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AUTOBIOGRAFIA DEL DR. FRANZ LEE

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7 feb 2013

El guión cubano de una ausencia


Quien lee las crónicas que se escribían desde Cuba a mediados de 2006, cuando el entonces presidente Fidel Castro se enfermó y se vio obligado a separarse de su cargo, bien podría pensar que corresponden a la Venezuela de los últimos dos meses.
El guión de la larga ausencia del líder por motivos de salud parece haber sido escrito en La Habana hace seis años. Los elementos de la trama coinciden: rumores sobre el tipo de enfermedad, que se guarda con el celo de un secreto de Estado; intriga sobre un posible regreso; suspensión de celebraciones públicas; voceros que comunican lo que él manda a decir; presidentes de otros países que lo visitan y comentan su recuperación. Incluso la propaganda surgida al calor de la desaparición de los mandatarios de los medios usa imágenes similares y vende mensajes idénticos.
Ambas ausencias se anunciaron por televisión. La de Hugo Chávez la informó él mismo, el sábado 8 de diciembre después de las 9:00 pm, cuando en cadena de radio y televisión dijo que necesitaba una cuarta cirugía y nombró a Nicolás Maduro como su heredero político, por el que debían votar sus seguidores en caso de que él faltase.
Castro había aparecido por última vez en público el 26 de julio de 2006 y el anuncio de su falta por enfermedad lo hizo un vocero, pues al presidente cubano debieron operarlo de emergencia. El documentalista inglés Andrew Lang, que por esos días filmaba en La Habana, describió el episodio en su página web. “Castro había abdicado el poder por primera vez en 48 años y nadie sabía lo que estaba pasando. ‘¿Está muerto?’, ‘¿Va a volver?’, ‘¿Será que los estadounidenses invaden?’. Detrás de las ventanas cerradas de la noche habanera, los rumores corrían a toda marcha (…) Normalmente, en las calles de La Habana se escuchan radios con música a todo volumen, la gente grita y juega beisbol. Pero esa noche estaban vacías y la capital se convirtió en un pueblo fantasma, unido sólo por los sonidos del anuncio de la televisión de las 8:00 en punto. Todos estaban hacinados alrededor del aparato para averiguar qué había pasado con ‘el máximo líder”, escribió Lang, premiado por el documental Hijos de Cuba.
Los partes médicos de Chávez que lee el ministro de Comunicación, Ernesto Villegas, convocan grupos frente al televisor, en busca de respuestas sobre la salud de un presidente en ejercicio que está por cumplir dos meses sin aparecer en público. Casi 30 informes ha leído el ministro, con pocas precisiones sobre el tipo de enfermedad que padece el jefe del Estado.
Ante la falta de información oficial, los rumores en Twitter y Facebook se hicieron tan frecuentes que las autoridades venezolanas hicieron allanamientos para dar con los difusores. Muchos buscan, en twiteros de Miami o en la pluma de los articulistas más informados, pistas sobre la condición del Presidente, internado en un hospital-fortaleza en La Habana. Fotos y videos falsos de Chávez hospitalizado circulan en Youtube y en los celulares, al punto de haber engañado al prestigioso diario español El País, que publicó erróneamente una de ellas en su portada.
 Poder simbólico. Aunque no aparecían fotos ni videos que probaran su condición, Castro estaba presente. Su desaparición se compensaba con una nueva ola de propagandas y su imagen repetida en los medios. El Gobierno de Cuba lanzó un afiche con la silueta de Fidel –con gorra y barba– que rellenaba un mar de rostros y banderas cubanas. “Somos uno”, fue la consigna lanzada.
A finales de 2012, tras la operación que mantiene a Chávez en la isla, en las concentraciones oficialistas en Venezuela prolifera el afiche que reza “¡Chávez somos todos!”, con la silueta del Presidente rellena con centenares de fotos. Las televisoras del Estado repiten micros sobre él durante todo el día y los actos oficiales comienzan con la grabación del mandatario entonando el Himno Nacional.
Vilma Lehmann, historiadora venezolana experta en iconografía, es tajante al comparar los carteles: “En ambos se nos señala que el líder es el pueblo. Atacar a Chávez es atacarnos a todos; es lo mismo que pasa cuando se asocia su figura con la de Bolívar y los símbolos patrios. Es una imagen muy explotada que nos dice que, aunque se marche, él siempre va a estar con el pueblo. Los que lo sucedan serán una emanación de él. Así vemos a Nicolás Maduro tratando de imitarlo con gestos y palabras”.
El sociólogo estadounidense Max Fitzpatrick, profesor de la Universidad de Nuevo México, estudió la propaganda en Cuba entre 2006 y 2007. En su ensayo La generación de gráficos de la revolución, observó un fenómeno al que llamó encarnación. “Los líderes de la revolución, como Fidel Castro, encarnan a los héroes nacionales anteriores (a José Martí, por ejemplo), y la juventud, a su vez, encarna a Fidel Castro (…) Esta representación gráfica muestra el camino que debe seguir la revolución: los jóvenes que quedan unidos en la imagen política de su precursor icónico”, concluyó.
Para Lehmann, es una forma astuta de inmortalizar a Chávez y conferirle poderes sobrehumanos. “Lo más importante es que la gente reconozca al líder o se reconozca en él, que se cree un vínculo amoroso entre la figura y su propio mundo; penetre en nuestras casas y, por supuesto, en nuestros corazones”.
Esta es la etapa de invocación, dice Rafael Rojas, historiador cubano exiliado en México. “Quieren transmitir la imagen de un Cid, como con Fidel, de un espectro que es capaz de gobernar y actuar políticamente”.
 En cámara lenta. Chávez tuvo un papel significativo durante la convalecencia de Fidel Castro. Se convirtió en uno de sus portavoces, uno de los pocos que podía visitarlo. Fue famosa la foto de ambos (Fidel, de casi 80 años de edad, recostado, y su pupilo tomándole la mano) que los medios asumieron como una prueba de vida del mandatario cubano, tras meses de hermetismo sobre su condición clínica. Pasaron seis años. Ahora que es el alumno –de 58 años de edad– el que está en cama, ha trascendido que el mentor cubano acompaña a sus familiares y hasta vive cerca del hospital donde lo atienden. Pero no han mostrado ninguna imagen juntos.
Rojas recuerda las fases de la convalecencia de Castro. A la desaparición pública del líder le siguió la presión de la comunidad internacional para saber si aún vivía, lo que obligó que el Gobierno –al cabo de unos meses– publicara pruebas de vida. “Primero se difundieron fotos, luego videos. Pero esto pasó muchos meses después, cuando empezó la recuperación. En el caso de Chávez, no hemos visto nada y apremia mucho más. Sus sucesores dicen que él sigue siendo presidente en funciones; en cambio, en Cuba, Raúl Castro asumió como presidente interino. No hubo la ambivalencia existente en Venezuela”, analiza.
Las primeras páginas de los diarios Granma y Juventud Rebelde se colmaron de imágenes del Fidel Castro de los años sesenta. Joven. Sus discursos de la época dorada de la revolución se reeditaban todos los días. Durante el primer trimestre de 2007, luego de una ausencia mediática de más de medio año, Castro comenzó a publicar la columna “Reflexiones de Fidel”.
Pedro Roig, directivo del Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad de Miami, recuerda que entre los isleños rondaba la incertidumbre por la posibilidad del regreso de Castro. “No sabíamos hasta qué punto seguía dándole instrucciones al hermano. Unos ministros decían que estaba dando indicaciones y ponían posibles fechas para su retorno que luego desmentían”.
Las historias de ambos pacientes vuelven a coincidir. Se les esperaba para un gran acto al que no llegaron. En el caso de Castro, se pensó que podía asistir a la celebración de su cumpleaños número 80, el 2 de diciembre de 2006. La preparación de un desfile en la Plaza de la Revolución parecía asegurar la presencia del homenajeado, pero se excusó a través de una carta. “Los que vieron el desfile de la Plaza de la Revolución tuvieron la sensación de asistir a la inauguración de una nueva era, en la que Fidel Castro tendría que ceder el liderazgo. Su ausencia ha dado paso al protagonismo de un grupo de hombres encabezados por Raúl Castro –hermano de Fidel– y de las Fuerzas Armadas”, reseñó la agencia AFP ese día.
A Chávez se le esperaba el 10 de enero pasado, para tomar juramento de su cargo para un nuevo período constitucional. El día anterior envió una carta a la Asamblea Nacional en la que anunciaba la extensión de su reposo médico. Su lugar en el acto lo tomaron sus seguidores concentrados en Miraflores, a quienes el vicepresidente Maduro juramentó simbólicamente.
 Adaptación propia. La versión cubana y la venezolana de la convalecencia de un líder carismático difieren en un aspecto clave. Mientras que Castro se separó de su cargo, en Venezuela aún no se reconoce la falta temporal del jefe del Estado y el Tribunal Supremo de Justicia dictaminó que él mismo debe determinarlo. El 31 de julio de 2006, la primera página del diario Granma publicó una proclama de Castro en la que delegaba a su hermano sus cargos como comandante en jefe, primer secretario del Partido Comunista y presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Con Raúl como interino, la isla vivió un traspaso de poder sin crisis institucionales ni constitucionales, hasta que en 2008, por elecciones de segundo grado en la Asamblea Nacional del Poder Popular, el menor de los Castro fue elegido Presidente.
El politólogo Carlos Romero asegura que el tema de la sucesión siempre estuvo presente en la historia de la Revolución cubana. “En el caso venezolano, la sucesión no es un tema que se haya trabajado desde 1999. Todo lo contrario, se fue afianzando la personalidad de Chávez y la sucesión se colocó en la agenda en 2011”.
Además, las estructuras del Estado cubano –que operan como cuerpos colegiados– le permitían a Castro compartir funciones con otros miembros del partido. “La transición en Cuba fue ordenada. Se fue creando la idea de que Fidel pasaba a un estadio de consejero nacional. Pero en Venezuela hay mayor personalismo, Chávez es el que decide siempre. El peso de Chávez sobre el Estado venezolano es mucho mayor que el de Castro sobre el cubano. Fidel siempre tuvo una plataforma y una dirección política”.
Con la dirección económica, política y militar de la isla en manos de Raúl, a Fidel le encomendaron las opiniones en materia internacional, indica Américo Martín, que participó en la lucha guerrillera en Venezuela en la década de los sesenta y por la época conoció a los hermanos Castro. “Esta actividad es la que lo conecta con Chávez. La isla necesita el financiamiento venezolano para subsistir a corto plazo, mientras avanzan las reformas”, afirma.
Martín se detiene en el análisis de los partidos que sustentan a ambos líderes. Después de medio siglo de vida y de controlar la sociedad, el Partido Comunista Cubano era una superestructura capaz de adelantar una transición. En Venezuela –observa– no están dadas estas condiciones, pues persisten sectores independientes y militantes, como la oposición, los medios o el empresariado privado. “En Cuba había líderes que podían conducir eso. Pero el PSUV fue construido desde el poder, a partir de Chávez. En Venezuela el culto a la personalidad ha sido tan exagerado que cercenaron la posibilidad de que el chavismo funcionara sin Chávez. Sin él, presumo que será difícil contener las luchas internas. Estando él ya era complicado, por eso aceptaron darle la posibilidad de nombrar a dedo todos los cargos. Todos se atienen a su predominio misterioso y místico”. El delfín de Chávez y los ministros se siguen resguardando a su sombra.