El gobierno alemán va a autorizar la fractura hidráulica (fracking) en un 86% de su territorio con dos objetivos: reducir su dependencia de Rusia y mejorar su competitividad ante Estados Unidos.
Con su propuesta de regular el procedimiento de fracturación hidráulica, el gobierno alemán se prepara para autorizar la explotación del gas de esquisto. Hasta ahora, en Alemania no existe una clara regulación de este proceso, el único empleado hasta ahora para extraer el gas atrapado en la roca madre, muy cuestionado por ecologistas y cerveceros, que denuncian las posibles consecuencias medioambientales.
Alemania, dependiente de Rusia
El gobierno alemán se prepara para autorizar la explotación del gas de esquisto [fr] en su territorio. El país posee un potencial de 2,3 billones de m³ de gas [fr] (Francia tiene 3,8), concentrados en su mayoría en los estados del norte. Este recurso permitiría al país reducir la dependencia de sus dos principales proveedores de gas: Noruega y, sobre todo, Rusia.
Alemania se ha mostrado extremadamente inquieta por las amenazas rusas de cortar el suministro desde los campos siberianos de Gazprom. Rusia proporciona cerca de un 43% [fr] del gas que consume Alemania.
La canciller Merkel también centra su atención en occidente, donde su industria pierde competitividad ante la industria norteamericana, reforzada por los hidrocarburos no convencionales. Lo mismo opinan los empresarios alemanes, que envidian a EE.UU. [fr] los bajos precios de su gas.
Ulrich Grillo, presidente de la Federación de la Industria Alemana (BDI), decía a principios de 2013 [fr]:
En el mercado europeo, el gas cuesta entre dos y tres veces más que en el mercado norteamericano. Además, en 2013, un alemán pagaba el megavatio/hora (MWh) a unos 35 euros, mientras que su homólogo norteamericano paga entre 23 y 33 euros (en Francia, el precio se sitúa en 47 euros). Sabiendo que el coste de la energía representa del 20 al 70% de los costes de producción en la industria, el cálculo es rápido.
¿Se acabaron las energías renovables?
La puesta en marcha de una industria del gas de esquisto al otro lado del Rin no gusta a todo el mundo. Muchos movimientos medioambientales han expresado su inquietud, pero es sobre todo la poderosa Federación Alemana de Cerveceros la que más ha presionado [fr]. Brauer-Bund, portavoz de dicha federación, afirma:
La federación teme que la contaminación de las capas freáticas altere la calidad de su producción. Alemania creará «santuarios» en un 14% del territorio, donde estará prohibida toda fractura hidráulica, que sin embargo se utiliza desde hace 50 años para la extracción de petróleo convencional.
La transición energética es actualmente uno de los temas más candentes en Alemania. El fuerte desarrollo de las energías renovables –eólica y solar– ya crea controversia a causa de su elevado costo. Ocho reactores nucleares se apagaron en 2011 tras la catástrofe de Fukushima y el último cerrará en 2022.
El vicecanciller y presidente de los socialdemócratas alemanes (SPD), Sigmar Gabriel, se ha expresado recientemente con franqueza declarando que la transición energética estaba «a punto de fracasar» [fr], y que el gobierno alemán habría:
Berlín intenta resolver una ecuación compleja: asegurarse el suministro del país controlando los precios y respetando los compromisos en materia de reducción de emisiones de gas de efecto invernadero. Algo muy complicado cuando son los propios cimientos de la transición energética los que se cuestionan.
Con su propuesta de regular el procedimiento de fracturación hidráulica, el gobierno alemán se prepara para autorizar la explotación del gas de esquisto. Hasta ahora, en Alemania no existe una clara regulación de este proceso, el único empleado hasta ahora para extraer el gas atrapado en la roca madre, muy cuestionado por ecologistas y cerveceros, que denuncian las posibles consecuencias medioambientales.
Alemania, dependiente de Rusia
El gobierno alemán se prepara para autorizar la explotación del gas de esquisto [fr] en su territorio. El país posee un potencial de 2,3 billones de m³ de gas [fr] (Francia tiene 3,8), concentrados en su mayoría en los estados del norte. Este recurso permitiría al país reducir la dependencia de sus dos principales proveedores de gas: Noruega y, sobre todo, Rusia.
Alemania se ha mostrado extremadamente inquieta por las amenazas rusas de cortar el suministro desde los campos siberianos de Gazprom. Rusia proporciona cerca de un 43% [fr] del gas que consume Alemania.
La canciller Merkel también centra su atención en occidente, donde su industria pierde competitividad ante la industria norteamericana, reforzada por los hidrocarburos no convencionales. Lo mismo opinan los empresarios alemanes, que envidian a EE.UU. [fr] los bajos precios de su gas.
Ulrich Grillo, presidente de la Federación de la Industria Alemana (BDI), decía a principios de 2013 [fr]:
En el mercado europeo, el gas cuesta entre dos y tres veces más que en el mercado norteamericano. Además, en 2013, un alemán pagaba el megavatio/hora (MWh) a unos 35 euros, mientras que su homólogo norteamericano paga entre 23 y 33 euros (en Francia, el precio se sitúa en 47 euros). Sabiendo que el coste de la energía representa del 20 al 70% de los costes de producción en la industria, el cálculo es rápido.
¿Se acabaron las energías renovables?
La puesta en marcha de una industria del gas de esquisto al otro lado del Rin no gusta a todo el mundo. Muchos movimientos medioambientales han expresado su inquietud, pero es sobre todo la poderosa Federación Alemana de Cerveceros la que más ha presionado [fr]. Brauer-Bund, portavoz de dicha federación, afirma:
La federación teme que la contaminación de las capas freáticas altere la calidad de su producción. Alemania creará «santuarios» en un 14% del territorio, donde estará prohibida toda fractura hidráulica, que sin embargo se utiliza desde hace 50 años para la extracción de petróleo convencional.
La transición energética es actualmente uno de los temas más candentes en Alemania. El fuerte desarrollo de las energías renovables –eólica y solar– ya crea controversia a causa de su elevado costo. Ocho reactores nucleares se apagaron en 2011 tras la catástrofe de Fukushima y el último cerrará en 2022.
El vicecanciller y presidente de los socialdemócratas alemanes (SPD), Sigmar Gabriel, se ha expresado recientemente con franqueza declarando que la transición energética estaba «a punto de fracasar» [fr], y que el gobierno alemán habría:
Berlín intenta resolver una ecuación compleja: asegurarse el suministro del país controlando los precios y respetando los compromisos en materia de reducción de emisiones de gas de efecto invernadero. Algo muy complicado cuando son los propios cimientos de la transición energética los que se cuestionan.