por Toby Valderrama y Antonio Aponte
Todo diálogo entre factores antagónicos tiende a ser una capitulación; entre factores no antagónicos tiende a un pacto. En Vietnam, el diálogo entre los gringos y los vietnamitas ocurre cuando los gringos estaban desesperados por salir de aquel atolladero, y se llega a su capitulación disimulada. Se aplica aquello de: «Al enemigo que huye, puente de plata».
Aquí, entre nosotros, se presentan dos tipos de diálogo. Veamos.
Uno, el económico, que funciona bien por la capitulación del Socialismo, con la excusa de la producción que todo lo justifica y encubre un poco, como hoja de parra, la vergüenza. La masa no percibe la entrega, sólo la padece, y busca culpables en la superficie, en el tendero, en el buhonero, en el contrabandista. Así, en lo económico, el pacto, la mesa de diálogo, va bien, viento en popa.
Diferente es en lo político. Allí se tranca el asunto porque ese dialogo exige también capitulación -la capitulación en lo político es más difícil de disfrazar-, y las apetencias de los políticos reaccionarios son más difíciles de satisfacer. Exigen que el gobierno revolucionario renuncie a su fuente de fuerza, al espíritu revolucionario. Piden amnistía, el gobierno le da mil vueltas para minimizar el costo político, las tensiones internas que eso produciría, y no hay forma, sería como quitarse la careta, o cortar el pelo a Sansón. Por otro lado, las conversaciones, si no son antagónicas conducen a un nuevo pacto de punto fijo, a cuotas de gobierno para los escuálidos, a un gobierno, tal como lo dijo lula “el obrero”, de coalición. Esa sería la estocada definitiva al espíritu chavista y sería el fin.
El gobierno revolucionario se mueve en esa contradicción, en ese dilema: claudica en lo económico y esa claudicación le exige claudicación en lo político, suicidio, que se borre, que renuncie. Está claro que el camino que transita el gobierno no tiene escapatoria, o se entrega o cambia de vía.
Es urgente que rectifique, aún hay tiempo, que regrese a la vía de la construcción del Socialismo más allá de la retórica, que retome el Plan de la Patria, el original, que vaya contra la lógica del capital. Sólo así podremos elevar la conciencia del deber social, acabar con la confusión de los obreros que, por ejemplo, no ven diferencia entre una fábrica propiedad social y una fábrica propiedad capitalista, la paralizan, eso es lo que le ha enseñado el gobierno con sus mesas y sus llamados a la producción capitalista.
Este es el único camino con posibilidades de éxito para el gobierno, para la Revolución. En ese camino reconstruirá la pasión revolucionaria, encontrará la verdadera unidad, unidad con contenido, y será la única manera de defender a la Patria, al sueño de Chávez.
¡Chávez vive en el Socialismo!
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