Stuart Hameroff, el anestesiólogo de Tucson (Arizona) al que tanto nos hemos referido en los posts anteriores, ha creado, como hemos dicho, un nuevo campo de estudio al que llama “Science of Consciousness”. Es una denominación utilizada por él y otros científicos y filósofos, entre ellos David Chalmers (1966 - ). Este relativamente joven y notable filósofo australiano que estudia la mente humana, es decir, que se dedica a la filosofía de la mente, considera que no conocemos hoy lo que es la consciencia y que necesitaremos tres o cuatro avances fundamentales (como, qué es la vida, qué es el universo, cuáles son las leyes físicas que de verdad rigen nuestro mundo, etc…) antes de que podamos conocerlo. Pero dicho eso, este autor se muestra bastante partidario de las hipótesis de la “Consciencia Cuántica” tal como las formulan Penrose y Hameroff. Dice, en concreto, que puesto que el fenómeno de la consciencia es muy extraño y complicado no sería difícil que las explicaciones de física cuántica, que también son extrañas y complejas, fueran válidas para abordarlo.
Todos los que militan en este grupo dan por descontado que la consciencia existe como una entidad separada del cerebro y, como hemos explicado ya, y a ello hace referencia el vídeo presentado en la entrada anterior de este blog, se produce, en el caso del hombre, en el interior de los microtúbulos de las neuronas. Como muchos otros científicos, no saben todavía mucho del fenómeno de la consciencia pero sus hipótesis apuntan a un nuevo “dualismo” (existencia de dos substancias distintas en el hombre), o a un monismo más profundo. Es decir, todo puede surgir de una realidad única, pero dicha realidad será mucho más profunda que la de los átomos, las moléculas, el ADN y otras dimensiones de nuestro mundo en las que hoy se investiga extensamente. Una realidad en la que tiene muchas cosas que decir la Física Cuántica.
En cualquier caso una mayoría de científicos y muchos filósofos actuales, entre ellos los llamados “neurofilósofos”, entre los que se cuentan Daniel Dennet, John Searle, los esposos Churchland (Patricia y Paul ) y muchos más, no creen en la consciencia como entidad independiente, creen en ella como una función del cerebro, una función en concreto del pensamiento (de las ideas) que nos hace tener la ilusión de “saber que sabemos”. La consciencia es producto de nuestro desarrollo biológico y no sabemos hoy con precisión cómo se produce pero lo sabremos sin duda algún día. Creen que para ahondar en el conocimiento de la mente y entenderla debe entenderse primero el cerebro desde el punto de vista biológico. Por eso estos filósofos intentan llevar a cabo su labor de forma muy cercana a la de los neurocientíficos, con los que se relacionan intensamente.
El más beligerante dentro de este grupo puede que se Daniel Dennet, un filósofo prolífico, batallador y superactivo, autor de libros notables (entre ellos “Consciousness Explained”) y del que hay multitud de vídeos explicando sus ideas en youtube. Lo cual lo honra, sin duda. Dice con toda contundencia que la consciencia no existe y que es una mera ilusión. La verdad es que no da argumentos sólidos para ello otros que los que guían a los científicos de estas materias, los cuales en muchas ocasiones son reduccionistas, deterministas y adscritos a una interpretación fuertemente materialista a priori del mundo. Interpretación que se ha visto fortalecida en los últimos 50 ó 60 años, hay que reconocerlo, por los descubrimientos relacionados con el genoma, con el ADN y ARN que hacen ver, sin ninguna duda, la composición orgánica profunda (mineral de hecho) del hombre. Somos robots formados por componentes de carbono, nitrógeno e hidrógeno, dicen estos filósofos, repitiendo lo que dicen los biólogos, médicos y neurocientíficos.
Interpretaciones estas últimas, dicho sea de paso ya que no podemos dedicar tiempo al tema, que están revitalizando de nuevo el debate histórico sobre el libre albedrío. Si somos robots químicos, ¿somos libres?.
Todos los que militan en este grupo dan por descontado que la consciencia existe como una entidad separada del cerebro y, como hemos explicado ya, y a ello hace referencia el vídeo presentado en la entrada anterior de este blog, se produce, en el caso del hombre, en el interior de los microtúbulos de las neuronas. Como muchos otros científicos, no saben todavía mucho del fenómeno de la consciencia pero sus hipótesis apuntan a un nuevo “dualismo” (existencia de dos substancias distintas en el hombre), o a un monismo más profundo. Es decir, todo puede surgir de una realidad única, pero dicha realidad será mucho más profunda que la de los átomos, las moléculas, el ADN y otras dimensiones de nuestro mundo en las que hoy se investiga extensamente. Una realidad en la que tiene muchas cosas que decir la Física Cuántica.
En cualquier caso una mayoría de científicos y muchos filósofos actuales, entre ellos los llamados “neurofilósofos”, entre los que se cuentan Daniel Dennet, John Searle, los esposos Churchland (Patricia y Paul ) y muchos más, no creen en la consciencia como entidad independiente, creen en ella como una función del cerebro, una función en concreto del pensamiento (de las ideas) que nos hace tener la ilusión de “saber que sabemos”. La consciencia es producto de nuestro desarrollo biológico y no sabemos hoy con precisión cómo se produce pero lo sabremos sin duda algún día. Creen que para ahondar en el conocimiento de la mente y entenderla debe entenderse primero el cerebro desde el punto de vista biológico. Por eso estos filósofos intentan llevar a cabo su labor de forma muy cercana a la de los neurocientíficos, con los que se relacionan intensamente.
El más beligerante dentro de este grupo puede que se Daniel Dennet, un filósofo prolífico, batallador y superactivo, autor de libros notables (entre ellos “Consciousness Explained”) y del que hay multitud de vídeos explicando sus ideas en youtube. Lo cual lo honra, sin duda. Dice con toda contundencia que la consciencia no existe y que es una mera ilusión. La verdad es que no da argumentos sólidos para ello otros que los que guían a los científicos de estas materias, los cuales en muchas ocasiones son reduccionistas, deterministas y adscritos a una interpretación fuertemente materialista a priori del mundo. Interpretación que se ha visto fortalecida en los últimos 50 ó 60 años, hay que reconocerlo, por los descubrimientos relacionados con el genoma, con el ADN y ARN que hacen ver, sin ninguna duda, la composición orgánica profunda (mineral de hecho) del hombre. Somos robots formados por componentes de carbono, nitrógeno e hidrógeno, dicen estos filósofos, repitiendo lo que dicen los biólogos, médicos y neurocientíficos.
Interpretaciones estas últimas, dicho sea de paso ya que no podemos dedicar tiempo al tema, que están revitalizando de nuevo el debate histórico sobre el libre albedrío. Si somos robots químicos, ¿somos libres?.
Lo mejor de todo esto es que la negación de la consciencia fue abordada casi en los mismos términos en que lo hacen los neurofilósofos actuales a principios del siglo XX por el gran filósofo americano, padre el pragmatismo, William James: (1842 - 1910). Dos de sus artículos más conocidos sobre estos temas son recogidos en el libro de Penrose y Hameroff citado en posts anteriores ”The Universe and Consciousness”. Se trata de “Does Consciousness Exist?”, publicado por primera vez en “Journal of Philosophy, Psychology and Scientific Methods” en 1904 y de “Stream of Consciousness” procedente de 1892.
James, que tiene sus raíces en el empirismo inglés, cree que todo es experiencia y que todo lo que llega a nuestra mente procede de nuestros sentidos. No cree que exista una lógica a priori en nuestro cerebro y desecha por tanto el racionalismo kantiano. En sus trabajos argumentó contra los neokantianos de su época y se quejó de la labor de Kant al que acusa de haber dado alas al tema que parecía resuelto antes de él de la dicotomías “espíritu- materia” y “alma - cuerpo”. Kant contribuyó al abandono de la idea del alma pero, al mismo tiempo, fortaleció el papel de la consciencia al unirla al ego transcendental del hombre, a su capacidad de introspección y a su racionalidad.
En fin, que no sabe uno con qué carta quedarse en estos temas de la consciencia. Esperemos que la tecnología que con frecuencia ha avanzado por su cuenta y riesgo y sin hacer excesivo caso de la ciencia y de la racionalidad nos ayude a encontrar el camino.
James, que tiene sus raíces en el empirismo inglés, cree que todo es experiencia y que todo lo que llega a nuestra mente procede de nuestros sentidos. No cree que exista una lógica a priori en nuestro cerebro y desecha por tanto el racionalismo kantiano. En sus trabajos argumentó contra los neokantianos de su época y se quejó de la labor de Kant al que acusa de haber dado alas al tema que parecía resuelto antes de él de la dicotomías “espíritu- materia” y “alma - cuerpo”. Kant contribuyó al abandono de la idea del alma pero, al mismo tiempo, fortaleció el papel de la consciencia al unirla al ego transcendental del hombre, a su capacidad de introspección y a su racionalidad.
En fin, que no sabe uno con qué carta quedarse en estos temas de la consciencia. Esperemos que la tecnología que con frecuencia ha avanzado por su cuenta y riesgo y sin hacer excesivo caso de la ciencia y de la racionalidad nos ayude a encontrar el camino.