Por Latha Jishnu, 6 de julio de 2012
Down To Earth
Las leyes de patentes que rigen el uso de cultivos y semillas modificados genéticamente (OGM) es una locura. Por un lado, los derechos sobre las semillas transgénicas no parecen terminar nunca. Por el contrario, el resto de productos se rigen por la “doctrina del agotamiento”, lo que significa que los derechos del titular de la patente de un producto determinado se acaba cuando el producto se vende al usuario final. Pero en el caso de las semillas transgénicas, de empresas como Monsanto, puede imponer su derecho de patente incluso en las semillas de la tercera o cuarta generación. Es una situación irracional de los llamados derechos de autor.
Se trata de un doble castigo para los agricultores, particularmente en los Estados Unidos. Los agricultores que no desean cultivar plantas transgénicas, optan por comprar semillas convencionales o eligen la agricultura ecológica, pues bien, son penalizados si sus cultivos se contaminan con los cultivos transgénicos. En lugar de sancionar al que contamina con este tipos de cultivos, Monsanto ha desarrollado un irracional sistema de patentes de modo que quien sufre las consecuencias además se hace responsable y paga.
El caso Vernon Bowman versus Monsanto de septiembre de 2011 es un ejemplo muy elocuente ( véase Los agricultores estadounidenses continúan su lucha contra Monsanto).
En este caso, la mayor compañía mundial de semillas transgénicas volvió a prevalecer. El agricultor de Indiana fue multado con 84.456 dólares por haber plantado semillas transgénicas que estaban mezcladas con las semillas convencionales que compró, indistinguibles a simple vista unas de otras. La Corte de Apelaciones de Washington confirmó la sentencia en primera instancia, siendo favorable a Monsanto.
Estas semillas transgénicas son empleadas en los cultivos de tecnología Roundup Ready, que no se distinguen de las otras. Los compradores deben firmar acuerdos de licencia que no se requieren normalmente con las semillas convencionales.
Y he aquí cómo se tuercen las cosas: Si bien el Tribunal consideró que esos acuerdos no pueden extenderse a la segunda generación de semillas, también dijo que los agricultores no pueden utilizar una tecnología patentada por Monsanto “ infringiendo las restricciones sobre material genético, semillas y plantas”.
Dado que los agricultores no ganan en sus demandas contra Monsanto, es natural que cuando sí lo hacen sea motivo de alegría y celebración. En estos momentos, los agricultores de Brasil están de enhorabuena porque han ganado el caso contra la multinacional norteamericana en un asunto de derechos que suponían una injusticia.
En Brasil, cinco millones de agricultores, grandes y pequeños, se unieron para presentar una demanda colectiva contra Monsanto, hace ya cuatro años. La han ganado, aunque Monsanto todavía puede apelar ante la Corte Suprema del país. Las multinacional estadounidense exigía el 2% para acceder a los derechos de cultivo, aunque las patentes ya hubiesen expirado hace mucho tiempo. Brasil es el segundo mayor productor de soja del mundo y una abrumadora mayoría de agricultores utilizan las semillas transgénicas de Monsanto.
En 2009, los sindicatos agrícolas del estado sureño de Rio Grande do Sul impugnaron la imposición de esos derechos, argumentando que era un impuesto injusto y que era prácticamente imposible mantener la soja Roundup Ready separada de las variedades convencionales de semillas.
La soja transgénica es muy contaminante y los agricultores estaban siendo castigados por algo que está más allá de su control. Sin embargo, el gigante de las semillas sostuvo que tenía el derecho a cobrar ese 2% de las ventas totales de soja del agricultor siempre y cuando se encontrasen semillas con alguno de los rasgos genéticos patentados.
Hay una interesante historia sobre la soja transgénica en Brasil. Las semillas transgénicas de soja fueron introducidas de contrabando desde la vecina Argentina en la década de 1990, ya que el uso de esta tecnología estaba prohibida y castigada hasta la última década. Desde su legalización, Monsanto ha acusado a los agricultores brasileños y exigido el 2% de sus ventas de soja, una gran cantidad, ya que representa cerca del 85% de la cosecha de soja del país.
Monsanto tiene mucho cuidado en analizar la soja que se vende como no transgénica, y si aparecen semillas Roundup Ready, cobra a los agricultores una tasa del 3% sobre sus ventas.
En abril, un juez de Rio Grande do Sul falló a favor de los agricultores y ordenó a Monsanto a devolver los derechos cobrados desde el año 2004, lo que supone un mínimo de 2 mil millones de dólares. Monsanto apeló y un tribunal federal ordenó que el fallo se aplicara a nivel nacional. Es decir, que ahora Monsanto tendrá que devolver 7,5 mil millones de dólares. “La ley otorga a los agricultores el derecho a utilizar las semillas que compran y no se les puede obligar a pagar ( otra vez)”, argumentó el abogado de los agricultores. La decisión sobre este proceso puede durar años y mientras tanto Monsanto puede seguir cobrando los derechos. Sin embargo, los agricultores brasileños esperan que al final les den la razón. Si es así, podrían desencadenarse otra serie de demandas legales en otros lugares.
En la India, Monsanto también cobra derechos sobre sus semillas, estimándose que ha cobrado una cantidad de 20000 millones de rupias desde el momento en el que el algodón transgénico hizo su debut. Se cobra una cantidad por adelantado de varios miles de rupias a cada uno de los titulares de licencias de la India y recaba derechos por cada paquete de semillas Bollgard Bt, lo que supone aproximadamente los dos tercios del coste de cada paquete. Esperemos a ver cómo se desarrollan las cosas en Brasil.