Según el muy sesgado Bloomberg, “la deuda por shale casi se ha duplicado en los pasados cuatro años, mientras los ingresos han sido solamente de 5.6 por ciento”.
Resulta que los “ingresos se han expandido un minúsculo 5.6 por ciento, peligrosamente superados por la deuda”, que ha alcanzado hasta 163 mil 600 millones de dólares al primer trimestre por 61 (¡supersic!) empresas de exploración y producción, como Forest Oil Corp, Goodrich Petroleum Corp y Quicksilver Resources Inc. que han acumulado intereses por gastos hasta más de 20 por ciento (¡supersic!).
La “moraleja” de Bloomberg es que la “industria shale está madura para una gran sacudida (¡supersic!)”, por lo que las pretendidas “inversiones masivas en las terminales de gas natural licuado (LNG, por sus siglas en inglés) se encuentran fuera de lugar”.
Que conste que la sede de Bloomberg en Nueva York es adonde se fue a humillar el director entreguista de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), el fanático neoliberal Enrique Ochoa Reza, para suplicar la bursatilización de los hidrocarburos de México en beneficio de las trasnacionales anglosajonas mediante el truco contable del booking.
Nick Cunningham comenta que “la industria shale de Estados Unidos puede ser mucho menos saludable (sic) de lo que mucha gente piensa” (http://oilprice.com/Energy/Energy-General/Is-The-Shale-Industry-About-To-Experience-A-Shakeout.html). Sin duda: ¡es insalubre higiénica y financieramente!
Mientras muchas empresas del shale se alínean para presentar su quiebra, “las empresas que invierten dinero construyendo terminales de exportación de LNG, que cuestan miles de millones de dólares, pueden empezar a verse como un poco infladas (sic)”.
Las consecuencias del estallido de la burbuja del shale (http://www.jornada.unam.mx/2014/05/ 28/opinion/018o1pol) reverberarán al sector eléctrico, lo cual alentará la inversión en energía renovable –que no opera de la noche a la mañana–, cuando el carbón y la energía nuclear “son poco competitivas en el siglo XXI de Estados Unidos”.
Se desploma el espejismo neoliberal de Estados Unidos como “la nueva Arabia Saudita del siglo XXI” –que vendieron descabelladamente aquí los entreguistas IMCO, ITAM y Rozental y Asociados– y se esfuma la alucinación de la “independencia energética” de Washington, que engaña a sus aliados de Europa y Asia con su falsificada abundancia exportadora.
Nick Cunningham sentencia que la “revolución shale ha sido el opio (¡supersic!) para muchos de los problemas de energía de Estados Unidos durante varios años”, pero tal adicción “puede empezar a cambiar cuando la industria empiece a tambalearse”.
El portal Testosterone Pit (http://www.testosteronepit.com/home/ 2014/5/29/why-the-promise-of-american-lng-exports-is-gassy-hype.html) juzga que “la promesa de las exportaciones de LNG por Estados Unidos son una exageración burbujeante” cuando el “auge del fracking ha causado terremotos, no solamente en Oklahoma, sino también en las mentes (¡súpersic!) de los especuladores, los artistas (¡súpersic!) ampulosos y los traficantes de dinero de Wall Street, subsidiados por el tsunami del financiamiento sin interés en el subterráneo, mientras el precio de gas natural permaneció tercamente por debajo del costo de su producción”.
El elusivo precio del LNG depende además de las contingencias meteorológicas de los próximos verano e invierno, que han puesto al desnudo toda la burbuja del fracking.
Las megapetroleras anglosajonas –ExxonMobil, Shell y BP–, ya no se diga la francesa Total, apuestan a los hidrocarburos de Rusia, pese a las hilarantes sanciones de Obama (http://oilprice.com/Energy/Energy-General/Exxon-BP-Defy-White-House-Extend-Partnership-with-Russia.html).
Llama la atención el silencio ensordecedor de los multimedia anglosajones sobre el estallido de la burbuja del fracking, que reduce sustancialmente laas miríficas reservas de Estados Unidos tan publicitadas.
Un grupo del MIT (Massachusetts Institute of Technology) que realizó un análisis de los datos de la producción de las principales regiones shale de Estados Unidos reveló que su producción “declinaba dramáticamente hasta 60 por ciento en los primeros 12 meses de la extracción”, dejando 20 por ciento asequible después de 20 años, y un magro 10 por ciento después de siete años adicionales, como expone el académico estadunidense-alemán F.W. Engdhal, quien se mofa de que “las empresas de energía shale gastaron más de lo que ganaron, creando una burbuja de bonos de deuda chatarra con el fin de que el esquema Ponzi (nota: de alta especulación) siguiera su juego”.
Engdhal considera que “tal burbuja estallará al segundo mismo de que la Reserva Federal insinúe que las tasas de interés serán incrementadas” (http://journal-neo.org/2014/05/12/washington-s-shale-boom-going-bust/). Ante la evidencia, no faltan badulaques como el gerente de Conoco/Philips, Ryan Lance, quien usando una barata analogía del beisbol exultó que la revolución del shale gas en Estados Unidos apenas “se encuentra en el primer inning de un juego de nueve entradas”.
Hasta Daniel Yergin, laureado anteriormente por sus investigaciones en petróleo, ahora como empresario asociado a la consultora IHS sucumbe a la adicción del opio desinformativo del fracking y llega a soñar que el inminente auge exportador de Estados Unidos disminuirá los precios del barril de petróleo mediante la exportación de medio millón de barriles al día a Europa para competir con Rusia y África Occidental ( v. gr. Nigeria y el Golfo de Guinea).
Engdhal comenta que el “presente auge (¡supersic!) del shale en Estados Unidos es sostenido por los esteroides (sic)”, es decir, por la laxa política crediticia de la Reserva Federal, lo que no obsta para que una empresa gasera estadunidense, como Rice Energy, haya obtenido una evaluación degradante por las de por sí mendaces calificadoras, muy por debajo del grado de inversión.
De las 97 empresas de producción y exploración de energía cotizadas por la calificadora estadunidense Standard and Poor’s (S&P), 75 (¡supersic!) se encuentran en estado “chatarra” o debajo del grado de inversión, por lo que la cacofónica “revolución shale es nada menos que un esquema Ponzi disfrazado de revolución energética”.
Está bien que Obama anhele rescatar a la Unión Europea (UE) de las supuestas garras de la exportación del oso ruso, pero ¿de dónde sacará Estados Unidos el LNG prometido con el fin de que la alicaída UE firme el polémico acuerdo comercial trasatlántico de inversiones (TTIP, por sus siglas en inglés) del que, sin permiso ciudadano, forma parte el “México neoliberal itamita”?
¿Sacan cuentas alegres en Wall Street de la próxima explotación sin miramientos del shale gas/petróleo del marchito noreste mexicano, pese a todos sus cataclismos ambientales?
Estados Unidos engaña con la burbuja del shale gas cuando su verdadera “exportación” yace en el “tesoro” de las pletóricas reservas de hidrocarburos en el Golfo de México que regaló insensatamente la “reforma energética Peña/Videgaray/Aspe” del “México neoliberal itamita”.
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