Hace unos días, un equipo de investigación dio a conocer el descubrimiento de un par de serpientes que tienen la singular característica de concebir virginalmente, esto es, de no siempre necesitar un macho para procrear y reproducirse.
Se trata de la Agkistrodon contortrix y la Agkistrodon piscivorus (esta última venenosa), nativas del norte de América y del sureste de Estados Unidos, respectivamente, las cuales, según Warren Booth, ecólogo molecular de la Universidad de Tulsa, en Oklahoma, conformarían el primer caso en estado salvaje de partenogénesis facultativa (el proceso de reproducción asexual en que un embrión se desarrolla sin fertilización de por medio).
Antes ya se habían documentado otros en zoológicos, acuarios y, en general, situaciones de cautiverio, en que animales se han visto forzados a reproducirse de esta manera: aves, tiburones, dragones de Komodo; pero nunca hasta ahora en estado natural.
Booth y sus colegas capturaron especímenes de dichas serpientes ya preñadas, para mantenerlas en observación mientras llegaba el día en que parieran. Cuando esto sucedió, la calidad de las crías dio la pauta para intuir si habían sido producto de una reproducción sexual o una asexual. Según el investigador, las provenientes de esta última condición tienen una gran cantidad de fallas, como nacer muertas o pocos ejemplares machos viables.
Con estas señales, el siguiente paso fue analizar la genética de las madres y de su progenie. Para su sorpresa, Booth encontró que en el material genético de las serpientes la contribución del macho era “infinitesimalmente pequeña”, con lo cual se obtuvo la confirmación de que la partenogénesis había ocurrido naturalmente.
Curiosamente, esto no se debe a la ausencia de machos (otro de los prejuicios que se tenían al respecto), pues el entorno donde recogieron a las serpientes examinadas no estaba exento de ellos. Por una razón que todavía se desconoce, estos ejemplares hembras abandonaron a sus parejas potenciales o rechazaron su esperma.
Sin duda un hecho interesante que, además, no deja de tener resonancias más allá de la ciencia, pues involucra tres de los símbolos más recurrentes y fundamentales de la tradición cristiana: la virgen, la concepción (inmaculada, según el dogma) y la serpiente.