¿Y si los antepasados de los seres humanos se convirtieron en bípedos no porque el clima les forzó a descender de los árboles para alimentarse sino porque les gustaba caminar por las rocas escarpadas de África, algo mucho más sencillo de hacer en dos patas?
Esta es la nueva hipótesis de arqueólogos de la Universidad británica de York, por la cual explican cómo los primeros homínidos sobrevivieron a distintos predadores de la sábana africana una vez en el suelo, pero también por qué evolucionaron hacia la bipedación.
"Nuestra investigación muestra que la bipedación puede haberse desarrollado en respuesta a un terreno y no en reacción a los cambios de vegetación vinculados al clima", explicó la arqueóloga Isabelle Winder, que estudió con su equipo la anatomía del andar y el tipo de entorno en el que evolucionaron estos homínidos.
El estudio, publicado en la revista especializada Antiquity Journal, señala que hace unos seis millones de años, los homínidos se habrían sentido atraídos por los paisajes escarpados y las gargantas rocosas del este y sur de África, porque ofrecía refugios abundantes y más posibilidades de atrapar presas que la sabana.
Sin embargo, en este tipo de terreno accidentado no es fácil trasladarse en cuatro patas, dijo Winder. "Es más ventajoso permanecer en equilibrio sobre dos o tres miembros y utilizar los restantes para estabilizarse", explicó a la AFP.
"Pensamos que esto es lo que ocurrió. Las piernas de nuestros ancestros terminaron por soportar lo esencial de su peso, lo que volvió importante la postura de estar de pie", añadió.
Sus manos, utilizadas sobre todo para estabilizarse o izarse sobre obstáculos -un modo de locomoción observado hoy en día en los chimpancés, por ejemplo- habrían también desarrollado una mayor capacidad de agarrar objetos.
"Los australopitecos (como la famosa Lucy que vivía hace más de tres millones de años en el Valle del Rift en Etiopía) tienen cuerpos que combinan características vinculadas con la escalada y otras relacionadas con la marcha con dos piernas", explica Winder.
En una etapa posterior, los homínidos tendrían las manos lo suficientemente libres como para adquirir mayor destreza manual y desarrollar herramientas, señaló el estudio.
El esqueleto y la estructura de los pies de los protohumanos se habría modificado después, cuando se aventuraron en las llanuras circundantes para buscar nuevas presas y nuevos hábitats.
"Este terreno variado también podría haber contribuido a la mejora de las capacidades cognitivas, como la orientación en el espacio, y de las facultades de comunicación, lo que explicaría la evolución ininterrumpida de nuestros cerebros y funciones sociales, como la cooperación y el trabajo en equipo", señaló Winder.
Según la investigadora, esta nueva teoría "explica todos estos procesos claves en la evolución de los homínidos y ofrece un escenario más convincente que las hipótesis tradicionales".