Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
Existen graves problemas en la Revolución Chavista, es tan inútil negarlos como intentar disfrazarlos. Lo apropiado es encararlos, estudiarlos, buscar sus causas. Las conductas débiles, que ensayan esconder las dificultades tras unos barrotes de tinta, unas declaraciones destempladas, tras una nube de cuñas, lo que obtienen es más debilidad, nos acercan más al abismo.
Es evidente que existe una crisis de poder, la oposición oligarca acecha al gobierno, intenta estructurar una vía para asaltarlo, avanza. Dentro del campo chavista las contradicciones profundas asoman con cartas, solidaridades e insultos que después son recogidos, pero no se debate con seriedad, todo queda en la superficie, en el chisme, en la habladuría. Mientras, las bases se confunden, se hunden en la pelea personal: los que antes eran superministros ahora son traidores sujetos a lapidación en nombre de la lealtad castrada, sin contenido, que justifica cualquier crueldad, hasta el fusilamiento sumario. Poco a poco se va formando el terreno psíquico propicio para salidas violentas, para el fascismo.
Es necesario defender al gobierno del Presidente Maduro, pero ¿cómo hacerlo? ¿Esperando, inermes, sin alertar, dormidos hasta que den el golpe o fragüen la renuncia del Presidente y después salir a la calle, sin dirección, sin comando, a jugarnos el albur de repetir otro abril? ¿Debemos entonces esperar que el gobierno sea sumergido en los tremedales del capitalismo y reaccionar cuando ya no “haiga” remedio, o al contrario, debemos buscar las causas de las debilidades de la Revolución, corregirlas y, simultáneamente, preparar la respuesta a la asonada y a la restauración dulce, es decir, derrotar a la vía violenta y a la entrega pacífica?
Las dos primeras opciones nos conducen al fracaso, son irresponsables. El tercer abordaje a la situación requiere estudio, análisis, no puede ser resuelto en la improvisación, no obstante, no hay otra manera de conservar opciones de victoria. Procedamos.
El principal origen de las dificultades de la Revolución es la anemia, el desteñido de la estrategia revolucionaria, la pérdida del sentido estratégico: no se sabe la meta, no se conoce el rumbo. En estas condiciones de improvisación, de espontaneísmo, se impone lo conocido, la costumbre, necesariamente se regresa al pasado, al capitalismo. Lo anterior se puede resumir en la sentencia del clásico: “Si la Revolución se detiene, si duda en su andar, necesariamente desaparece y ese vacío lo ocupa el pasado”.
Se evita discutir para dónde vamos, la estrategia se diluye en un mar de lugares comunes, las frases hechas ocupan el lugar de la realidad.
Es necesario repetirlo sin cansarse: la rectificación es urgente, y el primer paso es definir el rumbo, retomar con fuerza el pensamiento de Chávez, el último, el Socialista. Hay que desechar la vía capitalista: basta ir al mercado para darse cuenta que fracasó. Se debe preparar a la masa para las dificultades, elevar la conciencia del deber social.
Siempre habrá tiempo de regresar al Socialismo, no obstante la credibilidad se agota, y en ese momento el giro será un gesto meritorio, de arrepentimiento, pero sin efecto práctico.
¡Chávez vive si avanzamos al Socialismo!
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