Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
El Comandante Chávez nos trajo la esperanza, la buena nueva, de que un mundo mejor, feliz, alegre, es posible. Realizó la hazaña política de poner al Socialismo en la escena planetaria, copada por la resignación capitalista. Por supuesto, todas las fuerzas de la tradición, de lo establecido, se confabularon contra él y sus ideas, fue atacado su proyecto socialista. De nuevo, sus privilegios en peligro no dejaban dormir tranquila a la burguesía mundial, el fantasma de la liberación volvía a recorrer al mundo. La orden fue acabar, por cualquier medio, con la amenaza socialista.
Después
del asesinato de Chávez, el país entra en un período de inestabilidad,
de turbulencia, que el gobierno revolucionario encara, de manera
sorpresiva, buscando ayuda en el sector capitalista. Se abre una etapa
que podríamos llamar de restauración del capitalismo, de renuncia al
Socialismo.
En
lo económico, el giro fue relativamente fácil, se trataba de
transfundir dólares a la burguesía, y esa meta se cumplió por varias
vías, legales e ilegales. Donde la situación se complica es en lo
político, allí el gobierno tiene serías dificultades. Veamos.
En la oposición, en la mud, aparecen dos posiciones principales: la golpista y la restauradora del pacto de punto fijo.
La
primera, la golpista, tiene diferentes matices. Están los que proponen
la constituyente, que es un planteamiento que da basamento legal, que
enmascara, al golpe; y los que plantean otro tipo de salida, es así que
capriles declara:
“No
se trata de esperar hasta las elecciones de 2019, como dicen algunos
por ahí. La Constitución establece varios caminos, una reforma,
revocatorio o enmienda, y para eso hay que hacer un trabajo de hormiga,
trabajo que hacemos nosotros a diario en nuestras comunidades. No
esperar a que las personas lleguen, es ir a buscarlas.”
Los
dos matices quieren salir del Presidente Maduro anticipadamente, no lo
reconocen, difieren en el método, y los divide la cuota de poder que le
tocaría a cada uno. Al final, ya lo sabemos, se unirán al que coseche el
éxito.
La
otra posición es la que intenta restaurar un nuevo pacto de punto fijo,
seguir con las reglas de la democracia burguesa. Ésta quiere ir al
diálogo, pero se topa con el muro de la imposibilidad del gobierno de
hacer concesiones -por ahora- que lo desacreditarían aún más con su base
social, ya desconcertada; por ejemplo, soltar los presos.
El
pacto, que parece ser la forma política burguesa que funciona mejor en
este continente, tiene la dificultad que deja en evidencia que todo el
camino andado, desde el 4 de Febrero, cuando Chávez se alzó en contra de
la IV república, es decir, contra la democracia burguesa, fue en vano,
que este gobierno lo desecha. Sería el decreto de liquidación de la
Revolución Chavista.
El
gobierno intenta “estabilizar” al capitalismo, que es otra manera de
decir, administrarlo. En el intento, se debilita. En lo económico no
consigue resolver el consumo, en lo político pierde piso en su base y,
lo que es más grave, las razones sagradas para su existencia se
desvanecen en el espíritu colectivo, en la ambigüedad.
El
tiempo dirá cuál de estas tres formas será la sepulturera del
Socialismo: si es la que impulsa regresar al pacto de punto fijo, si el
Socialismo se apaga en las aguas de la democracia burguesa, o si la
posibilidad socialista se desvanecerá en un golpe de estado fascista
fraguado tras el biombo de la constituyente.
El
tiempo dirá si los revolucionarios logramos rescatar al Comandante
Chávez y al Socialismo para el combate…o, por el contrario, el sueño de
redención del humano será pospuesto nuevamente.
¡Socialismo o barbarie!