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21 feb 2014

Las Verdades de Miguel: Golpe en Marcha en Venezuela – Qué Hacer

MI COMENTARIO DE LA SEMANA. ¿Qué hacer ante un golpe en marcha? Aventurarme a analizar el carácter conspirativo de la protesta actual, aun cuando el carácter de esta última es legítimo me coloca ante la eventualidad de obtener una desaprobación infortunada.
Bajo ese riesgo he decidido escribir sobre la dura realidad de este tiempo. Además, no creo, ni es mi intención con mi pluma tumbar gobiernos, por lo tanto no tengo nada que temer.

Me escribía un amigo: Miguel tienes que pronunciarte, no olvides que gozas de credibilidad. Atendiendo a esa sugerencia, sin falsa modestia, voy a tratar de armar un cuadro que permita, incluso a mí mismo, una interpretación correcta de la dramática coyuntura que vivimos.

Ahora el Gobierno Revolucionario está en una situación mucho más comprometida que la enfrentada el 11A. Acá nadie ha tomado en serio al Gobierno de Washington. Desde la Casa Blanca siguen atentamente el acontecer venezolano; no desde ahora sino desde hace mucho tiempo. No es casual el pronunciamiento de Barack Obama. Es importante analizar el contexto en que se da. A diferencia del 11A, en esta ocasión, cuando, tras una profusa información que ante el mundo presenta al Gobierno Revolucionario como un ente hartamente represivo, si Estados Unidos decide aparecer blandiendo el garrote “democrático”, entonces esta vez sí contarían con el apoyo de la opinión pública internacional.

Llama la atención la indiferencia con la que los aliados de Venezuela miran desde lejos la situación que vivimos. Ello me hace evocar una frase del Che cuestionando al mundo socialista por su conducta ante Vietnam: La solidaridad del mundo socialista para con Vietnam es la misma solidaridad de la plebe romana para con el gladiador, puros aplausos.

A veces parece que se repitieran los libretos, pero con sus matices. Aunque, irónicamente, si en este momento hay un peligro en contra de nuestra estabilidad democrática, ése está encarnado por el propio Miraflores. Se insiste en subestimar a la oposición y en vez de considerar su potencialidad en frío, se multiplican los descalificativos.

Mientras tanto, ante la advertencia imperialista, nada se gana con exclamaciones de patrioterismo, al mejor estilo del tristemente recordado Manuel Noriega. En esta hora menguada de nuestra soberanía, llama la atención cómo brilla por su ausencia la Cancillería que se requiere, sustituida hoy por una diplomacia de pulpería, circunscrita quien sabe si a los requiebros aldeanos de quienes evaden sus responsabilidades.

Nunca he estado en desacuerdo con el aprovisionamiento de nuestra Fuerza Armada, pero, que distinto sería comentar que 268 millones de dólares no lo son para comprar las propuestas de los perros de la guerra, sino para adquirir equipos e insumos médicos. Les guste o no la verdad, Irak y Libia contaban con una estructura militar tantas veces más completa que la nuestra y aún así fueron barridas en un abrir y cerrar de ojos.

Da la impresión de que la cúpula gobernante no tuviera claro cómo se gana una partida en el ajedrez político, donde por lo menos si no se puede salir airoso, se puede buscar unas tablas. Pienso que la desventaja fundamental está en la realidad económica. Un día de 1960, García Márquez recorría las calles de La Habana buscando una caja de cerillos. La capital antillana se encontraba embriagada del triunfo de los barbudos que bajaron del Turquino, y nadie notó algo de lo que sí pudo percatarse el colombiano: no había una caja de fósforos ni pa´ remedio. Bastaba ese detalle para corroborar que había comenzado el desabastecimiento.

Precisamente, esa calamidad no estuvo presente el 11A. Caso contrario con la gestión actual, donde los anaqueles vacíos y la inflación han perforado la monolítica perseverancia del pueblo hasta hace poco esperanzado en una revolución; vale decir, por esta razón, hoy quienes nos gobiernan no cuentan con apoyo popular y la entrada en escena de ese soporte es una incógnita.

 El 11A, el pueblo fue sorprendido por el golpe de Estado y entró en una especie de aturdimiento del que salió a las pocas horas para exigir el regreso de su comandante. Hoy, si se concretara la aventura golpista no creo que habría un pueblo exigiendo la vuelta del poder revolucionario. Esa es la realidad, la situación económica hace lejana esa probabilidad.

Otra desventaja se fundamenta en la pésima política comunicacional (eterno talón de Aquiles del chavismo). Si tras la caída del 11A algo apuntaló el fervor popular, fue la manera cómo los medios se autosilenciaron para negarle a la ciudadanía su inalienable derecho a estar informado. Hoy, es el Gobierno revolucionario el que silencia a los medios y polariza una información que ha terminado convirtiéndose en propaganda. ¿Qué habría pasado si la imagen con el policía disparando en La Candelaria hubiera correspondido a un policía opositor? Lo más seguro es que lo estuviéramos viendo hasta en la sopa.

Esa misma comunicación de hoy casi une en matrimonio los términos paz y fascismo, repetidos hasta la saciedad de forma por demás incoherente. El 11A, el Gobierno popular se salvó por el desconsiderado manejo que hicieron los golpistas de los medios de comunicación, ahora, la historia es al revés y es el Sistema Nacional de Medios quien, con la censura, alienta la información subterránea que se presenta como el Robín Hood de los desinformados.

 En el plano partidista, el Gobierno revolucionario contó con un partido consistente que no aceptaba ni discutía otra dirección que no fuera la del comandante. Hoy su sucesor está atrapado en una maraña de ambiciones y protagonismos tejida por sus propios funcionarios más cercanos. Esa situación, donde está ausente el problema político para cederle la vanguardia a la pugna de los intereses económicos (sostén de las nuevas élites), permite la exacerbación de fingidos radicalismos que debilitan aún más su base y contenido político, cuyos conceptos han sido tan manoseados y prostituidos.

Antes de ocurrir el desenlace del 11A, en el aspecto militar, el Gobierno tuvo que enfrentar las promociones castrenses que antecedieron a su jefe indiscutible, todas ellas educadas en las fórmulas del anticomunismo. Ahora, teóricamente, el sucesor debería tener a su favor la casi totalidad de la actual oficialidad, toda formada bajo el proceso político iniciado en 1999; sin embargo, la mal interpretada unidad cívico-militar desdice de ese propósito, toda vez que los cuadros militares han copado la mayoría de los cargos más importantes del Gobierno, conformando otra nueva élite aburguesada en el uso indebido de los dineros públicos. El hecho de ver como posibilidad que la inestabilidad política no le permita gozar a placer de los privilegios obtenidos, hace a esta cofradía fácil pasto del devenir conspirador.

Otra desventaja para el Gobierno actual la constituye la unidad de la oposición. Esta ha presentado fisuras y la dirigencia gobernante no se ha preocupado en lo más mínimo en agrandarla, sino más bien en fortalecerla fomentando a una criatura similar a la concebida por el doctor Frankenstein.

¿Qué hacer?

¿Invocar un estado de emergencia? No lo creo, porque la filosofía de la situación que hoy se respira no lo permitiría. Por lo tanto, se hace impostergable pasar al diálogo franco y directo con los sectores de la oposición que conservan su fachada democrática. Lo cortés no quita lo valiente y ahora mismo me parece loable la posición del gobernador de Nueva Esparta, quien ha asumido una actitud considerada para con los familiares de los estudiantes presos, facilitándoles el acceso a los mismos ahora confinados a una prisión fuera de la circunscripción gobernada por el general Carlos Mata Figueroa. Hay algunos otros ejemplos similares a seguir.

Desde el punto de vista no menos estratégico es inaceptable la constitución de grupos paramilitares de la índole y color político que sea. Esos conjuntos armados terminan perdiendo su objetivo para ser asimilados por los campos que nada tienen que ver con las confrontaciones políticas.

Para demandar justicia es necesario que en Miraflores se imponga una justicia sin distingos, de tal manera que habría gobernadores investigados por su ineptitud para enfrentar con acierto la protesta. Si algo acabó con la IV República fue la lenidad frente a la corrupción; hoy da coraje ver a los corruptos presentados no sólo como probos, sino exaltados a posiciones cimeras en el Gobierno.

Desde el punto de vista de la unidad interna, creo que es muy poco lo que se pueda hacer, por cuanto se lleva inoculado el virus del imperecedero divisionismo de izquierda.

En cuanto al asunto económico, que sería en definitiva el arriero de la carreta, terminantemente, hay que revisar ese cachivache morrocotudo que ha resultado la visión comunal de la economía. Muy sabia la acepción de Simón Rodríguez, aquella de o inventamos o erramos. Está bien, pero, sería ridículo pasar toda la vida inventando, sobre todo si la verdad levanta vuelo.

No podemos seguir persuadidos de los grandes logros de la revolución y dormirnos en los laureles cuando los aspectos fundamentales de la vida de nuestros ciudadanos presentan condiciones deplorables. Para qué hacer elogios de que tenemos la mayor matrícula universitaria del mundo si es natural que nuestros bachilleres escriban “hellos” y no “ellos”. O hacer aprobaciones de los medios y programas de televisión que siendo desvergonzados los tratamos de revolucionarios.

Ojalá que estas reflexiones encuentren oídos receptivos y no ocurra la escena de un exilio donde se rumien las derrotas. Volver a recordar al Califa Boabdil cuando saliendo de Granada, camino de su exilio en las Alpujarras , volvió la cabeza para ver su ciudad por última vez y lloró, escuchando de su madre la sultana Aixa: Llora como una mujer lo que no supiste defender como hombre.

http://www.lasverdadesdemiguel.net/edicion-473-golpe-en-marcha-que-hacer/