver el delicado contencioso de Ucrania.
Una frase puntillosa del presidente ruso, quien regresó inmediatamente de su triunfal visita a Shanghai para inaugurar un foro económico internacional en su ciudad natal de San Petersburgo: “Estados Unidos impone sanciones a Rusia para obtener ventajas comerciales en la Unión Europea (UE)” (http://en.ria.ru/world/20140523/19007 8539/US-Imposes-Sanctions-Against-Russia-to-Gain-Business-Advantage.html).
Se quedó corto Vlady Putin cuando el fin de Estados Unidos es obligar a la UE a incorporarse a su irredentista proyecto mercantilista global de la Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés), a riesgo de que la UE sea colocada en serios apuros con la espada de Damocles del Al Qaeda norafricano/medioriental, como insinuó en su conferencia el general Martin Dempsey, jefe de las fuerzas armadas conjuntas de Estados Unidos (http://www.jornada.unam.mx/2014/05/ 18/opinion/012o1pol).
The Economist (24/5/14), que expresa con The Financial Times (ambos del Grupo Pearson) los intereses de Black Rock –superlativo banco de inversiones del mundo, http://www.jornada.unam.mx/2013/12/ 11/opinion/026o1pol–, expone que el acuerdo entre Rusia y China “no debe causar pánico (¡supersic!) en Occidente”, ya que ambas superpotencias todavía exhiben “diferencias fundamentales por superar”, y juzga que tanto en el trato gasero “como en cualquier rubro de la relación, China tendrá la mano alta (sic)”.
A su juicio, China cuenta con la ventaja de tener más abasto gasero de Australia y Asia Central, “mientras el poder global (¡supersic!) de China crece, Rusia se encuentra en declive (¡supersic!), corroída por la corrupción y su incapacidad de diversificar su economía lejos de los recursos naturales”.
Viene su frase más rescatable: “Aunque Rusia y China están unidos (¡supersic!) contra Estados Unidos, también necesitan a Washington para su mercado y como influencia estabilizadora (¡supersic!)”.
The Economist es experta en amarrar navajas y en su asiduidad en humillar propagandísticamente a Rusia –ya no se diga el príncipe Carlos, quien en forma poco monárquica comparó esquizofrénicamente al presidente Putin con Hitler–, a quien insta a inclinarse ante el poder global de China.
Abulta los conflictos añejos del siglo pasado, como “la lucha por la influencia en Asia central, una amplia frontera común como constante fuente de desconfianza” cuando “varias de las armas nucleares tácticas (sic) de Rusia están dirigidas a China”. Pronostica que en el largo plazo “Rusia y China es muy probable que no puedan concretar la formación de una firme alianza”.
The Economist soslaya el poderío militar ruso –que coloca mañosamente en otro artículo: “la modernización militar de Rusia”–, con el que deberá contar China si no desea ser aplastada sin misericordia por Estados Unidos.
Más allá del inicio gradual de la desdolarización del intercambio comercial entre Pekín y Moscú –cuando el analista Max Keiser desde Nueva York anota que “estamos viendo una transición del petrodólar al petrorrublo” http://actualidad.rt.com/economia/view/ 128847-keiser-petroleo-rusia-dolar-rublo)–, llama poderosamente la atención que en todos los acuerdos publicitados (http://rt.com/business/160520-key-russia-china-deals/) haya sido omitido el acuerdo militar que quizá haya sido realizado en secreto.
Lo interesante es que inmediatamente después de la visita de Putin a Shanghai, los ejércitos de Rusia y China hayan realizado ejercicios militares conjuntos.
En contrapunto al sesgado The Economist, nada menos que Anatole Kaletsky, connotado analista británico de corte conservador, entró en pánico: “China y Rusia son complementarias y eso es temible (sic)” http://blogs.reuters.com/anatole-kaletsky/2014/05/22/china-russia-is-a-match-made-in-heaven-and-thats-scary/).
Juzga que “ahora Estados Unidos y Europa le han otorgado a Putin ganancias inesperadas en economía y en geopolítica (¡supersic!): el prospecto de una asociación entre Rusia y China para equilibrar a la OTAN y a las alianzas de Estados Unidos en Asia”. ¡Uf!
Anatole Kaletsky fustiga correctamente la “ineptitud diplomática occidental” a grado tal que Washington “emitió órdenes de arresto a figuras militares chinas el mismo día que Putin llegó a Shanghai”.
Kaletsky no oculta “la fortaleza de Rusia en su avanzada (sic) tecnología miltar, aeronáutica y software, y su debilidad en producción masiva de bienes de consumo y hardware electrónico. China tiene las fortalezas y debilidades inversas”. ¡Notable complementariedad!
Aduce que quizá el viaje de Putin a Shanghai “podría aún marcar el inicio de un realineamiento estratégico entre las superpotencias nucleares comparable a las placas tectónicas de la visita que hizo Nixon a China en 1972”. ¡Ni más ni menos que la tesis de Bajo la Lupa!
La interpretación de la prensa china fue muy favorable a la figura de “hombre macho” de Putin.
Durante la Conferencia sobre la Interacción y la Construcción de Medidas de Confianza en Asia (CICA, por sus siglas en inglés) en Shanghai, Xi Jinping sentenció que “se necesita innovar nuestra cooperación en la seguridad estableciendo una nueva arquitectura de cooperación regional”, lo cual debe contar con la participación de Rusia e Irán (¡supersic!) (http://actualidad.rt.com/actualidad/view/ 128891-china-alianza-seguridad-rusia-iran-pesadilla-eeuu).
Si el acercamiento de Rusia y China significa el máximo error geoestratégico de Estados Unidos (http://www.jornada.unam.mx/2014/05/ 11/opinion/014o1pol), el eje Rusia/China/Irán asentaría el orden multipolar en el núcleo euroasiático.
Al día siguiente de la visita de Putin, Rusia anunció que está a punto de firmar un acuerdo con Irán para la construcción de ocho (¡supersic!) nuevos reactores nucleares (http://en.ria.ru/russia/20140522/19004 7095/Russia-May-Sign-Agreement-to-Build-8-Reactors-in-Iran.html).
A escala regional, el jaque a Ucrania es irreversible y Rusia alcanzaría sus objetivos jugando por el momento la “carta alemana”.
A nivel del tablero de ajedrez mundial, el jaque a Estados Unidos fue develado públicamente durante la visita de dos días a Shanghai del zar geoenergético global Vlady Putin al mandarín chino Xi Jinping.
El 20 y 21 de mayo el mundo trasladó su centro de gravedad a Eurasia, que empezó a girar en Georgia en 2008, se acentuó en el mundo post Crimea y hoy se consolida en Shanghai con la tripolaridad geoestratégica de Rusia, China y Estados Unidos.
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