Nuestro destino económico está amarrado al de China. Es una idea
bastante difundida, que se apoya en algunas cifras reales. Luis Miguel
Castilla la ha expresado de diversas maneras, a veces como un llamado a
la cautela. Alan García ha visto en la asociación con un Beijing
triunfante la clave de nuestro crecimiento.
Una encuesta de Pewglobal revela que una apretada mayoría en los EE.UU. piensa que la China ya ha sobrepasado o sobrepasará a su país. En Europa esa opinión la tienen dos tercios de los consultados. Se trata, pues, de una idea generalizada, uno de cuyos orígenes está en las penurias económicas de Occidente en estos años.
Pero no todos están tan convencidos. La amenazante idea de China como un gigante con pies de barro tiene asidero en algunas cifras, y algunos articulados defensores. El Perú está entre los países a los que les interesa mucho el futuro de China a mediano plazo. El tema es casi un debate reflejo sobre la economía peruana.
El célebre economista Paul Krugman, célebre por haber dado la explicación de la crisis financiera del sudeste asiático de 1997, está sosteniendo que China va por el mismo camino. Un desbalance entre reinversión para producir más y recursos dirigidos al consumo enfrenta a China con una tasa decreciente de ganancia, antesala de una crisis.
En los 90 Krugman planteó que el milagro de los tigres del Asia se apoyaba en la mano de obra muy mal pagada aportada por los campesinos que migraban a las ciudades manufactureras. Agotado el asiático barato, el milagro asiático se desinfló. La diferencia con China, sostenía entonces Krugman, era que su stock de campesinos migrantes parecía inagotable.
Pues ahora Krugman está diciendo que el momento del agotamiento del ejército de reserva laboral campesino está a la vista. Lo cual significa mayores costos de mano de obra, menos competitividad, presiones sobre el modelo político dictatorial y menor crecimiento. Además de una crisis de brazos en un agro no muy mecanizado.
Nada de lo anterior va a convencer a la opinión pública mundial antes de que la máquina china empiece a crujir. Los sinoescépticos sostienen que para entonces ya será demasiado tarde para evitar un escenario catastrófico. Para el Perú sería un caso de precios mineros por el suelo y el debilitamiento del principal socio comercial hoy.
Vaticinar una crisis, como hizo Nouriel Roubini en el caso de la del 2008 en Occidente, nunca cae simpático. Mucho mejor cae sostener que nada va a cambiar, como se viene haciendo en todas las oficinas de prensa del mundo. ¿Tiene el Perú planes para enfrentar una desaceleración china? ¿O por lo menos escenarios para imaginar la situación?
Una encuesta de Pewglobal revela que una apretada mayoría en los EE.UU. piensa que la China ya ha sobrepasado o sobrepasará a su país. En Europa esa opinión la tienen dos tercios de los consultados. Se trata, pues, de una idea generalizada, uno de cuyos orígenes está en las penurias económicas de Occidente en estos años.
Pero no todos están tan convencidos. La amenazante idea de China como un gigante con pies de barro tiene asidero en algunas cifras, y algunos articulados defensores. El Perú está entre los países a los que les interesa mucho el futuro de China a mediano plazo. El tema es casi un debate reflejo sobre la economía peruana.
El célebre economista Paul Krugman, célebre por haber dado la explicación de la crisis financiera del sudeste asiático de 1997, está sosteniendo que China va por el mismo camino. Un desbalance entre reinversión para producir más y recursos dirigidos al consumo enfrenta a China con una tasa decreciente de ganancia, antesala de una crisis.
En los 90 Krugman planteó que el milagro de los tigres del Asia se apoyaba en la mano de obra muy mal pagada aportada por los campesinos que migraban a las ciudades manufactureras. Agotado el asiático barato, el milagro asiático se desinfló. La diferencia con China, sostenía entonces Krugman, era que su stock de campesinos migrantes parecía inagotable.
Pues ahora Krugman está diciendo que el momento del agotamiento del ejército de reserva laboral campesino está a la vista. Lo cual significa mayores costos de mano de obra, menos competitividad, presiones sobre el modelo político dictatorial y menor crecimiento. Además de una crisis de brazos en un agro no muy mecanizado.
Nada de lo anterior va a convencer a la opinión pública mundial antes de que la máquina china empiece a crujir. Los sinoescépticos sostienen que para entonces ya será demasiado tarde para evitar un escenario catastrófico. Para el Perú sería un caso de precios mineros por el suelo y el debilitamiento del principal socio comercial hoy.
Vaticinar una crisis, como hizo Nouriel Roubini en el caso de la del 2008 en Occidente, nunca cae simpático. Mucho mejor cae sostener que nada va a cambiar, como se viene haciendo en todas las oficinas de prensa del mundo. ¿Tiene el Perú planes para enfrentar una desaceleración china? ¿O por lo menos escenarios para imaginar la situación?