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21 dic 2012

Mueren más soldados de EE.UU. por suicidios que en combate

WASHINGTON.- Entrenado para vencer el miedo, resistir, cercar y -cuando el enemigo está en la mira- apretar el gatillo sin vacilar, el ejército norteamericano enfrenta ahora, en los niveles récord de suicidios en sus filas, a un nuevo adversario capaz de moverse en la más misteriosa de las sombras y al que no sabe cómo tratar.
Las aeronaves no tripuladas no se suicidan.
"Es la guerra que estamos perdiendo", disparó, días atrás, la senadora demócrata Patty Murray, una de las voces más activas en el Congreso para señalar lo que aquí ya empieza a calificarse de una "epidemia". Aunque, sin embargo, muchos tratan de manejarla con secretismo.
Con una muestra de que la identidad partidaria no significa, necesariamente, sumarse al complot del silencio, e indignada por la "incapacidad" para abordar la crisis, Murray acaba de poner contra las cuerdas al secretario de Defensa, Leon Panetta. Lo cuestionó públicamente por la ausencia de victoria "en el terreno de la salud mental" de los soldados.


Demudado, el hombre que maneja el ejército más poderoso del planeta no pudo sino admitir la derrota y el desconcierto. "Algo está mal, no sabemos qué, pero algo está mal", reconoció Panetta. "La epidemia de suicidios que estamos padeciendo es uno de los aspectos más dolorosos y frustrantes de mi trabajo", añadió.


La ola de suicidios de soldados activos registra niveles nunca vistos en la historia norteamericana, incluidos los turbulentos períodos de las guerras en Vietnam y en Corea. Al extremo de que hoy, de acuerdo con cifras oficiales, son más los efectivos fallecidos de esa manera que en combate directo en Afganistán.


En lo que va del año, 206 soldados se quitaron la vida. "Es casi lo mismo que decir uno por día", dijo Murray a periodistas, entre ellos, de LA NACION. Si la tendencia se mantiene, habrá 360 hacia fin de año.


La mayoría de ellos eligió el camino del disparo. Uno de cada tres lo hizo por ahorcamiento. La gran mayoría son hombres; casi no se registran casos de mujeres. Pero lo que no están claras son las causas, y eso es lo que desconcierta a los generales.


"Se podría pensar en el estrés de combate, pero la verdad es que muchos de los fallecidos no estuvieron en acciones directas", comentó a LA NACION Paul Grant, que trabaja en TAPS, una organización dedicada a familiares de quienes perdieron de ese modo a un ser querido.

Apenas empezó a estudiar el tema, una de las cosas que sorprendió al Departamento de Defensa fue comprobar que la mayoría de los suicidios de su gente se producían una vez que los soldados retornaban a casa, y no en el escenario de combare.

De hecho, la estimación es que el 83% de los casos se registró en territorio norteamericano. Sólo uno de cada diez ocurrió mientras el soldado estaba en Irak o en Afganistán.


La crisis salta por donde se la mire. El año pasado, 301 soldados se quitaron la vida, admitió Cynthia Smith, una de las voceras del Pentágono. Lejos de revertirse, el problema persiste e interpela fuertemente al sistema de defensa más temido del planeta.


Si la cuestión se conoce ahora, es, en buena medida, porque viudas y padres decidieron hablar en voz alta. "No fue fácil, porque lo primero que me dijo el ejército es que el problema que tenía mi marido era yo", dijo Leslie McCaddon, viuda de un capitán médico destinado en Hawaii.


Los testimonios coinciden en la dificultad para poder hablar del tema que existe dentro de la institución militar. "Lo primero que se le dice a un soldado que manifiesta tener depresión o que está anímicamente estragado por lo que vive es que es un miedoso que trata de zafar de su deber y que lo hace poniendo en riesgo la vida de sus compañeros", dijo Penny Coleman, autora de Flashback, un libro dedicado a estudiar las heridas invisibles de la guerra.


La situación fue corroborada por la senadora Murray. "A muchos de los soldados que intentaron pedir ayuda se les dijo que eran unos cobardes", relató a LA NACION.


El Pentágono dedica un cuarto de su presupuesto sanitario a la salud mental. "Claramente, no es suficiente, pero, además, no se lo está gastando bien", dijo el general retirado Peter Chiarelli, que fue condecorado por el gobierno de Barack Obama por sus esfuerzos en la materia.


El Pentágono suele hablar de Estrés Postraumático (PTSD) -un severo desorden tras sufrir situaciones extremas-, pero admite que no siempre se lo diagnostica a tiempo ni correctamente. 

"Muchos de los soldados que se animaron a pedir ayuda recibieron tratamiento superficial y muy breve", reconoció Chiarelli.
Viuda de un ex combatiente en Vietnam, Coleman denuncia que hay "un enorme cinismo" en las fuerzas armadas para asumir el problema. "Las razones para eso son muchas y, entre ellas, está la económica", señaló.

El problema no mejoró con la llegada de los demócratas a la Casa Blanca. La diferencia, en todo caso, es que se lo discute más abiertamente y se lo reconoce.


Culturalmente, uno de los cambios ocurrió meses atrás, cuando, a pedido de un grupo de legisladores, Obama permitió que se envíen notas formales de condolencia a las familias de soldados que se quiten la vida mientras estén destinados en escenario de combate. De algún modo, es una forma de reconocer que murieron por una herida de guerra. Tan invisible y poderosa como hambreada de respuesta.


LAS CIFRAS

  • 80% 
    Creció la tasa de suicidios 
    El número de soldados norteamericanos que se quitaron la vida se multiplicó desde que empezó la guerra de Irak, en 2003. Casi la mitad son menores de 25 años.

  • 83% 
    En territorio norteamericano 
    La mayoría de los soldados se suicidaron en Estados Unidos, tras volver de la guerra.

  • 4% 
    Del presupuesto médico 
    Es lo que el Pentágono le dedica a temas relacionados con la salud mental de los militares.