Impulsada por un fuerte viento que sopla desde el oeste, la contaminación que asfixió a China en enero ha volado más de 2.000 kilómetros y ha llegado ya a Japón. Desatando la consiguiente alarma social, durante los últimos días han subido los índices de polución en las zonas costeras de Kyushu, la principal isla del archipiélago nipón. Mientras los informativos de televisión muestran mapas con gráficos de la nube tóxica que vuela hacia Japón procedente del gigantesco vecino, los teléfonos y la página web del Ministerio de Medio Ambiente se han colapsado por la avalancha de consultas sobre sus posibles riesgos para la salud.
En plena escalada de la tensión militar por la soberanía sobre las islas Senkaku (Diaoyu en mandarín), reclamadas por el régimen de Pekín, las autoridades niponas se han mostrado cautas a la hora de pedir responsabilidades para no enturbiar las siempre difíciles relaciones diplomáticas entre ambos países. Pero, según informa la agencia AFP, uno de los responsables del Ministerio de Medio Ambiente, Yasushi Nakajima, ha asegurado que «no podemos negar que hay un impacto de la polución china».
En Japón preocupan, muy especialmente, las temidas partículas inferiores a 2,5 micras de diámetro (PM 2,5), tan diminutas que pueden penetrar en los pulmones y provocar tumores y enfermedades respiratorias. Liberadas por las tormentas de arena en Mongolia y China, pero también por el humo de los tubos de escape de los coches y las chimeneas de las fábricas, en el norte de la isla de Kyushu ya han llegado a detectarse 50 microgramos por metro cúbico, cuando el límite de seguridad fijado por el Gobierno nipón es de 35. En Pekín llegaron a 886 y suelen estar por encima de 100.
No es la primera vez, ni tampoco será la última, que esta contaminación sin fronteras de China llega a Japón, que en febrero del año pasado quedó cubierto por la niebla tóxica (“smog”) y en 2007 sufrió un sospechoso repunte de enfermedades respiratorias en 28 áreas del oeste del país.
Desde principios de los 90, la frenética industrialización y modernización que vive China afecta no sólo a sus vecinos asiáticos, sino también a países muchos más alejados como Estados Unidos. En 2006, un informe de la Agencia de Protección Medioambiental norteamericana calculó que el 25 por ciento de las partículas nocivas que flotaban suspendidas sobre la soleada Los Ángeles procedían del coloso oriental. Arrastradas por los vientos del llamado «Cinturón del Oeste», podían llegar al 33 por ciento en enero y febrero, cuando las corrientes atmosféricas alcanzan su máxima intensidad y trasladan esta contaminación viajera por toda la Tierra.
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| Más de una vez Chávez ha calificado a China como una potencia "buena", en comparación con el malvado y contaminante "imperio". |
