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17 oct 2015

La “geopolítica del agua” del siglo XXI

Un impactante análisis de Peter Engelke, becario del Atlantic Council, y de Russell Sticklor, investigador del Stimson Center, contempla las guerras del agua como el próximo gran detonador de conflictos globales, en el influyente portal The National Interest (http://goo.gl/EUXIF9).

Aunque pertenecen a escuelas ultraconservadoras de Estados Unidos –similares en su irredentismo trasnacional a los polémicos Aspen Institute y Wilson Center (que prohijó con el ITAM el regalo del petróleo de México a Estados Unidos)–, Peter Engelke y Russell Sticklor abordan la geopolítica del agua para el siglo XXI, análoga a la del petróleo que configuró la geopolítica del siglo XX: el agua tiene el poder de reordenar (¡supersic!) las relaciones internacionales en el siglo presente y su geopolítica mundial emergente es complicada ya que los recursos de agua fresca (http://goo.gl/1rrWWq) están distribuidos en forma desigual en todo el planeta.

Juzgan que existen grandes potencias acuíferas dotadas con enormes reservas renovables como Brasil, Rusia, Estados Unidos, Canadá y China (¡supersic!), que conforman los primeros cinco del ranking mundial de la CIA (https://goo.gl/6PKx7A).
Consideran que, pese a ello, aun dentro de estos inmensos países, la asequibilidad no es uniforme, ya que en el sur de Brasil, la parte occidental de Estados Unidos, el norte de China y otras subregiones, confrontan intenso estrés acuífero. Nada es perfecto.
Señalan que en número los países carentes de agua superan a las grandes potencias hidráulicas: una creciente lista de países que sufren la tormenta perfecta (¡supersic!) de un rápido crecimiento poblacional, agotamiento de recursos, pobre gobernación (sic), estancamiento económico e impactos de cambio climático inquietantes en medio de una aridez crónica.

Los países más frágiles en materia acuífera están concentrados en un significativo cinturón estratégico que va del norte de África a través del Medio Oriente y el cuerno de África hasta las partes oriental, sureña y central de Asia (http://goo.gl/naFKGg).
Es en este cinturón de países naturalmente áridos o semiáridos donde la escasez de agua tiene el mayor potencial de infligir un grave daño.

Señalan que el estrés acuífero se entiende mejor como un precursor de conflictos y apuntan el ejemplo de tres países islámicos: Siria, Yemen y Pakistán, que pertenecen al célebre arco de crisis geopolítico.

El arco de la crisis fue un concepto muy socorrido por Zbigniew Brzezinski, ex asesor de Seguridad Nacional de Carter e íntimo de Obama (http://goo.gl/Z3U4z), el cual regresa ahora bajo el esquema de la crisis global del agua (https://goo.gl/XVknZK).

En referencia a la martirizada Siria, los autores aducen que entre 2006 y 2010, fue golpeada duramente por la sequía, que arrasó con el modo de vida rural y causó desplazamientos internos significativos, que a su vez ayudaron a espolear la olla que hizo bullir y desembocó en una guerra civil que eventualmente se desparramó a Irak.

Aquí discrepo, ya que la atroz guerra ilegal de Estados Unidos y Gran Bretaña en Irak provocó masivas migraciones y desplazamientos que alcanzaron a Damasco. Más bien es la confluencia de las dos guerras consecutivas de Irak por el nepotismo dinástico de los Bush (padre e hijo) y la guerra civil en Siria la que confluyó para crear todas las turbulencias desde la antigua Mesopotamia (que significa tierra entre dos ríos: el Éufrates y el Tigris) hasta la costa nororiental del Mar Mediterráneo.

Peter Engelke y Russell Sticklor citan a investigadores, consultados por The New York Times (NYT), quienes vinculan el conflicto sirio a la sequía empeorada por el cambio climático (http://goo.gl/ePzJbY).

A propósito, hace cinco años, antes que el NYT, apunté que Siria era el teatro de la primera revuelta árabe por el agua y el cambio climático (http://goo.gl/BTQp9).

Peter Engelke y Russell Sticklor juzgan que en los recientes dos años, los yihadistas de Daesh/ISIS han contemplado el acceso al agua y su control como un objetivo estratégico primario de su campaña, y han expropiado presas hidroeléctricas, canales de irrigación, depósitos de agua, acueductos/gasoductos y otras infraestructuras de agua para cimentar sus adquisiciones territoriales.

Arguyen que el agua ha jugado un papel importante en el colapso en curso de Yemen, donde “décadas de mal manejo lo han dejado –uno de los países más escasos en agua del mundo– con una infraestructura dilapidada de agua, reservas subterráneas acuíferas severamente agotadas, y altas tasas de ineficiencia de uso de agua”. ¿Qué le dejan a la Bolivia del DF y Edomex (http://goo.gl/YhRJuD)?

Saná, la capital de Yemen, puede convertirse en la primera capital del mundo moderno en carecer funcionalmente de agua, posiblemente (sic) tan temprano como 2025. ¿Antes que la Bolivia mexicana?

Aportan el ejemplo de Pakistán y su galopante crecimiento poblacional, con patrones de lluvia cambiantes que amenazan su perspectiva acuífera.

Citan al Daily Times, de Pakistán, que pronostica que su población masiva casi se duplicará en los próximos 36 años (nota: casi 200 millones y una pirámide demográfica similar a la de México) y cuya demanda de sus acuíferos limitados se intensificará en una forma que es casi inimaginable (http://goo.gl/MZ9yQ9).

Pakistán, potencia nuclear con 120 ojivas, es ya uno de los países con mayor escasez de agua en el planeta, lo cual reconfigura la región (léase: el subcontinente indio de mayor población planetaria) cuando muchos grupos militantes pakistaníes por largo tiempo hostiles a India han suplantado sus protestas sobre el control de Cachemira por India con más protestas específicas sobre el acceso al más valioso recurso de Cachemira: el agua.

Peter Engelke y Russell Sticklor concluyen que existen otros países que se unirán a la triada de Siria, Yemen y Pakistán y enfrentarán una combinación similar de estrés acuífero e inseguridad política y social, como Irak y otros países proclives (¡supersic!) a conflictos y de significado geopolítico como Irak, Irán (¡supersic!), Afganistán, Egipto, Libia, Nigeria y Somalia”. ¿Y la Bolivia mexicana de la metrópoli, que va desde Iztapalapa hasta Ciudad Neza?
No es precisamente la aplicación interesada de la fétida ley Korenfeld (http://goo.gl/MZ9yQ9) –que favorece los intereses de Israel en detrimento de México y pretende privatizar hasta el agua de lluvia y utilizarla para el letal fracking– lo que resolverá el severo estrés acuífero de la metrópoli mexicana.

A juicio de Peter Engelke y Russell Sticklor es todavía más preocupante (¡supersic!) que pesos pesados globales como China, India y el mismo Estados Unidos enfrenten incómodos futuros, dados los contrastes entre la demanda pronosticada del agua y las exprimidas (sic) fuentes de abastecimiento.

No siempre la carencia de agua estimula los conflictos; también su superabundancia, como el caso singular del Líbano: motivo del apetito de saqueo acuífero de Israel en el río Litani (http://goo.gl/XL2jJE).

Un tema convergente en el arco de crisis (http://goo.gl/pwdd2d) es la expropiación del agua subterránea palestina por el Estado racista y de apartheid de Israel (http://goo.gl/0W6K6o).

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