Heinz Dieterich: La ignorante izquierda global ante el capitalismo y socialismo del siglo XXI
Heinz Dieterich
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Syriza y el fin de la liberación nacional
La tragedia de Syriza en Grecia, al igual que la de Siria, Irak,
Irán, Venezuela, las FARC, etc., demuestran a las claras que los
proyectos de liberación nacional son asunto del pasado. La conquista del
Estado —mediante votos o armas— que durante quinientos años ha sido la
razón de ser de la política, es hoy día, una estrategia transformadora
fútil para lograr una sociedad trans-capitalista; salvo que se haga en
alianza con potencias mundiales, que puedan garantizar la autonomía
estratégica necesaria para tal proyecto. Que el gran capital alemán y su
clase política conservadora, herederos del proyecto de dominación
europea de Hitler, que hoy figura como Unión Europea, permitiera a su
neocolonia griega un proceso de emancipación democrática, sólo cabía en
el voluntarismo de un soñador. Reclamar a la ex-comunista Angela Merkel,
superada en su hipocresía sólo por Barack Obama, que se le diera al
país-cuna de la democracia el mismo trato de deuda externa, que se le
dio en 1953 en Londres al gran cerebro financiero de los nazis, Hermann Josef Abs, era creer en la legalidad y decencia de la democracia burguesa.
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Escuela de verano y campos de concentración
Era una quimera de esa izquierda soñadora global que ni en las zonas
de campos de concentración de Hitler (Alemania, Polonia) logra superar
su dependencia fetichista de la “democracia” burguesa y su patológica
creencia en sus mitos de dominación. La izquierda soñadora e ignorante
global que tenemos, no tiene un proyecto para la emancipación de la
especie. Se trata de una “escuela de verano” del Capitalismo del Siglo
21, si parafraseamos a uno de sus principales ideólogos, Ignacio Ramonet.
Ha llegado la hora para sustituir a esa “escuela de verano” por la
Universidad del Socialismo científico del Siglo 21. Y esta tarea se
resuelve evolucionando el Socialismo científico del Siglo 20 hacia el
entorno de las condiciones del Siglo 21.
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La Revolución del Pasado
¡Proletarios de todos los países, uníos!, fue la consigna de
organización y liberación de la especie que Marx y Engels proclamaron en
el siglo 19. Era la inferencia científica y política imperativa que
emanaba de la estructura clasista y política de la sociedad industrial
del siglo XIX. El proletariado, definido como un actor social carente de
medios de producción, constituía la absoluta mayoría de la sociedad. Su
objetivo político, instalar la “dictadura del proletariado”, equivalía,
por lo tanto, a un gobierno de las mayorías, es decir, una novedosa democracia popular.
Esa democracia, hoy día llamada participativa, directa o digital, sólo
podía alcanzarse con la revolución, porque “el gobierno se conquista con
los votos, el poder con las armas” (Chou En Lai). Tal era la sociedad
socialista del futuro y la transición hacia ella, que los dos grandes
científicos –comparables a Newton y Darwin– vieron emerger del mundo
industrial decimonónico.
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La clase media mundial sustituye al proletariado industrial como atractor de la evolución humana
Todo software (teoría) ideado para moldear la realidad tiene que
evolucionar dialécticamente con su base material (hardware). Si no lo
hace, la evolución lo extingue. El modelo revolucionario de Marx y Engels,
que en su momento iba a ser la partera de la nueva sociedad
transcapitalista, no puede estar por encima de esa ley de desarrollo
universal, que rige el destino de todas las formas de vida en la tierra.
Los cambios cualitativos de la sociedad actual que imponen la evolución
de la teoría –so pena de extinción– afectan a todos sus vectores.
El modo de producción capitalista avanzado del Siglo 21 descansa
primordialmente sobre fuerzas productivas cibernéticas, no industriales;
las fuerzas destructivas ciber-termonucleares han revolucionado el
sentido de la guerra, las ciencias militares y la geopolítica mundial;
la entropía ecológica se vuelve un problema existencial para la especie;
la implosión del Socialismo del Siglo 20 ha convertido
el sistema mundial de dos atractores (burgués y socialista) en un caos
determinístico dinamizado por un solo atractor, la civilización
burguesa; el Estado Nacional ha perdido la autonomía estratégica para
determinar la vía de desarrollo de la nación y, por lo tanto, la
concepción de “liberación nacional” o “revolución nacional
anti-sistémica” carece hoy día de sentido, salvo en mega-Estados como
China, Rusia, Estados Unidos, Unión Europea e India, o en alianza
estratégica con ellos.
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Las clases determinantes del Siglo 21
Dentro de este “brave new world” global, moldeado por la burguesía
según su razón de ser, la tasa de ganancia (Profit), el sujeto de
liberación de la humanidad de Marx/Engels ya no es el proletariado
industrial. La estructura de clases sociales del mundo global emergente
ha minimizado su papel transformador. Dos clases sociales son las que
hoy día concentran el poder del sistema: la clase dominante y la clase media; ambas
con la atribución de poder ser progresista o reaccionaria. Los
trabajadores industriales retienen una cuota de poder considerable en
determinados países (como Alemania), pero nada comparable a las clases
medias. Mientras las clases dominantes determinan el futuro de la
especie en pos de la tasa de ganancia, las clases medias la determinan
en términos de la ideología y bienestar del American y European Dream
(Weltanschauung). Los condenados de la tierra, los pobres, por supuesto,
no tienen poder real de transformación en la tiranía que les roba la
vida
El nuevo vector transformador de la realidad, posiblemente dominante,
que debe asimilar el paradigma revolucionaria del anti-capitalismo y de
la liberación de la humanidad de Marx, Engels, Lenin, Mao, Ho y Fidel,
es la clase media universal. Dicho en términos de la ciencia avanzada:
en la cuenca de atracción de la evolución civilizatoria de la
modernidad, Dinamarca y Suecia constituirían el centroide del sistema.
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La gran transición… ¿socialista?
Los países del Socialismo del Siglo XX que sobrevivieron a su
implosión global —China, Corea, Cuba y Vietnam— entraron en una
situación de caos creativo, cuyo desenlace final no está del todo
determinado. (No se menciona a Venezuela, porque no hubo ningún tipo de
socialismo ahí.) Sus modos de producción transitorios, que al fin y al
cabo determinarán su destino, son híbridos. Se caracterizan por ser
combinaciones variadas de elementos de la Nueva Política Económica (NEP)
de Lenin; del modelo desarrollista del economista alemán Friedrich
List, de una economía de mercado basada en innovaciones y el Estado
burgués interventor (NIS); y del exitoso arquitecto del primer Tigre
asiático (después de Japón) en Singapur, Lee Kuan Yew.
Los cuatro países comparten ese mismo modo de producción transitorio con
características nacionales diversas y en diferentes fases de evolución.
Lo que todos han conservado es la superestructura política del
Socialismo del Siglo XX (monopartidismo) que sólo China está
evolucionando hacia las circunstancias objetivas del Siglo 21. Es
evidente, que el intento de mantener esa superestructura del siglo XX,
tal cual se heredó, no tiene futuro alguno en la actualidad.
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El Manifiesto Comunista del Siglo 21
Si Marx y Engels tuvieran que conceptualizar la liberación de la
humanidad en las condiciones actuales y para el Siglo 21, partirían –al
igual que en 1847– de la (emergente) estructura de clases sociales de la
sociedad global. La solución de esta tarea varía para el Primer y
Tercer Mundo; pero, para el Tercer Mundo se puede ilustrar bien con el
caso de China. La exitosa política socio-económica del Partido Comunista
de China (PCCh) habrá generado en pocos años más, la mayor clase media
del mundo: alrededor de 500 millones de personas. El proyecto de vida,
la “Weltanschauung” (visión del mundo) de esta clase es universal:
corresponde esencialmente al American/European Dream,
es decir, al nivel de vida e ideología de las clases medias globales. Se
trata de una clase universal con una Weltanschauung universal que se
nutre de los atractores decisivos de la civilización burguesa:
determinado nivel de vida; democracia pluripartidista parlamentaria;
libertad de prensa y movilidad geográfica y social, incluyendo
empresarial. Como resultado de la emergencia de la nueva clase –el mayor
actor social del mundo–, China se está quedando dividido en dos grandes
bloques sociales y territoriales con, más o menos, el mismo número de
ciudadanos cada uno (700 millones). El bloque rural y pre-clasemedia,
con una ideología localista y tradicional, se encuentra sin liderazgo
propio. El bloque urbano-clase media está totalmente penetrado por el
anhelo de la civilización burguesa-occidental. Cualquier visitante de
China constatará tal fenómeno que impera también en la juventud, como he
podido constatar, entre otros datos, en múltiples conferencias que he
dado ante estudiantes de filosofía marxista en universidades chinas.
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Xi Jinping y Putin ante la encrucijada
La intención del PCCh de seguir siendo el sujeto decisor de China en
el futuro depende, por lo tanto, de su capacidad, de desarrollar un
proyecto nacional-universal, que logre satisfacer e integrar las
ambiciones de ambos bloques sociales de poder. No hay solución militar
ni ideológica-conservadora a este problema. La Fuerza Armada de tres
millones de militares, no puede controlar una población de 700 millones,
mucho menos, cuando se trata de una población genuinamente rebelde como
la china. Tampoco funcionará el intento de construir una gran muralla ideológica
con valores confucianos, para bloquear la penetración de los valores
“universales” de Occidente; o el intento de Putin de construir una
civilización ortodoxa eurasiático, que es un proyecto retrógrado con
homofobia incluida, justo cuando el Vaticano evoluciona hacia el Siglo
XXI. La única salida para los sobrevivientes del Socialismo del Siglo XX
es, por lo tanto, hacia adelante: la Fase Superior del Socialismo, es
decir, el Socialismo del Siglo 21.
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Evolución y Revolución
Lamentablemente, la dizque “izquierda” global no entiende las grandes
transiciones contemporáneas, porque, a diferencia de Marx, Engels,
Lenin, Mao, Ho y Fidel, huye de la ciencia avanzada como el diablo del
agua bendita. Atrapada entre las dulces mieles corruptoras del
capitalismo actual y la somniferante tranquilidad de las luces del
pasado, desconoce la unidad dialéctica del movimiento del cosmos. Ese
movimiento, que conceptualiza aún dogmáticamente en términos del siglo
XIX, como evolución y revolución. Su ignorancia —en el sentido de la
palabra— les impide entender la sabia frase de Arno Peters,
fundador de la economía de equivalencias del Socialismo del Siglo 21,
de que “La revolución es la ultima ratio (último “truco”) de la
evolución”.
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Dios no existe
Pedir a una izquierda inmóvil que entienda el movimiento del
universo, incluyendo su propio movimiento cero, es obviamente pedir
peras al olmo. Hasta que no salga de su estado de “jóvenes hegelianos”
(Marx), se quedará admirando con la boca abierta las milagrosas
volteretas del Papa Francisco – y, permaneciendo en su estado de reposo,
conforme a la primera ley de Newton. Esta izquierda es la prueba viva
de que Dios no existe y que Hegel se equivocó. Porque si existiera, la
pondría en movimiento, motivado por la misericordia con la humanidad.
http://www.larazon.net/2015/07/13/heinz-dieterich-la-ignorante-izquierda-global-ante-el-capitalismo-y-socialismo-del-siglo-xxi/