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26 ene 2013

CONCIENCIA DE CLASE EN EL BEISBOL VENEZOLANO


El emergente: Dionisio Acosta


Ignacio Serrano

¿Cómo puede resultar inolvidable un jugador que apenas bateó para .220 en su carrera? Alguien que únicamente disputó dos veces 40 juegos o más en una trayectoria de 13 temporadas en Venezuela.
El recorrido de Dionisio Acosta en los diamantes fue discreto, a pesar de que ocho de sus torneos aquí fueron con el uniforme del Caracas y en uno más defendió al Magallanes, los equipos más populares del país.

Quienes jugaron con él le recuerdan como un receptor seguro y un bateador sin fuerza, que trataba de irse del medio hacia la banda contraria.

Tan discreto, que ni siquiera es una hazaña el que no haya dado un solo cuadrangular, porque hay otros 16 jugadores que, con al menos 250 juegos, nunca sacaron la pelota del campo, incluyendo a los grandeligas Enzo Hernández, Gustavo Polidor, Argenis Salazar, Edgar Cáceres y Dámaso Blanco.

Su mejor temporada fue la 1961-1962, en la que actuó en 41 partidos y bateó para .293 con el Pampero. Aquella fue la primera zafra de Dámaso en el beisbol profesional y su primera memoria del por entonces veterano catcher era saberle una de las voces que marcaban el compás en el clubhouse.

Faltaban años para que dijera adiós como jugador y consagrara su vida a la Asociación Única de Peloteros Profesionales de Venezuela, una institución que llegó a ser tan sólida, que generó seguridad social para sus afiliados, paró un campeonato en plena postemporada y extendió sus brazos hacia el Caribe.

Esa es la persona, el hombre de beisbol que esta semana murió en Barquisimeto, a los 83 años de edad.

El sueño de Dionisio. Con ese título, el periodista Víctor Melo encabezó la entrevista que le hizo al zuliano para la revista del Juego de Estrellas, que en 2011 tuvimos la fortuna de dirigir. El ex dirigente gremial veía desde el retiro el declive de su obra.

No fue un precursor. Los jugadores ya habían detenido un campeonato en reclamo de mejoras, a finales de la década de los 50. Acosta tomó el ejemplo y el legado del Mono Zuloaga, de Pelayo Chacón y tantos otros. A su retiro, en 1967, dedicó esfuerzo y tiempo para hacer de la asociación un legítimo representante de los profesionales y un mecanismo de protección para los protagonistas del espectáculo. Fue su presidente hasta 1996.

A él, a Domingo Carrasquel y otros pocos se debe que naciera el Juego de Estrellas como entretenimiento y vía de financiación para los proyectos de la asociación. El duelo entre criollos e importados llenó los estadios. Todos los participantes recibían reconocimientos por asistir, en algunas oportunidades hasta relojes de oro.

El choque de mitad de temporada llegó a ser un clásico, un homenaje a los peloteros de parte de los propios peloteros. En los años 70, la AUPPV tenía ingresos suficientes para poder garantizar pensiones de verdad a sus miembros más antiguos. Los jugadores activos cotizaban con entusiasmo una parte de sus salarios.

Fue tal el empuje de Acosta, que logró la creación de la Confederación de Peloteros del Caribe, a pesar de no existir asociaciones en México ni Puerto Rico, y su intermediación llevó a la obtención de mayores beneficios para los peloteros.

No habrá estatuas de Dionisio Acosta. Será difícil ver homenajes en su recuerdo, porque fue quien se sentó al otro lado de la mesa en las negociaciones de cada contrato colectivo.

No importa. Hay un modo de rendirle tributo, y es rescatar su legado. Que los jugadores recuperen aquel sentido de pertenencia que él creó con denuedo. Que el gremio retome protagonismo y fortaleza, para enriquecimiento del espectáculo.

Sólo así, el logro de aquel discreto bateador de .220 no habrá sido en vano.

Publicado en El Nacional, el domingo 20 de enero de 2013.