Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
La crisis periódica del capitalismo rentista asoma en el horizonte de la Revolución. Son muchos los intelectuales de lado y lado que hablan de los días difíciles que necesariamente vendrán. El bajón en los precios del petróleo da pie para todo tipo de mal pronóstico; el 27 de Febrero regresa como un recuerdo, ahora desprovisto de romanticismo; el pacto de punto fijo se levanta de su precaria sepultura y reclama vigencia. Entre tanto, el gobierno insiste en negar la situación que lo ahoga y actúa como si a sus velas las hincharan vientos de prosperidad. La crisis avanza en nuestras narices. Veamos.
No hay duda de que estamos viviendo las consecuencias de la opción socialdemócrata que escogió la pequeña burguesía, la derecha interna, cuando se hizo con el gobierno, ya ese camino está dando resultados, ésta es su cosecha.
En lo económico la situación es muy clara. Hay crisis, el precio del petróleo baja casi a la mitad, y el gobierno se esmera en decir que no hay problema, que todo seguirá igual. Hay desabastecimiento, carestía, especulación, y el gobierno riposta diciendo que sufrimos una guerra, y simultáneamente estimula, le dá dólares, a los supuestos enemigos. El gobierno declara que no hay problemas económicos pero dice que no acepta las condiciones de préstamo de los organismos internacionales, la gente se pregunta por qué buscamos préstamos si todo está bien. El dólar paralelo, índice imprudente, indiscreto, de la economía sigue su marcha, ahora está en cien, y la tendencia es a seguir subiendo. La tesis de la alianza con la burguesía para subir las fuerzas productivas fue un fiasco inmenso.
En lo social y político los signos de descomposición, de desajuste, son de bulto, masacres a los colectivos y no se encuentran explicaciones coherentes. Incendian casas de partidos, y no se sabe bien por qué. Se asesina al diputado, y la causa y los autores intelectuales siguen en penumbras. Las encuestas son cada vez más dramáticas, y el gobierno sigue de fiesta, repartiendo a manos vacías, embriagado, demencial como aquellos viejos capitanes de barcos piratas que en el asilo de anciano dan órdenes para que eleven anclas, desplieguen velas, recojan los cabos. La gente, con su sentido de la realidad, con su olfato para el peligro, anda en la calle corriendito, buscando refugios, presiente que pronto pasará algo, los rumores cubren el asfalto.
El campo chavista se resiente del giro hacia la socialdemocracia, los aires de división rompen la atmósfera, cada momento arrecian. Las excusas para la división son el maltrato, que es real, la incomprensión innegable, los argumentos de lado y lado son pedradas y puñaladas más que ideas de fondo; el gobierno y el partido no se mueven, dejan pasar, no opinan, voltean para otro lado, sólo lo defienden muchachos armados con buena voluntad pero sin ninguna formación, espontáneos guerreros contra el estudio, la inteligencia.
La situación, no hay dudas, es de peligrosa crisis que tiende a agravarse, hoy sólo vivimos un adelanto de la tempestad que viene. Y no hay dudas de que es consecuencia directa del extravío hacia la socialdemocracia, que puso el énfasis en la recompensa material y, como es histórico, no la pudo sustentar. La causa es el concubinato con la burguesía, con los capitalistas, que resquebrajó la ética, la moral y decretó un sálvese quien pueda. La culpa es haber dado carta de legitimidad a la ética del capital que rápidamente dirigió todas las manifestaciones de la vida social, minó los avances Revolucionarios.
Está claro que la enfermedad que padecemos, la crisis, no la puede curar el mismo germen que la produce, la socialdemocracia. Es grave, debía alertarnos que la opción socialdemócrata, la del gobierno y la de la oposición, no esté movilizando a su masa, como ocurrió en la última convocatoria. En estas condiciones, el capitalismo tiende a buscar nuevas formas que le garanticen el control social que hoy amenaza con perderse, he allí uno de los soportes del fascismo, la socialdemocracia fracasada lo parirá. La Revolución está en el deber de proponer con fuerza el Socialismo, no son horas de guabineo socialdemócrata. Es necesario rectificar, de no hacerlo seguirá el derrumbe, el camino al fascismo, que ya comenzó.
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