SE SOLICITA ENEMIGO, LA CULPA CORRE POR CUENTA DE LA EMPRESA
Esta Revolución quedó sin enemigo, sólo se enfrenta a las apariencias, a las manifestaciones, nunca a la esencia que les da origen. Se enfrenta sólo a las formas que adquiere el fondo, nunca al fondo. En conclusión: esta Revolución adquirió la extraña característica de no tener enemigo verdadero.
Ahora bien, una Revolución debe enfrentarse a alguien creíble, el enemigo es acicate para un proceso político, sea democracia burguesa o Revolución. Los gringos, con la caída de la Unión Soviética, se quedaron sin adversario y necesitaron dinamitar las Torres Gemelas para fabricarse estímulo y excusa a sus tropelías. Otros persiguen al narcotráfico o a las migraciones africanas, los más crueles acosan a grupos étnicos. Es así, si el enemigo no existe se inventa.
Esta Revolución se quedó sin antagonista. El capitalismo, su enemigo natural, se sienta junto al gobierno en las mesas de diálogo en las que se fabrica la economía y la política. Se invita al adversario natural a trabajar juntos. Es una posición romanticoide, muy apropiada para una telenovela, pero inoperante en la vida real. Las alianzas con la oligarquía no funcionan, al contrario, confunden la base natural de la Revolución.
Así las cosas, sin enemigo creíble, transitamos la política dando tumbos: atacamos a las guarimbas pero no al sistema que las causa, atacamos al fascismo sin relación con su padre, el capitalismo. A la oligarquía la dividimos artificialmente: capriles es bueno ahora, mañana no se sabe, pero mariacorina y leopoldo, sus compinches, son malos. Los gringos son malucos en la mañana, y en la tarde le enviamos una alta comisión de conciliación, mientras ellos no cesan de atacarnos y conspirar.
Intenta la Revolución dar coherencia a toda esta ensalada con llamamientos a la paz, pero la paz en el aire, con un enemigo tocando la puerta, es una paz boba que no resuelve el conflicto principal, la disputa por el poder.
Estas incoherencias, estas ambigüedades, son propias de la ideología reformista, capaz de imaginar una guerra sin contrincante, sin objetivos. Pero la realidad es implacable y les exige verdaderos rivales que le permitan dar coherencia a toda esta ensalada.
Es entonces cuando el reformismo apela, y esto parecerá paradójico, a su enemigo natural que es la Revolución. Siempre ha sido así: el principal enemigo del reformismo es la Revolución. Eso explica el comportamiento de la ideología reformista cuando, dirigiendo revoluciones, es capaz de dialogar con cualquier capitalista, con capriles hoy y mañana con los gringos… pero no puede ver a un revolucionario ni en pintura, se le destapa el odio.
Los reformistas son enemigos naturales de los revolucionarios, y en tiempos de Revolución lo son mucho más. Es que deben convencer a los capitalistas de que son de fiar, de que con ellos no corre peligro el sistema, de que las intenciones de cambio ahora son sólo retórica.
Es necesario que la Revolución rectifique, esto significa que enfrente a su enemigo natural, al capitalismo, y deseche las frivolidades reformistas. Que emprenda con coraje el camino hacia el Socialismo, que éste deje de ser un recurso, una mera amenaza, o palabra de adorno. Sólo así saldremos de estos tiempos de desconcierto, y retomaremos el camino de la pasión revolucionaria.
¡Viva Chávez!
Estas incoherencias, estas ambigüedades, son propias de la ideología reformista, capaz de imaginar una guerra sin contrincante, sin objetivos. Pero la realidad es implacable y les exige verdaderos rivales que le permitan dar coherencia a toda esta ensalada.
Es entonces cuando el reformismo apela, y esto parecerá paradójico, a su enemigo natural que es la Revolución. Siempre ha sido así: el principal enemigo del reformismo es la Revolución. Eso explica el comportamiento de la ideología reformista cuando, dirigiendo revoluciones, es capaz de dialogar con cualquier capitalista, con capriles hoy y mañana con los gringos… pero no puede ver a un revolucionario ni en pintura, se le destapa el odio.
Los reformistas son enemigos naturales de los revolucionarios, y en tiempos de Revolución lo son mucho más. Es que deben convencer a los capitalistas de que son de fiar, de que con ellos no corre peligro el sistema, de que las intenciones de cambio ahora son sólo retórica.
Es necesario que la Revolución rectifique, esto significa que enfrente a su enemigo natural, al capitalismo, y deseche las frivolidades reformistas. Que emprenda con coraje el camino hacia el Socialismo, que éste deje de ser un recurso, una mera amenaza, o palabra de adorno. Sólo así saldremos de estos tiempos de desconcierto, y retomaremos el camino de la pasión revolucionaria.
¡Viva Chávez!