La proliferación de pequeñas editoriales está haciendo que se publiquen obras que, por uno u otro motivo, las grandes rechazan, quizá porque les suponen cierto riesgo que no están dispuestas a realizar. Gracias a ello hay obras del mismísimo William Faulknerque se están editando últimamente, cosas desperdigadas de Scott Fitzgerald, que quedan al modo de flecos a sus obras principales, proliferación de escritores centroeuropeos, en la estela de un Joseph Roth, como Heimito von Doderer, los irremediables inéditos, conocidos cada cierto tiempo, de Fernando Pessoa y los infinitos escritos de su misteriosa maleta, amén de reediciones de libros ya descatalogados y de verdadera importancia en el panorama literario del siglo XX, por ejemplo, Platónov,Babel, Ajmátova, por referirnos a tres escritores rusos de gran talento salidos de la represión estalinista. Y esto que sólo cito a libros de los autores que, por diversos motivos, me han llamado la atención en las últimas semanas.
Dentro de este contexto cabe saludar la publicación del Diccionario de ateos, de Sylvain de Maréchal, por parte de la editorial Laetoli, en su colección Los Ilustrados que dirige José Manuel Bermudo, y que es la primera traducción del Dictionnaire des Athées Anciens et Modernes, que Sylvain de Maréchal publicó en 1800 después de haber dado a conocer, dos años antes, su Culto y Leyes de una Sociedad de Hombres sin Dios, donde se incidía en que la superstición debía ser combatida por hombres no creyentes provistos de una gran virtud moral. Proyectos como éste de Laetoli, además, nos acercan a textos como los que ha editado deHolbach y Helvetius o Meslier, como su Memoria contra la religión, y que rescata así libros esenciales en el desarrollo de nuestra cultura actual pero que, por diversos avatares, corrían el peligro de ser preteridos a las estanterías de libros para coleccionistas e integrados en una memoria del ateísmo poco menos que folclórico y no reconocidos en lo que son, clásicos del pensamiento de la Modernidad.
Leer este diccionario con los ojos de hoy resulta algo chocante pues el lector actual no se encontrará con unas entradas de probados ateos, sino que, por el contrario, verá como junto aAvicena, páginas más adelante, se habla de los bramines y se da cuenta de afirmaciones que resultan curiosas, como el decir que entre los anatomistas proliferan los ateos. En realidad el libro, muy en la línea de Maréchal, trata de demostrar que la actitud crítica con la Iglesia a lo largo de los tiempos ha dado como resultado un ramillete de hombres de bien en lo moral. Estuvo siempre obsesionado con esa idea hasta el extremo de bautizarse como el “Lucrecio francés” y escribir un Fragmento moral sobre el culto de Dios donde pretendía sustituir la fe por la virtud. Masón, perteneció a la logia de “La celeste amistad” del Gran Oriente francés y probablemente estuviera adscrito a ella desde 1777. Pero Sylvain de Maréchal es algo más que un intelectual de probada actitud atea: es uno de los personajes más curiosos y extravagantes que nos dio la Revolución francesa, pródigo en ellos. Por lo pronto estuvo encarcelado en la prisión de Saint Lazare, donde iban los hombres de conducta extraviada, y no en la Bastilla, porque escribió elAlmanaque de Gentes Honestas, donde quiso sustituir a los santos del calendario gregoriano por preclaros hombres, cosa que se hizo en el período revolucionario. Se quemó la obra a resultas de su publicación y se le encarceló durante tres meses. Aquello lo sufrió como una gran humillación porque él, que siempre predicó la moral atea, fue condenado por costumbres licenciosas, pero luego, cuando la Revolución, no lo tuvo mejor.
Louis Marie Pruhomme lo empleó como periodista para sus manejos políticos, pero pronto se le rebeló escribiendo un libelo contra Robespierre, el Incorruptible. Sin embargo, a pesar de su izquierdismo, y a resultas de su oposición a la guerra, decía que los revolucionarios debían consagrarse a la búsqueda de la felicidad no a la de la gloria, tuvo afinidad con las ideas de la Gironda, con gentes como Marat, Condorcet, Brissot… contradicción que le persiguió durante el periodo revolucionario pues siempre tuvo, al contrario que muchos de sus coetáneos, una mirada que iba más allá de lo inmediato, de la componenda política del momento y atisbó tiempos futuros.
Fue el autor del Manifiesto de los Iguales, junto a Gracchus Babeuf, y por ello se comprometió en la conjura que lleva ese nombre, por lo que se le consideró uno de los primeros abanderados del comunismo. Pero su obsesión mayor fue el de indagar, con todo, en la profunda raíz moral del ateismo, por lo que se sintió remiso a otras posturas urgentes del momento, como los derechos de la mujer. Sin embargo curiosamente, redactó, en 1801, un año después de publicar elDiccionario de ateos, un Proyecto para que las mujeres aprendan a leer, que le supuso entrara en polémica con Marie Armande Jeanne Gacon Dufour, una de las primeras feministas, y tener una profunda amistad con ella hasta el final de sus días.
El filósofo de moda ahora en Francia, Michel Onfray, afirma, con pesar, que Sylvain de Maréchal es un pensador que ha desaparecido de la circulación intelectual contemporánea y es momento de reivindicarlo. La razón, es probable, estribe en su radicalismo, lo que hace de él una figura poco dada a ser rescatada por los hacedores de próceres que trabajan en tiempos futuros rescatando figuras que les sean afines. Podría decirse que el Marqués de Sade también fue una figura de factura radical y su fama es enorme. Cierto, pero fama muy reciente, comenzaron a reivindicarle los surrealistas, y, además, su radicalismo es pura trasgresión de valores, algo muy afín al nihilismo, cosa que sitúa a Maréchal en las antípodas del mismo, él, que quería sustituir a los santos por hombres ateos, pero igualmente santos y portadores de virtudes.
Maréchal fue un ideólogo del primer movimiento libertario. Este libro es una oportunidad única para conocer a uno de los pensadores más curiosos que dio la Revolución Francesa, matriz de todos los movimientos políticos europeos posteriores. Maréchal tuvo que esperar casi setenta años, estamos ya en la Comuna, para que sus pensamientos comenzaran a dar sus frutos. Frutos que parecen estar de actualidad ahora con movimientos como los del 15-M. Maréchal, de vivir hoy, andaría indagando con curiosidad entre sus miembros.