Por Toby Valderrama y
Antonio Aponte
Alarma
la sociedad dormida frente al avance del fascismo, nos acercamos a la barbarie
en medio de la aprobación de los inconscientes, nadie reacciona, ni el Defensor
del Pueblo, ni la Fiscalía, todos anestesiados. Lo más lejos que llegan es a
denunciar de forma leve y cautelosa violaciones a los derechos humanos, cuando
lo que hay son los pasos francos hacia el fascismo. Ya José Vicente, un hombre
libre de toda sospecha, hizo la advertencia, ojalá los sectores sanos del
gobierno y del PSUV perciban la gravedad de la situación; y ojalá los sectores
de derecha no se atrevan a también descalificar a José Vicente. Si leemos los
razonamientos de los altos jerarcas del gobierno no podemos menos que
horrorizarnos, es un discurso francamente fascista.
Cómo
podemos calificar la cremación de “El Picure” por orden presidencial, dónde
quedaron los derechos humanos de este humano, de sus familiares, su madre
enferma, en nombre de cuál justicia se comete esa monstruosidad, ese atropello.
Qué
pensar de las declaraciones del Presidente Maduro cuando describe con detalles
la “épica” de la cacería de este forajido menor, parangonando el episodio a una
gran batalla contra los tanques del General Rommel. Qué pensar cuando al final
de su "parte de guerra" termina con una amenaza que nos recuerda a
las esquinas de la favela brasilera, o a las maras del Salvador, dice el
Presidente: “nos enfrentamos a unos diablos y no sólo le vamos a echar agua
bendita".
El
operativo anda por allí matando sin entregar cuentas, amenaza con agudizarse,
entrar en otra etapa y nadie reclama; “¡eran delincuentes!” es suficiente para
anularle cualquier derecho humano, a los que más lo necesitan.
Los organismos encargados no se percatan de que la
defensa de los derechos humanos de esos delincuentes es en realidad la defensa
de la ética, la moral de la sociedad, una sociedad que justifica la muerte de
sus hijos sin juicio, sin investigación, es una sociedad que va camino al
fascismo, establece una relación con la vida y con la muerte sin principios,
sin límites.
El
gobierno escogió la vía represiva para atacar un problema social, y la
represión pura construye una moral perversa que la justifica, esta moral
contamina a policías y ladrones, crea la ética del atropello sin límite, sin
ley, sin derechos humanos, que igual guía al malandro que al cuerpo represivo.
La violencia sustituye a cualquier consideración, los derechos humanos
estallan, el único argumento es la fuerza. La sociedad se rinde a la lógica del
malandro: la fuerza.
Hasta
aquí es suficiente para entender que estamos rozando al fascismo, pero, tal
como era de prever el avance del fascismo es indetenible. Ahora aparece el peligroso
intento de vincular la delincuencia con la política; se acusa a la ligera a la
derecha externa, a la ultra, de conexiones con la delincuencia. El ministro del
Interior acusa a un diputado de la derecha de relaciones con “El Topo",
acusado de la masacre de los mineros, la ministra de prisiones apuntala la
tesis, el Presidente habla de pruebas. Las acusaciones son muy preocupantes,
con ellas se da un paso definitivo al fascismo. Veamos.
Primero,
todo el que disienta de la acusación será calificado como aliado de la derecha,
agente enemigo, paramilitar, y paramilitar lleva oculta la acusación de colombiano,
y de allí a “traidor a la patria” no falta nada. De esa manera, sin ninguna
contención, el virus del fascismo seguirá su camino. Al relacionar la
delincuencia con la política, así sólo con una avalancha mediática, se
justifica que las acciones contra la delincuencia se apliquen a los políticos; hoy
son los de derecha, pero quién impide que mañana señalen a los revolucionarios
que disientan, ya en Aporrea aparecen escritos hablando irresponsablemente de reuniones
de críticos del gobierno en Ramo Verde, o acusando a los críticos de agentes
enemigos, son señales preocupantes. Y tendríamos el fascismo en todo su
despliegue: ¡Todo el que disienta es delincuente, merece su “picurazo”!+