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12 mar 2014

Fracking, gas de esquisto y terremotos - por Alfredo Jalife

El secretario de Estado John Kerry calificó al “cambio climático” de “arma de destrucción masiva” ( ABC News, 17/02/14), a cuya clasificación pertenecen las armas atómicas, biológicas, químicas y radiológicas.
Kerry fustiga ditirámbicamente al cambio climático de “catastrófico”, mientras Estados Unidos libra una orgía para la extracción del shale gas (gas esquisto/lutita/grisú) que exacerba superlativamente el “calentamiento global”, según el Panel Intergubernamental de la Unión Europea y de la ONU (Bajo la Lupa, 23/10/13), además que provoca estragos con el rápido agotamiento de los mantos freáticos/agua fresca en Texas (Bajo la Lupa, 9/2/14), al unísono de la emisión cuantiosa del tóxico metano (Bajo la Lupa, 16/2/14).
En EU y Gran Bretaña podrán ocultar los notables hallazgos científicos, que demuestran un mayor daño que el beneficio fugaz del shale gas, pero no pueden esconder las tormentas polares, las inundaciones y el alza subsecuente del precio del gas natural y la electricidad (http://www.zerohedge.com/news/2014-02-19/polar-vortex-shock-and-awe-utility-bill-arrives-and-why-it-will-get-worse-it-gets-be).
Obama se metió en un tremendo dilema climático cuando los ambientalistas se oponen vigorosamente a la construcción del polémico oleoducto Keystone XL de mil 897 kilómetros, proyectado para transportar petróleo de Canadá a Oklahoma atravesando el acuífero Ogallala (Dakota del Sur y Nebraska).
Con tal de profundizar la “Seguridad Energética de Norteamérica” (Bajo la Lupa, 19/2/14), al precio que fuere, ¿será capaz Obama de aprobar tanto el tránsito del polémico acueducto canadiense Keystone XL como la tóxica y telúrica explotación del shale gas en el desértico noreste de México?
Science (11/7/13), una de las más prestigiadas publicaciones científicas, expone los hallazgos perturbadores del relevante laboratorio de sismología Lamont-Doherty Earth Observatory (Palisades, Nueva York) sobre el polémico fracking (fractura hidráulica): el tóxico y telúrico método para extraer shale gas.
El estudio, retomado por Reuters (11/7/13) y Scientific American (http://www.scientificamerican.com/article/drilling-and-pumping-wells-spawn-powerful-earthquakes/), fue financiado por National Science Foundation y US Geological Survey. Nicholas van der Elst, quien encabezó el estudio del laboratorio sísmico, evidencia que la “inyección de pozos puede ser el preludio para sismos más peligrosos” debido al agua residual en los pozos que presiona las placas tectónicas cercanas y que meses más tarde “produce un terremoto mayor de la magnitud de 5”.
El problema es el tipo de placas tectónicas afectadas y su “sobrecarga crítica” o si están “al borde de la ruptura” mediante el proceso de “desencadenamiento dinámico”: algo así como una metástasis telúrica.
El sismólogo Austin Holland, de Oklahoma Geological Survey, quien no formó parte del estudio, considera “haber observado desencadenamientos remotos en Oklahoma”, incluso en áreas donde no se habían realizado inyecciones, y aduce que es más probable que el desencadenamiento de sismos ocurra en “áreas de inyección”.
El coautor del estudio de marras, Heather Savage, comenta que aun si los terremotos se detienen, el peligro no cesa, ya que la “multitud (sic) de sismos puede indicar que las placas tectónicas están críticamente estresadas y pueden concentrar un terremoto mayor”.
A mi juicio, los sismos del shale gas son el equivalente subterráneo del “efecto mariposa” meteorológico –cuando, dadas las “sensibles condiciones iniciales”, un aleteo de una mariposa en Hong Kong provoca un huracán en Nueva York.
En febrero de 2010, las ondas sísmicas de 8.8 en Maule (Chile) reverberaron en todo el planeta y desencadenaron 16 horas más tarde un sismo de 4.1 en Praga (Oklahoma), sitio del yacimiento petrolero Wilzetta, que siguió repercutiendo 20 meses más tarde con pequeñas trepidaciones; luego vino el mayor temblor de 5.7 asociado a la inyección de agua residual.
Para los geólogos, no para los charlatanes de las finanzas y las seudociencias esotéricas, el temblor de Praga (Oklahoma) es paradigmático porque demostró que “uno de los mayores sismos está asociado con el agua residual y que también es uno de los mayores terremotos vinculados a un evento de desencadenamiento remoto”.
En el gremio científico existen discrepancias válidas, siempre y no sucumban a los cantos de sirenas de Wall Street. Así, el geólogo William Ellsworth, del US Geological Survey, experto en sismos provocados por humanos y quien, curiosamente, no participó en el estudio, sostiene que “sismos con una magnitud de dos o menos, poco perceptibles, son producidos rutinariamente (¡súper sic!) por el fracking”. A su juicio, el mayor temblor inducido por fracking “fue de una magnitud de 3.6, el cual es muy pequeño (sic) para causar un riesgo serio”.
A mi juicio, lo menos que se puede decir es que el fracking produce microsismos inmediatos.
Los multimedia anglosajones, lubricados por las poderosas petroleras/gaseras, gozan de mayor publicidad que sus boicoteados críticos.
Kathryn Klaber, ejecutiva de Marcellus Shale Coalition, es reticente en aceptar los hallazgos científicos que publica Sciencey se confina a pedir “más hallazgos (¡súper sic!)” ¿Espera a que se intensifiquen los sismos y se agudice la sequía?
Las regulaciones estatales y federales de EU para el manejo del agua residual en los yacimientos se enfocan más a proteger las fuentes de agua potable de la contaminación y soslayan los daños sísmicos, ya no se diga el cambio climático.
Según Science, el fracking provoca poderosos sismos y meses más tarde pueden ser suficientemente grandes para destruir edificios (¡súper sic!)
El sismo de 9.1 en Japón, en marzo del 2011, que ocasionó un tsunami devastador acompasado del cataclismo radiactivo en Fukushima –que no se ha controlado tres años más tarde, pese al encubrimiento criminal desinformativo de los turiferarios del lobby nuclear–, ocasionó una multitud de pequeños sismos en Snyder (Texas), sitio del yacimiento petrolero Cogdell, que luego experimentó un sismo de 4.5.
La masiva inyección subterránea de fluidos puede aumentar la presión en las placas tectónicas y producir un “terremoto inducido”. Este axioma ya lo sabían los geólogos hace 50 años y tal parece que los brujos aprendices del fracking y su alucinante “Revolución Energética del Siglo 21” lo eluden irresponsablemente.
Cincuenta años más tarde, el frenesí del fracking “es vinculado a un aumento de sismos inducidos” en Texas, Oklahoma, Colorado, Arkansas y Ohio.
Los sismólogos de EU identificaron tres terremotos –en Texas, Oklahoma y Colorado: no muy lejos de la frontera con México– que fueron provocados por inyección de los pozos de shale gas. ¿Sucederá lo mismo en el noreste de México, pero sin “estudios”?
John Armstrong, portavoz de la ONG Neoyorquinos contra el fracking, expone que su “mayor preocupación” es la liberación de “químicos tóxicos a los mantos freáticos”.
No sería mala idea crear de este lado de la afectada frontera una ONG Mexicanos contra el fracking, con el fin de prevenir sismos, contaminación de mantos freáticos, mayores sequías y calentamiento global en el noreste de México.
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