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4 may 2013

El proceso de trabajo histórico como relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza, por Franz J. T. Lee

El proceso de trabajo histórico como relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza

Por Franz J. T. Lee
(Extracto de su libro "Venezuela: de la Revolución Bolivariana a la Emancipación Humana", Mérida, Venezuela, 2005).

Las reflexiones abstractas y en parte bien complicadas acerca del concepto de la negación, que realizaremos en el transcurso de este trabajo, están edificadas sobre dos fundamentos. Uno de ellos lo constituye el proceso histórico en su realidad y actualidad “empírico-real”, proceso histórico el cual no es otra cosa que el proceso de trabajo histórico, entendido en primer lugar como la “interacción” sociedad-naturaleza, como la relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza. El segundo fundamento lo constituye el filosofar y pensar sobre este mismo proceso empírico-real histórico, es decir, las reflexiones filosóficas, intelectuales y racionales  pertenecientes a su superestructura.
Esperamos, que el análisis que estamos presentando en este trabajo logre demostrar, que el concepto de la negación, por su carácter derivativo, constituye, desde un principio, la otra cara de la misma afirmación en el método dialéctico Hegeliano. De tal manera la dialéctica, aun cuando es un método eminentemente dinámico, permanece dentro de los límites del reposo y de la verdad absoluta de su único postulado filosófico, que es el “espíritu absoluto” en la filosofía de Hegel. Por no salir de los parámetros dados por el mismo método dialéctico Hegeliano, tanto la corrección materialista efectuada por Karl Marx y Friedrich Engels, como la ampliación del método-sistema Hegeliano por la dimensión del futuro efectuada por Ernst Bloch, y también y en última instancia la crítica negativo-normativa del propio concepto de la negación realizada por Herbert Marcuse permanecen en lo estático, en las verdades absolutas y unilaterales, que expresan y reflejan en la superestructura la relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza, el proceso de trabajo histórico.
En cuanto al primer fundamento, a nuestra realidad y actualidad histórica se refiere, basta echar un vistazo a nuestro alrededor natural de hoy y constatar lo que ha pasado con la flora y fauna en todas partes de este planeta, constatar la desaparición de los bosques, la contaminación de los suelos, del aire, del mar y de los ríos, la desaparición de miles de especies que compartieron la vida con el “homo sapiens” y constatar la destrucción de una de las esferas vitales de la envoltura gaseosa del planeta, la capa de ozono, para obtener una impresión exacta de lo que se trata en la historia, en la relación de la sociedad hacia la naturaleza, en el trabajo. La relación de la sociedad hacia la naturaleza se caracteriza ab ovo de una actitud unilateral-destructiva por parte de la sociedad, en nombre de las “necesidades” de esta última. Precisamente en esta relación unilateral y perversa del ser humano hacia la naturaleza yace el problema entero del homo sapiens sapiens y de la historia.
En primer lugar resalta, que el homo sapiens - el ser humano o la sociedad - se define como la “corona de la creación” ante todo lo demás que existe, cometiendo de esta manera dos actos de enajenación perversos en contra de la naturaleza, en contra del propio seno que lo ha engendrado. El primer acto de enajenación perverso es él de “extraerle” y luego denegarle la vida, la anima, la psyche a la misma naturaleza, declarándola un objeto pasivo e inanimado, extrapolando la anima naturalis[1] hacia el “cielo”, hacia el “más allá”, y convirtiendo la misma en un ser supremo, en un fantasma, en un espíritu, en un dios ajeno a la naturaleza. Dios es la anima naturalis, el αίών (aiōn)[2] de la propia naturaleza, la natura naturans y natura naturata[3] enajenada y pervertida, el auto reflejo y la autoproyección[4] del ser humano en su doble condición de existencia como ser natural y ser social. El segundo acto de enajenación perverso es él de ponerse en contra de la propia naturaleza y de elevarse con una arrogancia desmesurada sobre ella, para luego justificar su indiscriminada explotación y destrucción en nombre de las “necesidades humanas”. Esta actitud de la sociedad hacia la naturaleza es, a la vez y a lo largo de las diferentes etapas del proceso histórico, acto, producto y reflejo del trabajo, de la relación histórica sociedad-naturaleza, caracterizándose la misma desde un principio por el derecho del hombre a satisfacer sus necesidades sobre el cadáver de la naturaleza, si es necesario. El que, al revés, la propia naturaleza también tenga necesidades, el que la flora y la fauna, las aguas y el aire, también tengan necesidades - hasta a éstas alturas del proceso, esto no se le ha ocurrido a la “corona de la creación”.[5]
El punto de partida del trabajo, de la relación sociedad - naturaleza, son entonces las así llamadas necesidades del ser humano o de la sociedad, punto de partida del análisis histórico de pensadores de diferentes corrientes filosóficos. En el caso de Marx, dichas necesidades son identificadas como necesidades de producción y reproducción de la especie humana, las necesidades de autogenerarse como especie a través del trabajo y a expensas de la naturaleza, como veremos más adelante. En el caso de Hegel, el punto de partida del trabajo, entendido como la autogeneración del espíritu de y por sí mismo, son las necesidades del espíritu o de la idea absoluta de enajenarse y objetivarse en y por medio de la naturaleza, las necesidades de auto-reafirmarse a través de su propia objetivación y enajenación, las cuales, en última instancia, se traducen en y se reducen a las necesidades del espíritu de autoenajenarse por razones de “distracción”[6]. En el caso de Ernst Bloch, el punto de partida del trabajo, de la relación sociedad-naturaleza, es “la carencia”, el “no-tener”, la necesidad del ser humano por satisfacer sus necesidades materiales y espirituales por medio de la planificación y anticipación, constituyendo el mismo proceso de trabajo la fuerza motriz para la generación de lo propiamente humano, esto es, tanto de las necesidades humanas como de su satisfacción, lo que Bloch califica como la teleología del proceso de trabajo.[7] En el caso de Herbert Marcuse, el punto de partida del trabajo es la άναγκη (ananke)[8], la penuria de la vida, que determina las necesidades del hombre, de su producción y reproducción, con la consiguiente e inevitable dominación en el ámbito social y destrucción en el ámbito natural. El trabajo, la dominación social y la destrucción natural en el nombre de la producción y reproducción humana son, según Marcuse, elementos inter-relacionados inevitables, que a lo mejor se dejan reducir a un mínimo, una vez que el desarrollo de las fuerzas productivas del hombre haya alcanzado cierto nivel de automatización y tecnologización.[9]
Entre las connotaciones explícitas e implícitas atribuidas a la naturaleza figuran lo primitivo, lo rudimentario, lo salvaje, lo bárbaro, lo instintivo, lo animal, lo irracional, lo ahistórico o lo prehistórico, en fin, lo no-humano - todo lo que el ser humano, per definitionem, no es. Muy a pesar del hecho de que no hay sociedad sin naturaleza ni naturaleza sin sociedad, por tratarse de los dos lados de la historia misma, los pensadores de todo género de corrientes filosóficas coinciden, en que la naturaleza, por más que sea la fuente de la vida y supervivencia humana y de la satisfacción de las “necesidades humanas”, no es sino un mero medio a través de la explotación y dominación de lo cual el ser humano asegura la satisfacción de las mismas. El rechazo categórico de cualquier ponderación de que la naturaleza sea algo eminentemente histórico llega a tal punto, que hasta el mismo Marx, fundador junto a Friedrich Engels del materialismo histórico-dialéctico, en sus Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844 denota, como veremos más adelante, que a la naturaleza le corresponde importancia histórica tan sólo en la medida en que ésta, por medio del trabajo del hombre, se convierta en “naturaleza humanizada”, es decir, en objeto y medio de la actividad vital del hombre, conscientemente producido por el mismo. De tal manera, la pobre naturaleza experimenta una especie de desvalorización y desciende, de su calidad de constituir el “cuerpo inorgánico del hombre”, a un objeto separado de lo mismo, convertido, mediante el trabajo, en puro medio de la actividad productiva del hombre, quedando así al margen por no decir afuera de la historia, como el mero substrato material de la actividad vital, más preciso, de la explotación parasitaria por parte del ser humano.
Si la naturaleza no figura como algo genuinamente histórico ni siquiera en la propia cosmovisión materialista, histórico-dialéctica, muchísimo menos lo es en la filosofía idealista-objetivista de Hegel, donde la naturaleza aparece como una especie de “excremento” del espíritu absoluto, producto de su enajenación y objetivación en el espacio, y mero escalón de transición en el viaje del espíritu absoluto hacia el conocimiento de sí mismo. Tampoco en el materialismo utópico de Ernst Bloch la naturaleza llega a tener la misma importancia que tiene la sociedad, es decir el ser humano como factor subjetivo y promotor de la historia, aún cuando filosóficamente, el concepto Blochiano de “materia” es él de una materia dinámica, “utópicamente cargada”, que constituye el fundamento y substrato material de lo objetivamente-real posible, de la esperanza humana.[10] La materia y con ésta la naturaleza en la filosofía de Bloch, tiene sin embargo cabeza de Jano, constituyendo por un lado el substrato de un experimento abierto, como lo es el proceso histórico del propio ser humano, y representando por otro lado la eterna amenaza destructora, el peligro latente de la entropía.[11] Por eso, la prioridad histórica la tiene el ser humano, quien es la máxima expresión de la materia misma, con sus facultades de planificación y anticipación, con su trabajo, para modelar el proceso histórico de acuerdo a las condiciones subjetivas y objetivas dadas, hacia un posible “final feliz”. Para Herbert Marcuse, la naturaleza es portadora de valores objetivos, de cualidades sensuales-estéticas como también de fuerzas estimulantes y reforzantes de la vida, pero lo es exclusivamente para el ser humano y en función del disfrute de éste y no lo es para y por sí misma, prevaleciendo así una vez más la relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza, es decir el trabajo, en función de la satisfacción de las necesidades humanas, sean éstas de índole estético-sensual, o sean éstas las necesidades de producción y reproducción con su “necesario” impacto perjudicial sobre la naturaleza. La naturaleza, por ende, tampoco forma parte intrínseco-autónoma de la historia en la cosmovisión de Marcuse.
Todos estos pensadores, sean representantes del idealismo filosófico o sean representantes del materialismo filosófico, conciben la historia, en última instancia, como historia eminentemente humana en el sentido de la liberación progresiva de la sociedad del “yugo de la naturaleza”, consistiendo el calificativo “histórico” precisamente en que la sociedad se independice en la mayor medida posible de sus relaciones y dependencias naturales adherentes, hasta alcanzar un grado, donde no sólo las condiciones subjetivas, es decir sociales, sino las propias condiciones objetivas, es decir naturales de la producción y reproducción humana, son primordialmente determinadas por la sociedad, y no más “dadas” por la naturaleza.
Ahora bien, esto es precisamente lo que se ha empezado a realizar en la era de la sociedad post-industrial, en la que estamos presenciando un cambio en el modo de producción capitalista, donde la fase de la producción de ganancias, que fue esencialmente basada en la explotación de la fuerza de trabajo física y de los recursos naturales, será sustituida progresivamente por la fase de la producción de ganancias basada ante todo en la explotación de la fuerza de trabajo intelectual y de los recursos sociales. Si en la fase industrial se explotaron principalmente los recursos naturales a través de la explotación de la fuerza de trabajo física y a esta última misma, ahora, en la fase post-industrial, se están explotando sobre todo los recursos sociales - lo que se ha denominado el “capital humano”, es decir, el pensar social abstracto, el intelecto - a través de la explotación de la propia fuerza de trabajo intelectual. Hay que subrayar, que el trabajo físico y el trabajo intelectual son los dos lados del mismo proceso de trabajo histórico, siendo por ende intervinculados los dos. Sin embargo y de lo que se trata aquí es, que en el marco de la primera revolución industrial, la producción capitalista de ganancias se basó esencialmente en la explotación del trabajo físico y de los recursos naturales, mientras que en el marco de la segunda revolución tecnológica, la producción capitalista de ganancias se basa primordialmente en la explotación del trabajo intelectual y de los recursos sociales, del así llamado “capital humano”.
Después de la explotación y destrucción del trabajo físico y de la propia naturaleza, fase del modo de producción capitalista que todavía está perdurando, se procede a explotar y destruir el trabajo intelectual y con éste la propia sociedad, fase que ya ha empezado y está en pleno auge. En otras palabras, la sociedad empieza a explotarse y destruirse a sí misma, explotando a su propia existencia, a su propio pensar, destruyendo el trabajo intelectual, el propio intelecto, por medio de su conversión en mercancía[12], y a través de su materialización, que se manifiesta a cierto nivel tecnológico. Cabe destacar en este contexto, que la relación sociedad - naturaleza, el trabajo, siempre se manifiesta en y se concreta por medio de la tecnología de una época, trátese de la tecnología más “primitiva” como es el caso de la pica prehistórica, o de la más avanzada, como es el caso de la computadora en nuestra actualidad. Ahora bien, si la máxima manifestación material-concreta del proceso de trabajo histórico, de la relación de la sociedad hacia la naturaleza en su fase de la explotación de la fuerza de trabajo física, es la industria, tal como lo propone Marx[13], la máxima manifestación material-concreta de la relación “intra-social” del mismo proceso, correspondiente a la fase de la explotación del trabajo intelectual, es la computadora, la tecnología de la “inteligencia artificial”[14]. Las dos grandes revoluciones tecnológicas[15] - la originaria revolución industrial basada en máquinas, que sustituirían progresivamente la fuerza de trabajo física, y la segunda revolución tecnológica basada en máquinas, que sustituirán progresivamente la fuerza de trabajo intelectual (por eso hablamos de la destrucción de la fuerza de trabajo intelectual), son expresiones concretas del trabajo, de la relación sociedad-naturaleza y de la relación intra-social respectivamente. De paso queremos señalar, que las revoluciones eminentemente tecnológicas empiezan con el invento de la propia pica prehistórica, es decir, con la conversión de la naturaleza en herramientas y la reproducción de las mismas, proceso que perdura hasta hoy, e incluye la ya mencionada segunda revolución tecnológica, que gradualmente sustituirá el trabajo intelectual. 
Un aspecto importantísimo de la era de la explotación de la fuerza de trabajo intelectual es la sustitución progresiva de los productos, procesos y condiciones anteriormente naturales u objetivos de la producción y reproduc-ción humana por productos, procesos y condiciones “artificiales”, es decir sociales o subjetivos, tendencia, que hoy constituye la base correspondiente, real-concreta de la antes indicada concepción, que entiende la historia humana como “liberación” de la sociedad del “yugo de la naturaleza”. Quiere decir, que el trabajo intelectual produce y reproduce tanto las condiciones subjetivas como también objetivas de la producción e incluso reproducción humana, convirtiéndose hasta la reproducción natural de la especie humana en producto de la explotación de la fuerza de trabajo intelectual - caben aquí los ejemplos de clonación, ingeniería genética e inseminación artificial, por mencionar los métodos de reproducción artificiales y semi-artificiales, áreas de investigación, en las cuales se ha experimentado hasta ahora con éxitos considerables. En lo que se refiere a las condiciones objetivas de producción, las cuales incluyen los recursos naturales como lo son las materias primas, cabe señalar, que en un cercano futuro ya no serán utilizadas para elaborar los materiales básicos para la industria; éstos últimos serán también productos de la explotación de la fuerza de trabajo intelectual, es decir materiales sintéticos, que son los resultados de la investigación científica[16], con asombrosas cualidades, fabricados en los laboratorios de la alta tecnología a nivel atómico, como lo es el caso de la nanotecnología[17]. En cuanto al ámbito de la producción de alimentos, la agricultura basada en el trabajo físico será transformada por completo en un sector agri-farmacéutico, químico-biogenético de producción de alimentos artificiales, productos de la ingeniería biogenética, es decir, de la ciencia, que no es otra cosa que el trabajo intelectual.[18] En fin, y reiterando una vez más: los productos, procesos y condiciones de producción objetivo-naturales, anteriormente determinados por la explotación de la fuerza de trabajo físico y de los mismos recursos naturales, serán, en un futuro no muy lejano, casi exclusivamente determinados por la explotación de la fuerza de trabajo intelectual y de los recursos sociales.
Resumiendo las reflexiones anteriores y volviendo a la relación central sociedad-naturaleza, que es el proceso histórico de trabajo, el afán y sueño del hombre de “independizarse” de sus condiciones naturales, inorgánicas y orgánicas, es decir, de la vida misma, están en pleno proceso de realización “exitosa”. Sin embargo es menester de aclarar, que estamos señalando las tendencias del proceso de trabajo en su actual etapa, como se están desenvolviendo, y aún no realidades concluidas. Es decir, que todavía permanecerá y coexistirá por un tiempo la explotación de la fuerza de trabajo física con la de la fuerza de trabajo intelectual, tendiendo la primera a casi desaparecer en el transcurso de la transición de una fase del modo de producción capitalista hacia la otra. En cuanto a los millones y billones de trabajadores, que venden su fuerza de trabajo física, relacionada a la explotación y al procesamiento directo e indirecto de recursos naturales en este planeta, esto significa, que están por desvanecer de la esfera de producción a corto y mediano plazo. En la medida en que la fuerza de trabajo física ya no será la fuente principal de ganancias a nivel mundial, ésta desaparecerá en el proceso, con consecuencias inimaginables para aquellos trabajadores, que no tienen otra cosa de vender en el mercado global que su fuerza de trabajo física.[19] Es decir, ahora comienza en el campo de la sociedad misma - entendida como el pensar social abstracto - una batalla, que se libra entre la razón y el intelecto, ratio versus intelectus, siendo intelectus la parte explotada, y ratio la parte que explota, correspondiendo el primero a la fuerza de trabajo intelectual, y el segundo al capital, que no descansa hasta haberse “liberado” del intelecto, hasta haberlo explotado y destruido mediante su total conversión en valor de cambio.
En este contexto cabe señalar, que tanto Hegel, con su Fenomenología del Espíritu y su Ciencia de la Lógica, como Marx, en recurso a la dialéctica Hegeliana con su El Capital, reflejan el aspecto central, diferente y complementario a la vez, de la fenomenología del mismo proceso de trabajo histórico, concebido como la autocreación del espíritu o del ser humano respectivamente, a lo cual Hegel expresa con respecto a la superestructura exactamente lo que Marx expresa en lo concerniente a la base económica: razón y capital, los dos lados del trabajo. Como veremos más adelante, ambos pensadores afirman el trabajo, que tiene que ver con la dinámica y actividad vital, tanto del trabajo concreto-físico del ser humano en la cosmovisión de Marx como del trabajo mental-abstracto, conceptual del espíritu en la filosofía de Hegel, “trabajo intelectual”, el cual constituye precisamente el eje central del proceso de trabajo histórico en su actual etapa de la explotación de la fuerza de trabajo intelectual y de los recursos sociales.
Dentro de los parámetros filosófico-materialistas de Marx, donde el ser humano como ser social empírico-real no sólo se reproduce, sino se autoproduce a sí mismo progresivamente al “humanizar” su entorno natural, el trabajo es alienado por las relaciones sociales alienadas y como resultado de un proceso, que ha engendrado la división del trabajo y la propiedad privada de los medios de producción. Dentro de los parámetros filosófico-idealistas de Hegel, donde el espíritu absoluto se autoproduce a sí mismo, el propio trabajo es la enajenación y alienación per se y constituye, a la vez, la conditio sine qua non para la autocreación dialéctica del espíritu absoluto. Dentro del marco de nuestros parámetros filosóficos, ni materialista ni idealista[20], el trabajo como tal es la alienación per se, pero muy en contraste con Hegel, lo es para nosotros como relación destructiva, unilateral de la sociedad hacia la naturaleza, con su consecuente maltratación y extinción del ámbito de lo natural, y la explotación económica, dominación política, discriminación social y alienación humana en el ámbito de lo social. Es decir, tanto las relaciones sociales entre sí como las relaciones sociales-naturales son pervertidas como resultado y expresión del proceso de trabajo histórico. En el campo de la maltratación natural opera la explotación de la fuerza de trabajo física, y en el campo de la deshumanización social opera la explotación de la fuerza de trabajo intelectual, división del trabajo, la cual, según Marx, constituye el origen de la alienación, y la cual, según nosotros, es una manifestación de la alienación, del trabajo mismo.
Ante los resultados y las tendencias del proceso de trabajo histórico, específicamente en nuestra época, se puede ver con claridad su esencia. En el transcurso de este mismo proceso, el homo sapiens sapiens está cometiendo “ecocidio” a nivel planetario, equivalente a su autosuicidio en nombre del trabajo, con recurso a las “necesidades humanas”. Este absurdo es la expresión fiel y exacta de la relación pervertida de la sociedad hacia la naturaleza, la esencia del proceso de trabajo histórico - unilateralidad letal,  que sólo tiene en cuenta las necesidades del ser humano con respecto a la naturaleza y la necesidad del capital con respecto a la explotación de la propia fuerza de trabajo humana, sea física o intelectual.
El proceso de trabajo histórico constituye el fundamento “empírico-real” de nuestras reflexiones sobre el concepto de la negación. El segundo fundamento concierne, como hemos observado al principio, a la superestructura de este mismo proceso de trabajo histórico, es decir, a las reflexiones abstractas, al filosofar y pensar sobre este proceso a lo largo de lo mismo, reflexiones abstractas, que se manifiestan de las maneras más diversas, según los diferentes aspectos y las tendencias del proceso, que han sido y que todavía son reflejados y/o anticipados por los diferentes pensadores y filósofos en la historia. ¿Cómo entonces se expresa el proceso de trabajo histórico, entendido como la relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza, en la superestructura, en el respectivo pensar sobre este mismo proceso? Si esta relación la identificamos como relación unilateral-destructiva y perversa de la sociedad hacia la naturaleza, ¿no debe reflejarse exactamente esto en el pensar y filosofar de todo género de pensadores y filósofos, que han expresado sus reflexiones sobre este proceso, y que son, en última instancia, expresiones de esta relación unilateral, no importa en qué época? Y, ante todo, ¿qué implicación tiene la unilateralidad del proceso de trabajo histórico en cuanto a la formulación del concepto de la negación? - Veamos. 
2.  El reflejo de la relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza en la superestructura y sus implicaciones para la formulación del concepto de la negación
La relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza, que, en el sentido estricto de la palabra, debería calificarse más bien como el contrario de una relación, como una no-relación o “desunión”, necesariamente se refleja en el filosofar y pensar sobre este proceso de trabajo histórico. La expresión clara e inequívoca del proceso de trabajo histórico, de esta relación unilateral o no-relación entre sociedad y naturaleza, la encontramos en toda una serie de “hechos” unilaterales con respecto a la filosofía[21], empezando con el propio enigma de la filosofía, es decir con la interrogante filosófica per se, que es la pregunta por la relación entre la conciencia humana y la realidad objetivamente existente, hasta llegar a las diferentes respuestas tanto idealistas como materialistas, que se le han dado a esta pregunta. Antes de examinar entonces, cómo se manifiesta la unilateralidad - expresión de la desunión entre sociedad y naturaleza - en y a través de las diferentes respuestas filosóficas, embocando éstas en las dos corrientes principales de la filosofía, el idealismo y el materialismo respectivamente, centrémonos primero en la pregunta misma, que dice así: ¿Es lo espiritual, la conciencia humana lo primordial y esencial en el mundo, o lo es la realidad objetiva, lo material? En otras palabras filosófico-epistemológicas, ¿prevalece en el mundo el sujeto o el objeto? Traducido en términos más mundanos y recurriendo a la vez al proceso de trabajo histórico y a la relación sociedad-naturaleza: ¿Prevalece en el mundo la sociedad o prevalece la naturaleza? - En torno a esta pregunta central básica de toda la filosofía occidental resalta, de por sí sólo, el primero de los hechos filosóficos unilaterales, como indicado anteriormente: Destaca aquí, que una pregunta de carácter eminentemente “relacional”[22], que se refiere precisamente a la relación entre los dos lados integrantes de la misma cosa, como lo son la conciencia subjetiva por un lado y la realidad objetiva por el otro lado, sea planteada ab ovo en términos justamente “no-relacionales”, unilaterales y exclusivos, en cuanto que se pregunta lógico-formalmente, cuáles de los dos elementos intrínsecos, tanto del mismo proceso real como del problema filosófico, tiene la “prevalencia” sobre el otro, si el espíritu o la materia. Se reduce de esta manera una pregunta y problemática altamente relacional a la fatal unilateralidad, que va a caracterizar la historia de la filosofía en ambas sus corrientes principales, y que es, reiteramos, la expresión fiel y exacta de la relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza, del proceso de trabajo histórico.
En lo que se refiere a las respuestas con respecto a la pregunta básica de toda la filosofía occidental, destaca el segundo hecho filosófico unilateral, en cuanto que siempre se escoge a sólo uno de los dos integrantes del proceso, escogencia, según la cual se otorga el calificativo “idealista” o “materialista”. No existe en toda la historia de la filosofía occidental una posición relacional categórica, la cual escogiera a ambos integrantes, lo espiritual y lo material,  como igualmente esenciales y “primordiales”, declarando así la unilateralidad eterna un absurdo. En su lugar, se escoge y postula a un sólo principio, espíritu o materia, desde el cual se deriva lo secundario, su opuesto - problemática en la cual entraremos detalladamente en el siguiente capítulo.
Ahora bien, la característica de una de las dos corrientes principales de la filosofía, del idealismo, es entonces, que escoge y determina la conciencia, lo espiritual como lo primordial, esencial y determinante ante la materia, la cual figura como lo secundario, lo accidental y lo determinado. Se subsumen, por consiguiente, bajo el concepto del idealismo, todas aquellas corrientes filosóficas, que parten de la primacía del espíritu, de la idea, del sujeto epistemológico, considerando a lo material, es decir a la totalidad de la realidad objetivamente existente, como un fenómeno secundario. Por más diversas que sean las variantes dentro de la corriente idealista, todas tienen en común la primacía de lo espiritual ante lo material. Las dos variantes principales que se distinguen dentro de la corriente idealista son el idealismo objetivista y el idealismo subjetivista.
El idealismo objetivista desprende la conciencia humana de su base empírica, histórico-natural y social, y la convierte en un ente “objetivo”, extrapolándola y anteponiéndola al proceso histórico como un principio original “creador”. - Cabe recordar aquí, que esto expresa con exactitud lo que señalamos al principio de nuestra introducción con respecto al acto de enajenación perverso cometido por la autodenominada “corona de la creación” contra su propia madre naturaleza. - Es el filósofo griego Platón con su doctrina de ideas, quien echa las bases de lo que luego será calificado como el idealismo objetivista, que experimentó su más significante expresión en la Edad Media por el tomismo[23] y en la Edad Moderna especialmente por los filósofos Gottfried Wilhelm Leibniz y Georg Wilhelm Friedrich Hegel. El idealismo objetivista reconoce el mundo exterior como una realidad material objetiva-mente existente, realidad que es el producto de la actividad creadora espiritual, en otras palabras, el resultado de la objetivación, “encarnación” o del desenvolvimiento de un principio espiritual, ideal y supranatural, desprendido y extrapolado de la conciencia humana, como lo es el Dios teológico, el espíritu absoluto filosófico o la razón filosófica. En lo que se refiere a la cosmovisión histórica idealista-objetivista, destaca, en consecuencia de lo anteriormente expuesto, que es “la gran idea”, “el gran dios”, “el gran hombre”, “el gran pueblo” o hasta “la gran raza” que hace la historia respectivamente, siendo los “grandes hombres, pueblos y razas” precisamente inspirados por la “gran idea” o el “gran dios”, y siendo guiados por consiguiente en sus “actos históricos” por éste índole de espíritu - bien sea el “espíritu de la cristiandad”, el “espíritu de la humanidad”, el “espíritu de la libertad, fraternidad e igualdad”, el “espíritu del progreso”, etc. etc. Así es, como lo espiritual hace la historia en este género de cosmovisión, de acuerdo a la relación unilateral de la sociedad hacia la naturaleza, que se vive en el proceso real-empírico de trabajo histórico, donde figura en primer lugar la sociedad, dominando sobre la naturaleza, y donde ésta última aparece como escenario accidental, ante el cual se desenvuelven los magníficos eventos históricos, realizados por la sociedad y sus “actores” en su carácter de expresión y “representante” del principio espiritual.[24] 
El idealismo subjetivista declara la conciencia humana absoluta, es decir, no existe otra cosa para el idealismo subjetivista que pura conciencia. De tal manera la “realidad objetiva” aparece simplemente como el contenido de la conciencia humana. Consecuentemente, se niega la existencia de una realidad objetiva independiente del sujeto pensador. El idealismo subjetivista tiene sus raíces en la cosmovisión subjetivista del filósofo y obispo inglés, George Berkeley, como también en el empirismo subjetivo-idealista del filósofo y escéptico moderado inglés, David Hume[25], en la primera mitad del siglo XVIII. Pero es, sobre todo, George Berkeley, en su crítica del materialismo emergente y prevaleciente de su tiempo, quien llega a adoptar una posición idealista radicalmente subjetivista al asumir y argumentar hasta las últimas conse-cuencias, que esse est percipi, “ser es ser percibido”, con que afirma la existencia de un mundo material únicamente en relación con la existencia de un sujeto epistemológico, para lo cual el ser es precisamente nada más que ser percibido, nada más que ser el contenido de la conciencia del sujeto perceptor.[26] Berkeley dirige así su ataque contra un materialismo, que postula un mundo exterior-material objetivamente existente, independiente de la conciencia humana, como filosóficamente expresado y formulado por pensa-dores como Francis Bacon[27], Thomas Hobbes y John Locke.
El idealismo subjetivista se manifiesta en corrientes modernas de la filosofía como lo son el positivismo, el neopositivismo, la filosofía de la vida, el pragmatismo y el existencialismo, y contiene la base para el agnosticismo cognoscitivo, es decir, para la denegación de la cognoscibilidad o existencia del así llamado “mundo exterior” o de la realidad material, objetivamente existente. En última instancia, el agnosticismo asume, que no hay otra cosa sino puro “sujeto epistemológico” (léase sociedad) en la historia, quedando así absoluta-mente nada, hacia lo cual se pueda dirigir o relacionar la cognición, aparte del sujeto epistemológico mismo. En lo que se refiere a la cosmovisión histórica, idealista-subjetivista, resalta, que en aún mayor grado que en el idealismo objetivista, prevalece la sobrevaloración del rol del individuo en la historia, lo que se expresa en medida extrema en el ámbito de las ciencias sociales a través de las teorías de élite[28], las cuales interpretan el desarrollo social y histórico como la obra exclusiva de una pequeña élite de la sociedad, que destaca por sus cualidades especiales de índole natural, social, espiritual y moral.
Resumiendo entonces cómo se manifiesta la relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza en la superestructura, en cuanto al idealismo tanto objetivista como subjetivista se refiere, podemos constatar, que de las dos partes intrínsecas del proceso de trabajo histórico - naturaleza y sociedad - se escoge una sola, la sociedad, como relevante para el proceso histórico, por siendo ésta, según la concepción idealista, tanto la expresión como el “representante” del principio espiritual, o por siendo, simplemente, el “hecho consciente” per se. De tal manera, la naturaleza no hace historia y no tiene nada que ver con la historia en la cosmovisión idealista. La naturaleza, si no es concebida como un obstáculo, que engaña a través de la percepción sensorial y dificulta la cognición y el avanzar del “alma” hacia las esferas del espíritu, es concebida, en el “mejor” de los casos, como un producto del espíritu, una especie de escenario accidental, ante el cual se desarrollan los eventos magníficos de la historia, es decir, de la sociedad como representante del espíritu. Por ende, el rol de la naturaleza en las concepciones idealistas de la historia es él de no tener ninguna importancia para el propio proceso histórico, el cual, de todos modos, es promovido por el espíritu, el representante y la expresión de lo cual es este ilustre “ser humano”, más preciso el ser humano dominante en la historia, las élites o los grandes hombres, que hacen la historia, inspirados por grandes ideas, por un gran espíritu, por un gran dios. De ésta manera, la naturaleza en las cosmovisiones idealistas está siendo “ahistorizada”, quiere decir, excluida del proceso histórico, siendo la historia concebida de manera unilateral y exclusiva como el proceso social, equiparando sociedad con historia y por consiguiente contraponiendo la historia en contra de la naturaleza. Esto es entonces, en breves palabras, la esencia de las concepciones idealistas de la historia: sociedad (historia) versus naturaleza.
La segunda de las dos corrientes principales de la filosofía occidental, el materialismo, escoge y determina la materia como lo primordial, esencial y determinante ante el principio espiritual o la conciencia humana, la cual figura como nada más que un modo de ser de la misma materia, o de manera cuan-titativa, mecánico-determinista, o de manera cualitativa, histórico-dialéctico, como “suma flor” de la materia. Se subsumen bajo el concepto del materialismo todas aquellas corrientes filosóficas, que parten de la primacía de la materia, es decir, del objeto epistemológico, considerando la conciencia humana como un fenómeno de la propia materia. Por más diversas que sean las variantes dentro de la corriente materialista, todas tienen en común la primacía aparente de lo material ante lo espiritual. Las dos variantes principales que se distinguen dentro de la corriente materialista son el materialismo mecánico o aparente-mente “objetivista”, y el materialismo histórico-dialéctico o “subjetivista”.
El materialismo mecánico (“objetivista”) concibe el universo y la naturaleza como la totalidad continua y coherente de cuerpos materiales interrelacionados, en movimiento, es decir como una continuidad, en la cual todos los aconteci-mientos siguen una serie de leyes objetivas y principalmente cognoscibles, y en la cual todo proceso, todo fenómeno o efecto natural está determinado por una causa. Tanto el espacio y el tiempo, como el movimiento mismo son considerados expresiones de la materia en movimiento. La conciencia humana, según ésta concepción, no es otra cosa sino una variante del movimiento mecánico de la materia, que no se diferencia cualitativamente de todo el resto del movimiento mecánico en la naturaleza y en el universo. La realidad material objetivamente existente es así comprendida como una especie de gigantesca máquina mecánica, como un conjunto armonioso, enteramente determinado de leyes naturales, que operan y funcionan en y a través de él. Valga la analogía - el materialismo mecánico concibe el universo como un reloj universal, que, una vez teniendo cuerda, se comporta de manera obligatoria según sus leyes, sin posibilidad ninguna de diferir del curso predeterminado por las leyes naturales. Esto parece, a primera vista, un materialismo total e incondicional.[29]
Existe, sin embargo, un punto clave en el materialismo mecánico, que lo revela como una oculta variante del idealismo objetivista. Se trata de la diferenciación entre la realidad material objetivamente existente por un lado, y entre las leyes naturales por otro lado, es decir, de la distinción de dos esferas separadas: la esfera de un substrato material y la esfera de las leyes universales. En otras palabras, la materia, según el materialismo mecánico, está sujetada a las leyes naturales universales, y queda por ende reducida a un mero substrato material. Es precisamente por medio de las leyes, que la materia “deforme” llega a tener forma, regularidad y “sentido”, y llega a ser cognoscible en primer lugar. De tal manera, se le anteponen a la materia las leyes universales, inalterables y eternas, como el principio imperante y primordial, principio, que domina a la propia materia, y así es, como por la puerta trasera se introduce una vez más el principio inmaterial, espiritual: se introduce la primacía de las ideas abstractas, disfrazadas de “leyes naturales”. 
Por lo tanto, no hay mucho que decir con respecto a la concepción de la historia de la cosmovisión mecánico-materialista, por cuanto la historia está completamente determinada, desde el principio hasta el fin, por un “actor”, que es abstracto-espiritual, que son precisamente las “leyes”, las cuales rigen a todos los acontecimientos y según las cuales se desenvuelve todo proceso. Por ser el materialismo mecánico una escondida variante del idealismo objetivista, no sorprende la semejanza que se puede establecer entre la concepción histórica mecánico-materialista y las concepciones históricas religiosas, según las cuales la historia es “historia de salvación”, completamente predeterminada por un Dios tan omnisciente como el propio “demonio” del matemático francés, Pierre Laplace (véase la nota de pie 28). - Cabe señalar aquí, con recurso a la relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza, que ésta también se expresa en el materialismo mecánico, por cuanto el principio inmaterial, o sea las leyes naturales, dominan sobre la propia naturaleza y “hacen la historia”.
La cosmovisión materialista histórico-dialéctica también parte, aparente-mente, de la primacía de la materia ante lo espiritual. La conciencia humana, sin embargo y a diferencia de la cosmovisión mecánico-determinista, es puesta en correlación dialéctica con la materia a través de la actividad vital del ser humano, es decir, a través del trabajo. Se concibe la materia como un proceso dialéctico, que incluye un desarrollo desde formas de movimiento simples hacia formas de movimiento complicadas, donde, a través de saltos cualitativos, se llega a niveles y grados de existencia más altos que los niveles y grados anteriores, hasta llegar a la conciencia e inteligencia humana, la “suma flor de la materia”, como la llama Friedrich Engels[30]. Según la cosmovisión materialista histórico-dialéctica, el salto cualitativo desde el movimiento natural-concreto de la materia hacia el movimiento social-abstracto consiste precisamente en el trabajo. Es decir, para que se de origen a la génesis y el desarrollo de la conciencia humana, hace falta más que la acción de la propia naturaleza: hace falta el trabajo, la actividad material productiva humana, a través de la cual el ser humano no sólo interactúa entre los miembros de su especie, sino entre sí como colectivo o sociedad y la naturaleza, autodesarrollando de esta manera su conocimiento sobre la naturaleza y con éste su inteligencia. El trabajo, según el materialismo histórico-dialéctico, es la modificación de la naturaleza por el ser humano - lo que nosotros señalamos como relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza - y es precisamente esta modificación de la naturaleza por el ser humano, el trabajo y no la naturaleza de por sí, que constituye la base para el desarrollo de la conciencia e inteligencia humana, según la cosmovisión materialista histórico-dialéctica.
Lo propiamente histórico en este proceso es entonces el llegar-a-ser consciente del ser humano, el llegar-a-ser “humano” del ser humano, en otras palabras la autocreación del ser humano a partir y a través del proceso de trabajo. De tal modo, una vez más, el factor subjetivo, en otras palabras el ser humano o la sociedad, producto de su propia creación, hace la historia, figurando la naturaleza sólo en la medida en que se convierte en naturaleza “humanizada”, es decir modificada y convertida, a través del trabajo, en objeto y medio tanto de la actividad vital humana como de las necesidades humanas.[31] Resulta por consiguiente, que la esencia de las concepciones materialistas de la historia es, en última instancia, la misma como la de las concepciones idealistas: Lo esencial y primordial en ambas cosmovisiones y sus respectivas variantes es el ser humano, la sociedad, que hace la historia y la cual se le contrapone a la naturaleza, de manera que la sociedad o historia enfrenta la naturaleza -sociedad versus naturaleza-,  expresión superestructural de la relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza, del trabajo.
Ahora bien, en cuanto a la implicación que tiene la unilateralidad del proceso de trabajo histórico con respecto a la formulación del concepto filosófico-lógico de la negación, cabe señalar de antemano, que no debe confundirse el significado de este concepto con el significado cotidiano, normativo-ético de “lo negativo”. Aquí se trata de una concepción eminentemente filosófica, epistemológica y metodológica, como veremos en detalle más adelante.
En este sentido, para cualquiera de las cosmovisiones filosóficas mencionadas, y para cualquier cosmovisión en general que es expresión de la relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza, encontramos, que la negación necesariamente constituye, en todos los casos sin excepción, nada más que una derivación, en cuanto no se define a través de sí misma, sino por medio de la afirmación o del postulado filosófico principal, que es, en última instancia, siempre un postulado filosófico, que corresponde a la sociedad, al ser humano en la historia y no a la naturaleza, hasta en el caso de las cosmovisiones materialistas, como acabamos de indicar. Consta, que tanto la cosmovisión filosófica idealista como también la materialista parten de un solo postulado filosófico principal, que coincide, al fin y al cabo, con el reflejo de la sociedad en la superestructura, bien sea como postulado filosófico espiritual-abstracto en el caso del idealismo, es decir, como la idea, el dios, el espíritu absoluto y la razón, bien sea como postulado filosófico material-concreto en el caso del materialismo, es decir en forma de las leyes naturales o como el ser humano empírico-real, trabajador y transformador de la naturaleza.
Como consecuencia del proceso de trabajo histórico, de la relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza, la lógica en la superestructura expresa metodológicamente dicha unilateralidad, tanto en el caso de la lógica formal, como también en el caso de la dialéctica. Por lo tanto, en ambas lógicas se postula un solo principio filosófico como la verdad absoluta, lo que significa fijar una constelación de parámetros unilateral-exclusiva en la lógica formal, y unilateral-inclusiva en la dialéctica, dentro de la cual, en todo caso, la negación permanece reducida a una mera derivación, es decir, derivada del propio postulado filosófico, que no es otra cosa que la afirmación, como explicaremos detalladamente en el siguiente capítulo. Aquí nos limitaremos a señalar lo siguiente: En la lógica formal la negación no existe en el sentido estricto, filosófico y lógico, por no permitirse ninguna relación entre dos opuestos. La negación en la lógica formal existe como opuesto no-relacionado - el mismo opuesto que en la dialéctica será un opuesto relacionado a la afirmación y así convertido en contrario, en negación. De tal manera, en la lógica formal, la “negación” sólo existe como el opuesto lógico de una aserción, nada más. Por ende, en la lógica formal el  término “negación” se refiere, en primer lugar, a la operación lógica, a través de la cual se forma un opuesto lógico y mediante de la cual se establece la constelación de parámetros lógico-formal per se, que es la relación exclusiva-unilateral entre un postulado filosófico “A” y su opuesto “no-A” - constelación, que le asigna la verdad a sólo uno de los dos, y no a ambos. Es decir, si “A” es correcto, “no-A” es falso, y viceversa. Si se llegara a relacionar ambas aserciones de manera conjunctiva, “A y no-A”, se obtuviera la clásica contradicción lógica, que es prohibida aceptar como una verdad en la lógica formal, y que, por consiguiente, en el universo lógico formal en el cual la verdad es siempre unilateral-exclusiva, equivale a la entrada al manicomio para quienes la sustentan y la consideran una aserción correcta, categórica. Por ende, la única “relación” que se puede establecer legítimamente y lógico-formalmente entre “A” y “no-A”, es la de la exclusión mutua de dos opuestos, que no se relacionan el uno con el otro, es decir, la única relación válida es precisamente la no-relación entre los dos.
En cambio en la dialéctica, que radica en la propia lógica formal y que la radicaliza hasta sus últimas consecuencias, la negación aparece como una derivada aserción negativa, a través de la cual se reafirma el postulado filosófico, la propia afirmación. De tal manera, la negación está puesto en el servicio de la reconfirmación y del reforzamiento de la misma afirmación, la cual “se entera” de su carácter de verdad absoluta sólo a través de su propia contraposición: El postulado filosófico o la afirmación (“A”) necesita de la negación (“no-A”) en función de constituirse como tal, y por ende sólo se define de manera completa por medio de su propia negación.[32] La afirmación (“A”) y la negación (“no-A”) en la dialéctica llegan a formar los dos lados de la misma afirmación (“A”), es decir, son relacionados de manera conjunctiva: “A y no-A”, como la verdad categórica de la totalidad de “A”. En tal reconfirmación de la propia afirmación o del postulado filosófico, consiste, esencialmente, la relación entre afirmación y negación en la dialéctica. En la vida cotidiana, una huella dialéctica en este sentido se puede encontrar en cada diccionario de conceptos, donde, por lo general, la manera más precisa de definir un concepto es precisamente a través de su contrario, por medio de su propia negación.[33]
En ambos casos, tanto en la lógica formal como en la dialéctica, el opuesto y la negación respectivamente, tienen carácter derivativo, prohibiendo-se la relación conjunctiva entre postulado y derivación en el primer caso, y permitiéndose la misma en el segundo caso, donde la negación es tolerada en su función de reconfirmar el postulado. Con recurso a lo anteriormente expuesto y enfatizando, que no importa de qué género de cosmovisión se trate, consta, que el carácter unilateral-destructivo de la sociedad (expresada como postulado filosófico en la superestructura) con respecto a la naturaleza (expresada como derivación en la superestructura) se expresa, necesaria-mente, en la lógica tanto formal como dialéctica, en cuanto ninguna de las dos establece dos o más postulados filosóficos, todos del mismo valor epistemo-lógico, donde no sea derivado el uno del otro, y entre los cuales se establezca otro género de relaciones. Es decir, dentro de la relación histórica, unilateral-destructiva del trabajo, la negación se manifiesta necesariamente como una derivación o un derivado de la afirmación, del postulado filosófico, reduciéndose la existencia de la negación al papel de un simple opuesto lógico en la lógica formal, y al papel de reafirmar la afirmación en el caso de la dialéctica.
3. Aproximación a nuestra concepción de la negación y metodología

En lo que se refiere a la metodología de la lógica formal y lo que es relevante aquí para nuestro trabajo es, que ésta realiza la identificación de su único postulado filosófico (“A”) a través de la exclusión de su opuesto, es decir, la lógica formal expresa el postulado filosófico (“A”) en reposo, y nada más, mientras que la dialéctica realiza la identificación de su único postulado filosófico (“A”) mediante la inclusión de su contrario, que es la negación, es decir, mediante la identificación y diferenciación del postulado filosófico (“A”) como afirmación y negación, (“A y no-A”), expresando de tal manera el movimiento interno del postulado filosófico (“A”), nada menos y nada  más.
En nuestra propia filosofía, a nivel metodológico, nosotros postulamos tres principios filosóficos equivalentes, es decir igualmente válidos, del mismo valor epistemológico: Primero, el reposo; segundo, el movimiento; tercero, la relación; correspondiendo el primero con la afirmación o el postulado filosófico, el segundo con la negación o el contra-postulado filosófico, y el tercero con la superación o el “en-contra-postulado” filosófico. A nivel epistemológico, nuestra afirmación o postulado filosófico es “Cosmos”, uno de cuyos niveles centrales es la naturaleza; nuestra negación o contra-postulado filosófico existe como “Einai”, uno de cuyos grados centrales es la sociedad, y nuestra superación o “en-contra-postulado” filosófico trasciende como la “Nada”, una de cuyas (di)mensiones centrales es la historia.[34]
De tal manera, en nuestra filosofía, la afirmación constituye la base material epistemológica para toda cognición, y es simple per se, expresando, metodológicamente hablado, el reposo. La negación existe como la propia cognición abstracta, basada en lo material-concreto y existe doble per se: es y existe doblemente como lo natural-concreto y lo social-abstracto, expresando, en términos metodológicos, el movimiento. - Consta, que nuestra negación también tiene algo, que podría calificarse como “carácter derivativo” en cuanto que se relaciona a y se basa en la misma afirmación; pero no sólo tiene un carácter derivativo, es decir, no se reduce a un mero derivado, porque al mismo tiempo existe como contra-postulado “independiente”, con un valor equivalente a él de la afirmación. Resalta además, que la negación contiene una relación específica con respecto a la afirmación, comprendiendo a ambos momentos,  a la afirmación y a sí misma, y conteniendo de esta manera un “más”, que la afirmación no contiene.[35] 
Finalmente, la superación trasciende como lo “ni natural ni social”, en otras palabras, como lo histórico, y es triple per se, expresando, metodológica-mente hablado, la relación, la cual tiene varios niveles, grados y (di)mensiones, comprendiendo así lo siguiente:
1) el nivel de la afirmación (el reposo),
2) el grado de la negación como [afirmación y negación] (el movimiento),
3) la (di)mensión de la superación como: ni 1) ni 2) (la relación).

Por consiguiente, en nuestra filosofía, lo natural-concreto como afirmación, lo social-abstracto como negación y lo histórico-trascendental como superación son momentos interrelacionados de un proceso multi-dimensional - mejor dicho “multimensional”-, en el cual se pueden establecer relaciones como la identificación del reposo, la diferenciación del movimiento y la triversificación de la propia relación. Bajo ésta nuestra perspectiva, a lo largo y a través del proceso de trabajo histórico, de la relación unilateral de la sociedad hacia la naturaleza, se ha destruido el movimiento de la negación, que es el movimiento de la sociedad como naturaleza y sociedad, invirtiéndolo y convirtiéndolo en reposo, en afirmación, en la no-relación sociedad o naturaleza, quedando la naturaleza fuera de la historia y centrándose el proceso exclusivamente en la sociedad, lo que se expresa tanto a nivel real-histórico en la extinción de la naturaleza, como en el grado de los pensamientos sobre este proceso, es decir, a nivel de la superestructura, con las características esbozadas en sus rasgos principales en esta nuestra introducción.
En nuestra actualidad del proceso de trabajo histórico, en la transición de la fase de la explotación de la fuerza de trabajo física y de los recursos naturales del modo de producción capitalista a la fase de la explotación de la fuerza de trabajo intelectual y de los recursos sociales, es menester de disponer de un instrumental teórico ampliado, que permite analizar la creciente complejidad del proceso mismo, tanto como relacionar sus fenómenos aparentemente aislados, que no se dejan relacionar con los parámetros tradicionales, lógico-formales o hasta dialécticos. Como indicado en la brevedad posible por nuestra propia filosofía y metodología, hay mucho más modos de relación que los establecidos por la lógica formal y la dialéctica, modos de relación que nos brindan herramientas analíticas capaces de trascender el unilateral estado actual, con impacto amplificador sobre nuestras propias concepciones. Tal es el caso, por ejemplo, de nuestros conceptos de historia y emancipación, en cuanto que experimentan una “multifacetación”. En tal sentido, nuestro concepto de la historia no se reduce al componente unilateral de la sociedad, sino comprende el nivel de la relación de reposo afirmativa, concreta, idéntica que es la naturaleza, el grado de la relación de movimiento negativa, concreto-abstracta, idéntica-diferente que es la sociedad, y la mensión de la relación misma, superativa, trascendente y triversa que es la historia, que trasciende como ni naturaleza ni sociedad, siendo sus elementos constituyentes precisamente naturaleza y sociedad. De igual manera, nuestro concepto de emancipación experimenta una amplificación, en cuanto no se reduce a algo exclusivamente concerniente al componente aislado de la sociedad, sino trasciende como ni “evolución natural” ni “revolución social”, siendo sus componentes constituyentes precisamente evolución y revolución natural-social.[36]
Cabe señalar aquí, que éste nuestro método multilógico se encuentra en pleno proceso de profundización y refinación. Sin embargo, contamos con los elementos y componentes principales para disponer de un instrumento analítico capaz de trascender los límites metodológicos impuestos por la lógica formal y por la propia dialéctica. En tal sentido, el capítulo siguiente servirá de guía con el propósito de dar a conocer la perspectiva metodológica, bajo la cual se efectuará la realización de nuestra investigación. En resumen, nuestro método nos brinda un instrumental teórico ampliado para nuestro análisis de la negación, y podemos decir, que el significado de este trabajo a nivel metodológico radica precisamente en el señalamiento de los límites metodológicos impuestos no sólo por la lógica formal sino por la propia dialéctica con respecto a la negación, y en la referencia a una posible trascendencia de los mismos, sin recaer en los eternos parámetros de lo unilateral-subjetivo. A nivel epistemológico, el significado de este trabajo consiste en indicar, que la relación sujeto-objeto no necesariamente tiene que reducirse a una relación unilateral-derivativa, correspondiente a la relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza, sino que comprende muchísimo más dimensiones que la unilateralidad establecida en y a través del proceso de trabajo histórico.





[1] Anima naturalis, la fuerza vital de la naturaleza, entendida en el sentido del hilozoismo griego como materia animada, constituyendo la ánima y lo animado los dos lados de la misma materia, de la misma naturaleza.
[2] αίών (aiōn); griego antiguo para eternidad; el significado original del que se trata aquí es "fuerza vital", "vida".
[3] Natura naturans y natura naturata: la naturaleza creadora ("dios") y la naturaleza creada (la "creación"); los dos lados de la misma naturaleza.
[4] Explicación psicológico-antropológica de Dios como la autoproyección del propio ser humano, expuesta por el filósofo alemán Ludwig Feuerbach en su escritura Das Wesen des Christentums ("La Esencia del Cristianismo"), publicada en 1841.
[5] De paso cabe notar aquí, que no estamos propagando ningún tipo de ecologismo, ya que en última instancia, hasta el ecologismo más radical aboga por la naturaleza una vez más en función de las necesidades del hombre, en función de su propia supervivencia. Aquí se trata simplemente de analizar la relación de la sociedad hacia la naturaleza, el trabajo, que es la misma historia, tal como se ha manifestado a lo largo de su proceso.
[6] El sistema filosófico Hegeliano constituye un sistema cerrado en su totalidad y se desenvuelve en la secuencia estóica: Lógica - Física - Ética. En cuanto a la "enigmática" transición de la Lógica a la Física o Filosofía de la Naturaleza, Karl Marx, en sus Manuscritos Económico-Filosóficos del año 1844, brinda la conocida explicación: "Todo el asunto de la transición de la Lógica a la Filosofía de la Naturaleza no es otra cosa, que la transición de la abstracción a la contemplación - lo que le cuesta tanto al pensador abstracto, quien, por consiguiente, describe tal transición en términos tan aventureros. El sentimiento místico, que empuja al filósofo desde el pensar abstracto hacia la contemplación concreta, es el aburrimiento, el anhelo por un contenido." Karl Marx, Pariser Manuskripte. Oekonomisch-philosophische Manuskripte aus dem Jahre 1844, (Manuscritos Parisienses. Manuscritos Económico-Filosóficos del Año 1844"), Eurobuch 25, Verlag das Europäische Buch, Westberlin 1987, páginas 131/132. Traducción propia del idioma alemán; los énfasis son de Marx.
[7] Véase Ernst Bloch, Antizipierte Realität - Wie geschieht und was leistet utopisches Denken? In: Abschied von der Utopie? Vorträge. ("Realidad anticipada - ¿Cómo ocurre y qué aporta el pensar utópico? En: ¿Adiós a la Utopía? Charlas.) Hrsg. Hanna Gekle, Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main 1980.
[8] άναγκη (ananke), griego antiguo para "coerción", "necesidad", "destino", "fatalidad". También Ananke, la Diosa del destino; véase Platón, Symposion 195 C, 197 B.
[9] Véase Herbert Marcuse, Triebstruktur und Gesellschaft: Ein philosophischer Beitrag zu Sigmund Freud, ("Estructura de la Pulsión y Sociedad: Una Contribución Filosófica a Sigmund Freud"), Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main  1979.
[10] Véase la parte sobre el materialismo utópico de Ernst Bloch en nuestro capítulo V.
[11] Entropía, griego para "viraje". Concepto y medida de la termodinámica, introducido por el físico alemán R.E. Clausius. Unidad que describe el grado de desorganización de un sistema cerrado, determinando la irreversibilidad de un proceso en cuanto el grado aumente, o la reversibilidad en cuanto el grado quede constante. Se ha determinado por ahora y bajo las premisas de que la naturaleza cósmica es, en su totalidad, un sistema inercial-cerrado, que ésta se caracteriza por el aumento de la entropía, es decir por el incremento del desorden, hasta que se haya alcanzado un grado de equilibrio de todas las diferencias de temperatura, o, expresado en palabras de la teoría cinética de gas, el equilibrio de las energías cinéticas de las moléculas de gas, es decir, hasta entrar en la famosa muerte térmica. - Nótese en este contexto la importancia  filosófica y las implicaciones físicas del sistema abierto propuesto y asumido por Bloch, sistema o naturaleza cósmica abierta donde no puede haber muerte térmica por encontrarse el sistema en su totalidad en proceso, en movimiento.
[12] El intelecto se convierte en mercancía a través de las relaciones de mercado en doble respecto: como fuerza de trabajo intelectual en el mercado laboral, y en forma de los derechos de propiedad intelectual (el precursor de los cuales son los derechos de propiedad  industrial , conocidos también como patente).
[13] Véase las observaciones de Karl Marx acerca de la industria en sus Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844 op.cit., cuando aclara, que aun bajo circunstancias de alienación, "la industria es la verdadera relación histórica entre la naturaleza - y, por consiguiente, entre las ciencias naturales - y el hombre ..."  Página 89, traducción propia del idioma alemán.
[14] La obra "L'Homme Machine" (1748), el famoso "Hombre Máquina" de Julien Offray de La Mettrie, uno de los materialistas franceses más radicales, anticipa el autómata en el siglo 18, considerando al hombre una máquina viviente, auto-reguladora, y expresando de tal manera la tendencia del proceso de trabajo histórico en aquél entonces, es decir, en la fase del modo de producción capitalista ascendente, todavía en su etapa de la explotación del trabajo físico. - De manera comparable, "L'Esprit Machine", el "Espíritu Maquina" del inventor, autor y futurista Ray C. Kurzweil, en su libro The Age of Spiritual Machines: When Computers Exceed Human Intelligence ("La Edad de las Máquinas Espirituales: Cuando las Computadoras exceden la Inteligencia Humana"), New York, Viking 1999, expresa tanto la realidad ya existente como la tendencia del proceso de trabajo histórico en su actual etapa, es decir, del modo de producción capitalista en su fase de la explotación del intelecto mismo, donde éste último se "materializa" y se convierte en máquina. Raymond C. Kurzweil es además el autor del libro The Age of Intelligent Machines ("La Edad de las Máquinas Inteligentes"), MIT Press 1990, Spanish Edition Conacyt 1994,  y  es fundador y presidente de Kurzweil Technologies en Wellesley Hills, Massachusetts. Fuente: http://www.kurzweiltech.com/publications.html 
[15] El economista marxista Ernest Mandel distingue tres revoluciones tecnológicas, que han tenido lugar desde la "clásica" revolución industrial, de acuerdo a criterios de índole tecnológico-energético, en cuanto se refiere a la tecnología energética empleada para la producción de máquinas por máquinas: Primero, la producción mecánica de motores propulsados por vapor a partir de 1848; segundo, la producción mecánica de motores eléctricos y de explosión a partir de los años 90 del siglo XIX; tercero, la producción mecánica de máquinas electrónicas y de energía nuclear a partir de los años cuarenta del siglo XX, constituyendo la tendencia hacia la automatización completa de vastos ámbitos de producción, junto a la creciente y acelerada composición orgánica del capital, la caída tendencial de la tasa de ganancia y la progresiva desaparición de la fuerza de trabajo manual, las características principales de la tercera revolución tecnológica. Véase Ernest Mandel, Der Spätkapitalismus ("El capitalismo tardío"),  Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main 1974; en el capítulo IV las páginas 109 y siguientes, y el entero capítulo VI.
Ray Kurzweil, similar a nuestro análisis dentro del contexto general del proceso de trabajo histórico, diferencia entre sólo dos revoluciones tecnológico-industriales, de acuerdo a criterios de índole tecnológico-funcional, es decir, diferenciando entre máquinas, que constituyen la extensión, multiplicación y fomentación de las capacidades físicas del hombre, y máquinas que constituyen la extensión, multiplicación y fomentación de las facultades mentales del hombre. Según ésta línea de análisis, la primera revolución industrial se caracteriza por un incremento de la demanda de recursos naturales y del trabajo manual-físico, mientras que la segunda se caracteriza por la desaparición casi completa tanto del  componente de los recursos naturales como de él del mismo trabajo manual, y por el aumento vertiginoso del componente del saber (knowledge). (Por ejemplo es bien conocido, que los recursos materiales, naturales utilizados para la elaboración de computadoras son cada vez más insignificantes, reduciéndose el espacio y el material para el almacenamiento de información y procesamiento de datos al tamaño de los átomos de un grano de arena,  con la ayuda de la nanotecnología.) - Cabe señalar aquí, sin embargo, que diferimos de Kurzweil en cuanto a su concepto de trabajo se refiere, que no queda definido y parece limitarse exclusivamente al ámbito manual-físico. Lo que Kurzweil llama "el saber" (knowledge) no está calificado por él como trabajo intelectual, tal como lo definimos nosotros en términos de explotación intra-social de la fuerza de trabajo intelectual. - En cuanto al factor energía, Kurzweil observa, que la industria energética ha permanecido hasta ahora dentro del marco de la obsoleta primera revolución industrial, con su consumo irreversible de los recursos naturales, por lo que sugiere "la sustitución del petróleo por el intelecto", es decir, por innovaciones en el sector energético, que permiten introducir un nuevo género de energía como lo es la energía solar y termogeológica. Véase Ray Kurzweil, The Age of Knowledge ("La Edad del Saber"), en: Library Journal, September 1991, Reed Elsevier, USA.. Fuente:http://www.kurzweiltech.com/op.cit.
[16] Dentro del contexto del declive del valor y uso de los recursos naturales, materias primas y materiales básicos, el ya mencionado autor Ray Kurzweil habla de la sustitución de los materiales básicos simples y sin embargo costosos, como lo es el acero, con materiales mucho más económicos y a la vez más complejos y duraderos, como lo son los nuevos plásticos de la alta tecnología, productos del "saber" (knowledge). Véase R.Kurzweil, The Age of Knowledge, op.cit. - Para una explicación y evaluación de la función y el significado del saber, de la ciencia e investigación, es decir del trabajo intelectual altamente calificado, como factor productivo en la producción capitalista y en relación a la acelerada renovación tecnológica, véase el capítulo VII en Ernest Mandel, Der Spätkapitalismus, op.cit.
[17] La nanotecnología es una tecnología que opera a nivel microcósmico y logra modificar materiales a nivel atómico. Actualmente es utilizada en el área de la fabricación de microchips para la nueva generación de la computación. - En el marco de la introducción de tecnologías altamente sofisticadas, producto de la explotación de la fuerza de trabajo intelectual, no sólo en el ámbito microcósmico, como lo es el caso de la nanotecnología, sino también en el ámbito macrocósmico, se está efectuando un cambio radical en lo concerniente a los parámetros teóricos de espacio y tiempo tradicionales, a través de los cuales se solían medir los procesos, productos y la fuerza de trabajo manual en cuanto al valor de cambio se refiere. En la era del trabajo intelectual, de la globalización y probablemente "galactización" de la economía en un no muy lejano futuro, desaparecerán por completo los parámetros tradicionales y probablemente hasta relativistas, Einsteinianas de espacio y tiempo. (Un ejemplo conocido en cuanto a la transformación del concepto "espacio" se refiere, es el famoso "ciber-espacio" de la era informática. Otro ejemplo en cuanto al concepto de "tiempo" se refiere, es el ya utilizado concepto de "Spacetime", espacio-tiempo, por la NASA en las exploraciones espaciales.)
[18] Aquí nos estamos refiriendo al sector de las "Ciencias de la Vida" (Life Sciences): En el marco de la acelerada concentración y monopolización del capital a nivel mundial, expresión de la cual son las continuas fusiones entre los gigantes del mercado global, y dentro del contexto de la cada vez más acelerada renovación ampliada e innovación de la tecnología, junto a la aplicación de la ciencia en la esfera de la producción, se ha formado el sector de las "Ciencias de la Vida", caracterizado por la existencia de unas pocas giga-empresas, que reúnen bajo un sólo techo sectores de producción  e investigación tan diversos como lo son  la agricultura, la farmacéutica, la química, la medicina y nutrición veterinaria, la neurología, la ingeniería genética, la biología molecular y la ciencia de la evolución. Es decir, se observa una "integración vertical" en la esfera de la producción, resultando en gigantescos consorcios que combinan los ramos más diversos, imponiendo y estandardizando nuevos métodos de producción, nueva tecnología y nuevos productos a nivel global, resultado de la explotación de la fuerza de trabajo intelectual, de la  ciencia e investigación "en el servicio" de la producción. Un ejemplo es el caso de la multinacional Axys Pharmaceuticals Inc., producto de la fusión entre Arris y Sequana Therapeutics en 1998 (ambos basados en EEUU), integrando y combinando la ingeniería genética, la bioinformática y química combinatoria, con la tradicional producción de medicamentos; otro ejemplo es Aventis S.A., resultado de la fusión del gigante químico alemán, Hoechst, y del francés Rhône-Poulenc, integrando y combinando la farmacéutica con la protección de semillas y cosecha, el sector vacunación, los productos plasma, y la salud y nutrición veterinaria. Dice el antes presidente de Hoechst, Jürgen Dormann: "Combinando el saber de diferentes sectores, se crearán productos, servicios y mercados completamente nuevos". Véase A.J.S. Rayl, The Business of Life: An Industry powers on ("El Negocio de la Vida: Una industria sigue con fuerza"), Newsweek, 12.07.1999, Nr. 27, suplemento especial, página 1. Traducción propia del idioma inglés, el énfasis subrayado es nuestro.
Dentro del mismo contexto cabe, una vez más, la referencia a Kurzweil, quien, en su artículo The Age of Knowledge op.cit., subraya en el tercer párrafo subtitulado The software of Life ("El software de la Vida") la "inexorable tendencia hacia el saber como el componente principal de riqueza", expresando en estos términos el dominio del trabajo intelectual, que se establecerá en todas las esferas de la producción. En otras palabras, se impone el trabajo intelectual (el intelecto, la sociedad) en la determinación de las condiciones subjetivas y objetivas de la producción. Sigue Kurzweil en el mismo párrafo: "Estamos ahora empezando de dominar la habilidad de cultivar plantas sin tierra. Esto ofrecerá la oportunidad de construir fábricas que pueden cultivar en amplia cantidad cualquier cosa que crezca. La bioingeniería cultivará especies de verdura, fruta y grano que obtendrán su alimento desde una solución de agua enriquecida con nutrientes.  ... El proceso de cultivación, al igual que también él de la cosecha será, por supuesto, completamente automatizado. Por tanto, el valor de tales productos naturales consistirá de los 'foto calcos azules genéticos' para estas semillas, la programación que controla este proceso automatizado y la energía. ... Esta tecnología está claramente basada en el saber: Estamos haciendo cambios de programación en el software de la vida."  - Traducción propia del idioma inglés.
[19] En el marco de la siempre creciente tecnologización y automatización de todas las esferas de la producción, con su consiguiente eliminación de puestos de trabajo, los que venden su fuerza de trabajo física simplemente serán eliminados. Tal eliminación de todo un "ejército de reserva global" de fuerzas de trabajo físicas, inútil para la producción de ganancias del sistema en su totalidad, se efectuará en primer lugar en virtud de la misma pobreza, miseria, marginalidad y enfermedad, en que necesariamente caerán todos aquellos, los que ya no tienen donde vender su fuerza de trabajo física. En una etapa posterior del proceso, lo mismo sucederá con aquellos trabajadores, que venden su fuerza de trabajo intelectual, en la medida en que su fuerza de trabajo también será sustituida, en este caso por la tecnología de la inteligencia artificial, y al final quedará únicamente el "trabajo racional" - lo que, para nosotros, es sinónimo para el capital en su condición más avanzada.
[20] Ni materialista ni idealista presupone afirmar tanto la corriente materialista como también la idealista, es decir, considerándolos igualmente válidos, considerándolos expresiones válidas de dos respectivas caras de la misma moneda, para luego poder relacionarlos y trascenderlos. Esta operación lógica tiene que ver con nuestro método, que profundizaremos más adelante.
[21] Nos limitamos con nuestras observaciones exclusivamente a la filosofía occidental, no por razones eurocentristas, sino más bien por el hecho histórico, de que ésta, vinculada a las tendencias y realidades del proceso de trabajo, llegó a ser "exportada" hacia las cuatro esquinas del globo, constituyendo un elemento fundamental y decisivo en el modo de pensar y del razonamiento hasta hoy día, en la mayor parte del mundo.
[22] El adjetivo correcto en el idioma castellano que tendría que emplearse aquí es "relativo", término el cual, sin embargo, tiene una connotación diminutiva, casi despectiva, que nivela y "desarma" una aserción científica que tiene que ver con la relación entre dos entidades, por lo que preferimos introducir el término provisorio "relacional".
[23] Sistema filosófico-escolástico de Santo Tomás de Aquino, radicando en Platón y Aristóteles, constituyendo una puente y síntesis entre ambos filósofos y promoviendo un idealismo filosófico-teológico basado sobre todo en la filosofía de Aristóteles, con el Dios eclesiástico como principio original creador.
[24] En cuanto a la cosmovisión histórica del idealismo objetivo se refiere, Marx, en la "Ideología Alemana", realiza su conocido resumen analítico de las tres presuposiciones del idealismo objetivista Hegeliano, específicamente de su concepción de la historia. Marx explica, que Hegel desprende, primero, los pensamientos de los individuos empíricos, que viven e imperan bajo circunstancias reales y empíricas, de éstos mismos individuos, para poder llegar a aseverar el dominio de los pensamientos o de las ilusiones en la historia; segundo, que  Hegel inter-relaciona tales pensamientos aislados, y los coloca dentro de una especie de orden místico mediante su presentación como las "autodeterminaciones del concepto", y que tercero, Hegel convierte a este "concepto" y sus autodeterminaciones en una serie de personajes históricos, que "representan" el concepto en la historia, y que son concebidos, de tal manera, como los fabricantes de la historia. - Esto es, en pocas palabras, el fondo filosófico de la concepción de la historia, según la cual los "grandes hombres" hacen la historia. En palabras del propio Marx: "Con esto se ha eliminado todo elemento materialista de la historia, y se puede, tranquilamente, soltársele las riendas a su caballo especulativo." Véase Karl Marx, Friedrich Engels, Die Deutsche Ideologie ("La Ideología Alemana"); MEW, Dietz-Verlag, Berlin 1969, Band 3, página 49. Traducción propia del idioma alemán.
[25] El empirismo de índole subjetivo-idealista consiste en que se reduzca todo conocimiento abstracto-teórico único y exclusivamente al conocimiento empírico, y éste último a la experien-cia subjetiva inmediata, es decir, a las sensaciones e impresiones subjetivas e individuales. Así es, según Hume, como se forman los conceptos abstractos, las ideas y las concepciones generales sobre las leyes de la naturaleza, por medio de la asociación de impresiones y sen-saciones subjetivas; es decir, se efectúa una reducción psicológica de toda cognición a la percepción sensorial, individual-subjetiva.
[26] Bajo la suposición de la separación rígida del sujeto y objeto epistemológico, es decir bajo la presuposición y asumpción de una relación unilateral-exclusiva entre los dos - expresión de la relación unilateral o no-relación entre sociedad y naturaleza - no existe la posibilidad en el sentido estricto, lógico-formal filosófico, de refutar el idealismo subjetivo de George Berkeley, hecho, que el filósofo alemán, Immanuel Kant, denominó "el escándalo de la filosofía" (Kant 1787, B XXXIX, citado en: Ernst Bloch, Neuzeitliche Philosophie I: Von Descartes bis Rousseau ("Filosofía de la Modernidad I: De Descartes a Rousseau"); Leipziger Vorlesungen zur Geschichte der Philosophie Band 3, Suhrkamp Verlag, 6. Auflage, Frankfurt am Main 1990). Hay que señalar, sin embargo, que, bajo la misma premisa de la separación rígida del sujeto y objeto epistemológico, la misma irrefutabilidad le corresponde también al otro extremo de las dos corrientes principales filosóficas, en este caso al materialismo objetivista, mejor conocido como el "materialismo vulgar", según el cual el pensamiento es una "secreción del cerebro" tal como la orina lo es del riñon, y en el cual, por lo tanto, no hay diferencia cualitativa entre el "traqueteo de las ruedas de un ferrocarril y una clase magistral de un profesor universitario" (Bloch), por cuanto todo índole de movimiento se reduce al movimiento de los átomos.
[27] De manera característica, en lo que concierne a la relación unilateral-destructiva de la sociedad hacia la naturaleza, el título programático de la obra completa de Francis Bacon dice: Magna instauratio imperii humani in naturam (1620), la "Gran Restauración del Dominio Humano sobre la Naturaleza". El hilo rojo de toda la filosofía de Bacon es, vencer a la naturaleza; investigar y contemplar las obras y criaturas de Dios para reconocer las causas, los movimientos y las fuerzas escondidas en la naturaleza, en función de ampliar el dominio humano sobre la naturaleza hasta el límite de lo posible, como expresado, por ejemplo, en su fragmento utópico, Nova Atlantis (1627).
[28] Entre las teorías de élite basadas en "hechos" de índole racista figura Nietzsche; entre las que parten de "hechos" de la "naturaleza humana" figuran Max Weber y Karl Jaspers, entre las que se basan en "hechos" psicológicos se encuentran Gaetano Mosca, Vilfredo Pareto, y Ortega y Gasset, para dar algunos ejemplos. - Aun teniendo una cosmovisión materialista,  también figuran entre las teorías de élite, en última instancia, la teoría de Vladimir Iljitsch Uljanow (Lenin) sobre el "Partido del Nuevo Tipo", o de Lev Davidovitch Bronstein (Trotzki) sobre el "Partido de Vanguardia".
[29] Son, primero, la filosofía de John Locke, segundo, las concepciones de René Descartes - quien concibe no solo los fenómenos de la física sino también de la biología como determinados de manera mecánico-causal - y tercero, las ciencias naturales clásicas del siglo XVII, como expresadas en las obras de Johannes Kepler y Galileo Galilei, y culminando en la formulación del sistema de la mecánica clásica por el físico inglés Sir Isaac Newton, que forman la base teórica para el materialismo francés del siglo XVIII, cuyos representantes (La Mettrie, Holbach, Diderot, Helvétius) explican hasta los acontecimientos psíquico-mentales a partir de los principios mecánicos deterministas, como lo hace el ya citado Julien Offray de La Mettrie en su "L'homme machine" (1748), donde considera al hombre una máquina mecánica.
Según el materialismo mecánico determinista, la naturaleza es una cadena continua de causas y efectos intrínsecamente interrelacionados. Cada cosa, cada fenómeno, cada aconte-cimiento sin excepción está encerrado en la cadena causal de correlación, que opera dentro de los parámetros de causa y efecto. No existe el azar ni hay eventos imprevisibles, porque todo acontece a raíz de la acción de las leyes objetivas, que no son otra cosa que las fuerzas me-cánicas de presión, impulso y fuerza de atracción gravitatoria. Todo efecto se reduce a causas mecánicas, todo movimiento a movimiento mecánico y todas las leyes a leyes mecánicas. En éste género de determinismo mecánico, el comportamiento de cualquier sistema inercial está determinado por sus condiciones iniciales, es decir, por su posición en el espacio y por su im-pulso. Por consiguiente, el comportamiento tanto del sistema en su totalidad como de sus componentes es necesariamente predecible según las leyes de la mecánica, y por lo tanto "determinismo" y "previsibilidad" son idénticos en ésta cosmovisión. Como quedó demostrado por Kepler, Galilei y Newton, a partir de las premisas del determinismo mecánico, se logró elaborar un sistema científico, que no sólo dió una explicación del movimiento mecánico de los cuerpos físicos en general, sino que hasta permitió el cálculo y la predicción exacta del movimiento de los cuerpos macrocósmicos, de los planetas y sus órbitas, sin necesitar de una hipótesis sobrenatural. De tal manera, la mecánica clásica llegó a convertirse en el método científico per se de las ciencias naturales.
La máxima expresión del determinismo mecánico se encuentra en la famosa concep-ción del "Demonio de Laplace". El matemático y astrónomo francés, Pierre Simon Marquis de Laplace asumió la existencia de un ser inteligente, que es capaz de analizar a todas las fuer-zas que actúan en la naturaleza, y que conoce todas las coordenadas de todos los cuerpos en un instante determinado. Por consiguiente, el demonio puede comprender, en una sola fórmula, el movimiento exacto tanto del cuerpo más grande como del átomo más pequeño del universo. Desde cualquier estado dado del universo, el demonio puede calcular detalladamente el estado del pasado y del futuro tanto del universo en su totalidad como de sus componentes, gracias a las leyes de la mecánica.
Esta es la cosmovisión que formó la base para las ciencias naturales a partir del siglo XVII hasta el siglo XX. En el ámbito de la física es a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, que la clásica cosmovisión Newtoniana de corte mecánico-determinista experimenta su primera irrupción, cuando la física experimental se ve confrontada con la estructura atómica de la materia y su característica del movimiento al azar, mostrando las partículas atómicas un comportamiento accidental e indeterminable, indefinible dentro del contexto de los parámetros espaciales-temporales, cayendo, por consiguiente, fuera del ámbito de las leyes de movimiento mecánico Newtonianas. Esfuerzos para la explicación de tal fenómeno llevaron a la formación de la física cuántica en los años entre 1900 y 1926, comenzando con la hipótesis cuántica de Max Planck en 1900, y abrieron el capítulo del indeterminismo en las ciencias naturales, originando así la controversia sobre el agnosticismo en la física, encarnada en la interpretación de la física cuántica por la Escuela de Copenhagen.

[30] Véase nuestro capítulo V, página 160.
[31] En sus Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844, Marx expone, que la naturaleza solamente gana importancia histórica en la medida en que entra en el proceso de trabajo como "naturaleza humanizada", es decir, convertida en objeto y medio de la actividad vital del hombre. De tal modo, la "naturaleza humanizada" aparece como producto exclusivo del trabajo humano, y aquí salta a la vista la epistemología propiamente burguesa formulada ya por Thomas Hobbes en su condición de ser la expresión de la burguesía ascendente de los siglos XVI / XVII: cognoscer es producir - el hombre sólo puede cognoscer lo que él mismo haya producido. Esto es la epistemología del trabajo par excellence, tanto del idealismo objetivo de Hegel como del materialismo histórico-dialéctico de Marx/Engels, que expresan, en la superestructura, los dos lados del trabajo - el trabajo ideal-abstracto en el caso de Hegel y material-concreto en el caso de Marx. (Parece irónico, que hoy en día Hegel es "catapultado" a la vanguardia de un proceso, en el cual empieza a dominar la explotación del trabajo intelectual-abstracto ante la explotación del trabajo manual-concreto.) 

[32] El caso "clásico" es, por supuesto, el postulado filosófico de Hegel, el espíritu absoluto, el cual llega a conocerse como aquél, lo que es, solamente a través de su propia negación o autoenajenación, es decir, a través de aquél lo que él no es - problemática, la cual abordaremos detalladamente en los capítulos II - IV.
[33] Por ejemplo: espacio: - el contrario de tiempo; tiempo: el contrario de espacio, etc. etc.
[34] Nuestro postulado "Cosmos" expresa, epistemológicamente, la máxima noción para el objeto filosófico - lo material, lo concreto, lo natural - y se refiere, metodológicamente, a la identifica-ción, al reposo.  Nuestro contra-postulado "Einai", griego para "pensar", expresa, epistemo-lógicamente, la máxima noción para el sujeto filosófico - lo espiritual, lo abstracto, lo social - y se refiere, metodológicamente, a la identificación y diferenciación, al movimiento. Nuestro "en- contra-postulado" "Nada" expresa, epistemológicamente, la máxima noción para lo "ni objetivo- material-concreto o natural, ni subjetivo-espiritual-abstracto o social", es decir, para lo histórico, y se refiere, metodológicamente, a la triversificación, a la relación. - Nótese aquí, que el concepto  la "Nada" no tiene connotación existencialista ni nihilista ni gramático-cotidiana.
[35] Y al revés, el "más" de la afirmación con respecto a la negación es él de contenerse sólo a sí mismo - algo que no es válido para la negación.
[36] Es menester de señalar explícitamente lo que implícitamente ya hemos indicado con respec-to a los conceptos "reposo", "movimiento" y "relación", sin embargo tenemos que limitarnos aquí a una explicación en mínimo grado, por cuanto una explicación detallada excedería defini-tivamente el marco de este trabajo: El término "reposo" es una categoría (más preciso: unigoría) metodológica, que se refiere a la identificación del objeto epistemológico. El término "movimiento" es una categoría (más preciso: diagoría), que se refiere a la diferenciación del sujeto-objeto epistemológico. El término "relación" es una categoría (más preciso: triagoría), que se refiere a la triversificación del "transjeto" (ni sujeto ni objeto) epistemológico.
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