Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
En los últimos días, la lealtad ha estado en el centro de la discusión. Dentro del chavismo abundan las acusaciones y los juramentos, no hay discurso que deje de tocar el tema. El Presidente agradece la lealtad, el General proclama lealtad a Chávez, el antiguo ministro escribe y es acusado de desleal junto a sus solidarios, todos andan derechito, con miedo a ser acusados de faltar a la lealtad. La lealtad hoy es lanza y es escudo.
De todo esto surgen preguntas: ¿qué es lealtad?, ¿cuántos tipos de lealtad existen?, ¿cuándo se rompe la lealtad?, ¿cómo es la lealtad con los leales?, y muchas más. Intentemos algunos elementos para las respuestas.
Difícil definir lealtad, se confunde con sumisión, con seguimiento ciego, con fetichismo, con pérdida de independencia, con enajenación. Quizá podamos adoptar la definición del clásico: “La lealtad es compartir un mismo ideal, saber que la persona objeto de la lealtad lo lleva a su concreción”. De allí que la lealtad es un sentimiento recíproco, se es leal y el depositario de esa lealtad la retribuye con idéntico sentimiento. Podríamos añadir que la lealtad implica un contenido ideológico, no es algo ciego, sin límites, sin definiciones.
Aún es difícil no confundirse, necesitamos más precisión. Veamos cómo es la lealtad de un oportunista, de un pragmático: cuándo está con el gobierno, es leal a la oportunidad de enriquecerse, de tener poder. Esa lealtad no puede ser igual a la del que está con el gobierno porque defiende un ideal. Llamemos a la primera “complicidad”, y reservemos el término “lealtad” a la segunda.
Entonces, el concepto de lealtad está ligado al contenido, al ideal, la búsqueda de este ideal dota al líder de una historia que lo cubre de una especie de magia, lo funde con la espiritualidad, lo hace grande.
Los líderes que son fieles al ideal siempre contarán con la fuerza, por eso la batalla principal de los enemigos es separar al líder del ideal, de esta manera consiguen anular la lealtad de las masas, confundirlas. Así hicieron con Bolívar, como él mismo se lamenta: los enemigos han hollado en lo más sagrado, en su reputación.
Aún hoy, Bolívar suscita lealtades por su ideal de Patria Grande. Martí es Martí por su visión de Patria es Humanidad. Fidel es inmenso por ser el líder del ensayo socialista en América y el faro que guía, que permanece, por encima de la caída del campo socialista. El Che cabalgó al mundo sobre el rocinante de su ideal, con la adarga al brazo, siempre “temblando de indignación frente a la injusticia”, “luchando contra el imperialismo donde quiera que esté”. Fabricio, Jorge Rodríguez, Américo se elevaron en el martirio. Un ideal los hizo inmortales.
Somos leales a Chávez porque consiguió, con valentía, fundirse en un ideal, en la aspiración suprema de la humanidad, en el Socialismo, y lo hizo cuando el pragmatismo, el interés material, la viveza, el egoísmo eran la norma casi unánime. Chávez forma parte de la historia de este anhelo de la humanidad que viene desde Cristo: ahora Chávez y el Socialismo son una misma fuerza que sostiene el sentimiento de Patria. Esa tríada merece lealtad.
Cuando la lealtad se desliga del ideal que la sustenta se rompe, es una lealtad rota, artificial, sólo una cáscara, una imitación.
¡Con Chávez, leales al Socialismo!
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