HALLOWEEN:
LA TIPICA CURSILERIA DE LA CLASE MEDIA
Por
Chucho Nery
Aunque Usted no lo crea ya el
Halloween (Día de Brujas anglosajón) ya es una celebración oficial
latinoamericana de obligatorio cumplimiento, a la par que el Día de la
Independencia o de la Madre. Porque todo lo que hagan los gringos hay que
copiarlo. Como no podemos ser como ellos
(aunque no lo admitamos públicamente) al menos tenemos el deber de tratar de
ser como ellos. Nos sentimos tan
acomplejados con nosotros mismos que nos vemos en la necesidad de imitarlos
para así disimular esos complejos tan criollos.
La cosa ha llegado a tal grado que
incluso en las oficinas públicas y privadas los empleados llegan al descaro de
reclamar con cartas dirigidas a los más altos cargos cuando sus jefes
inmediatos, a quienes aun les queda una pizca de dignidad y consciencia, se
niegan a celebrar en sus lugares de trabajo esa costumbre extranjera. Así pues los burócratas, cuando no, la
vanguardia combativa de la clase media, han elevado la alienación a rango de
derecho humano. “Con mi transculturización no te metas”, diríamos en
Venezuela. Con el mayor desparpajo la
clase media latinoamericana reivindica su “derecho” a fingir ser otro, en este
caso fingir ser gringo, pues ya está harta de ser mexicana, venezolana,
colombiana, ya se les hace muy difícil pensar algo original y se contentan con
lo más fácil, copiar y pegar, para hablar en términos tecnológicos
actualizados.
Para la América Latina actual,
pletórica de recursos generadores de divisas, es mucho más fácil importar que
producir, y por ello hemos dejado de ser originales. Porque para ser originales hay que sentarse a
pensar, estudiar, planificar y ejecutar, algo muy difícil para esta perezosa
clase media tercermundista. No, mejor es importar lo que otros producen. Y aun
así nos llenamos le jeta diciendo que nosotros “producimos”. ¡Ja! ¿Y qué es lo
que nosotros “producimos?”: Telenoveletas (copia de las gringas), Reinas de
“Belleza” (concursos copiados también de los gringos, basados en la idea
anglo-sajona de belleza, que excluye a los que no se amoldan a ella, como los
obesos o afrodescendientes), burócratas, demagogos, ladrones y asesinos.
¡Qué lejanos se sienten aquellos
tiempos en que este continente producía cosas originales! ¿Por qué Venezuela no
ha vuelto a producir otro Rómulo Gallegos, o es que acaso es muy difícil
igualarlo o superarlo? ¿Cuándo este país
volverá a producir a un Ludovico Silva? Si la mayoría no sabe quién fue, nunca
ha leído sus obras, ¡cómo van a igualarlo o superarlo! ¿Volverá Venezuela a parir a otro Jacinto
Convit, un Simón Rodríguez, a otro Bolívar?
Lo dudo mucho.
En épocas de bonanza petrolera es
inútil tratar el tema y cuando las divisas escasean y se producen las crisis
económicas y sociales estamos tan ocupados buscando culpables o raspando la
olla que siempre nos olvidamos de la originalidad y nos ponemos más frenéticos
buscando modelos importados que de nada nos sirven.
Al paso que vamos nuestra ridícula
clase media nos seguirá imponiendo más “celebraciones” gringas, una más cursi
que la otra, que para eso tienen sus antenas encendidas las veinticuatro horas
del día, pendientes de cuenta chatarra se produzca allá para imponérnosla acá
como sea. No les extrañe si dentro de
pocos años nos vemos celebrando el “Día del Mutante” y todos tengamos que
desfigurarnos la cara en casa o en la oficina, y todo aquél con un poco de
sensatez que se niegue sea exiliado y tratado como un leproso social por sus
propios parientes y compañeros de trabajo.
En Halloween los padres de la clase
media pintan a sus hijos o a sí mismos como zombis. No hace falta, ya se comportan como tales
desde hace años, gracias a personajes como Marcel Granier (quien tuvo a RCTV al
aire durante décadas, y cuyos efectos los seguimos padeciendo, aunque ya no
transmita), Gustavo Cisneros (con sus maestros lavacerebros como el borracho
Joaquín Riviera, la misógina Delia Fiallo y
el racista Osmel Sousa) y Alberto Federico Ravel (con su fábrica de disociados). ¡Qué buen trabajo
han hecho con las mentes de los venezolanos, me quito el sombrero! Y digo esto
son ironías ni sarcasmos, de verdad hay que quitarse el sombrero ante tamaño
poder de convencimiento. ¡Ya quisieran
muchos lideres políticos tener ese poder de manipular a las masas! Podría usarse ese poder para mejores causas y
el mundo sería mucho mejor.