Desde junio del 2003 viene circulando una publicación del Reino Unido, editada por el Institute of Science in Society & Third World Network, titulada “En defensa de un Mundo Sustentable”, organizada por alguno de los más de 600 científicos de 72 países, que firmaron una “Carta abierta de los Científicos del Mundo a todos los Gobiernos del Mundo” en 1999, en lo que alertaban sobre los distintos peligros de los cultivos genéticamente modificados o transgénicos, y se proponía para ese momento la necesidad de establecer moratorias o iniciativas de precaución una vez estos alimentos se dispusiesen al consumidor. Cinco años después aparece este estremecedor compendio, que pone en jaque a la industria de la biotecnología y/o transgénia de alimentos.
La evidente y nueva contaminación que los transgénicos producen, nos demuestran que los cultivos en mención no son seguros biológicamente. Se ha descubierto que los productos genéticos introducidos en los alimentos y en otros cultivos como los plaguicidas son fuertes inmunógenos y alérgenos. En otros trabajo se demuestra que los cultivos transgénicos provocan la esterilidad masculina de la planta.
Estos cultivos se propagan a través, tanto del polen, los genes de tolerancia a los herbicidas, como de los genes suicidas de la esterilidad masculina aumentando la erosión genética y afectando irreversiblemente la diversidad agrícola y natural. Aproximadamente el 75% de los cultivos transgénicos sembrados en todo el mundo son tolerantes a uno u otro herbicida de amplio espectro: el glufocinato de amonio y glisfosfato ambos son venenos metabólicos y sistémicos, confirmando poder producir una amplia gama de efectos nocivos en los seres humanos y en otros organismos vivos. El glufocinato de amonio está asociado con toxicidad neurológica, respiratoria, gastrointestinal y hematológica, con efectos congénitos en humanos y en otros mamíferos.
El glisfosfato confirma el riesgo de aborto espontáneo tardío y, en favor de los hijos, un grado elevado de alteraciones del neurocomportamiento. En otro alto nivel del conocimiento, pruebas científicas, especialmente en la transferencia horizontal de genes demuestran mutaciones genéticas en la inserción aleatoria; distintos tipos de cáncer, reactivación de virus dormidos y generación de nuevos virus. Todas estas pruebas y otras más, nos presentan fundados y sólidos argumentos, a favor que se promueva una prohibición mundial a la liberación de los cultivos transgénicos en nuestros ambientes, lo cual nos permita proporcionarle un cambio profundo a la agricultura y bien pueda encaminarse hacia la agroecología, la agricultura sustentable y la producción pecuaria agroecológica.
Los transgénicos en Venezuela
El uso de los cultivos transgénicos en Venezuela data de unos cuantos años atrás, lo que ha evidenciado una histórica irresponsabilidad por parte de ministros, juntas agrícolas, profesionales diversos, investigadores, empresarios agroalimentarios, distribuidores de insumos agrícolas y grandes productores, quienes no se han preocupado por avanzar en el desarrollo del conocimiento científico agrícola para generar políticas agroalimentarias más sanas y acordes con nuestras realidades agroecológicas. Esta seudo dirigencia agroalimentaria nacional que se ha venido escudando y ha adquirido, en la actualidad un nuevo ropaje político partidista, continua reiterando su atraso cognoscitivo y se empeña y se recrea consustanciándose con este modelo de agricultura transgénica, sin importarles que el mismo esté causando estragos alimentarios, ambientales, de anarquía social y técnica, en el campo venezolano.
Esta dirigencia agroalimentaria venezolana sucumbe ante esta realidad científico técnica productiva, a que solo le interesan las ganancias en dinero y se pone a su servicio, justificando ante el gobierno nacional el financiamiento para la compra de sus insumos trensgénicos, especialmente las semillas, el origen, el génesis; lo que somete al país a la dinámica tecnocrática que las trasnacionales del envenenamiento progresivo como los son Monsanto, Agroevo, Siygenta, entre otras, nos tienen subordinados. Accediendo además a la pérdida de control de las semillas y la patentización de las mismas, convertidas en propiedad legal y exclusiva de las transnacionales.
Otra irresponsabilidad que la dirigencia agroalimentaria nacional sostiene, tiene que ver con el desconocimiento, la desconfianza, descalificación y vergonzosa discriminación que somete al Movimiento Internacional Campesino Agroecológico; sin importarles las evidencias; el hecho cierto, demostrado en diferentes continentes, en el mundo entero: la producción de alimentos sanos, no contaminados, en abundancia, con rendimientos aceptables y de un alto aprovechamiento biológico. Permitiendo además, la conquista de la independencia científico técnica a la soberanía y seguridad agroalimentaria.
Es tan notorio el avance de este movimiento, especialmente en Latinoamérica, que muchas cooperativas, organizaciones campesinas, movimientos sociales y de apoyo están tratando de entrar en el mercado internacional para poder cooperar con otras organizaciones de campesinos, productores e instituciones de países que no han podido establecer un mínimo de políticas estratégicas como lo es la producción de semillas, siendo el caso venezolano.
El no de Chávez
La declaratoria del Presidente Chávez sobre el no a los transgénicos en la política agroalimentaria en Venezuela: no pronunciado el pasado mes de abril en el II Encuentro de Solidaridad por la Revolución Bolivariana Venezolana, tiene varias lecturas: la primera, sustentada en la ética, los valores y principios revolucionarios. Es decir, no se puede permitir que el pueblo venezolano continúe envenenándose progresivamente a través de la comida, por respetar el derecho creado por las transnacionales de los agroquímicos a enriquecerse aún a costa de la salud y la vida de nuestros pueblos. La segunda lectura de este histórico y acertado no, radica en la defensa de la soberanía, al no aceptar que sean las transnacionales del envenenamiento progresivo, quienes orienten e impongan los lineamientos estratégicos de nuestra política agroalimentaria. no pueden continuar las contradicciones y miedos expresados en la conducta ejecutorias de los dirigentes agroalimentarios nacionales, quienes tienen la responsabilidad de trazar esa política.
A ese no le sobran razones. Recordemos la Secretaria de Agricultura del Gobierno de Bush, la multimillonaria Ana Veneman, proviene de la alta gerencia de las Coorporaciones Agroalimentarias como Calgene, adquirida por la Monsanto. Es bien sabido a lo largo y ancho de América Latina que la transnacional en mención, históricamente con sus sobornos tecnocráticos, corroe y corrompe las distintas dirigencias políticas en todos sus niveles, no permitiendo se avance en el desarrollo de una auténtica política agroalimentaria inherente a la soberanía nacional. La tercera lectura del no se ubica en el campo de la solidaridad entre los pueblos que luchan por encontrar caminos de dignidad, apoyándose en el trabajo, en la cooperación mutua, en la investigación participativa campesina y el desarrollo tecnológico que no agreda a la naturaleza, que preserva la vida del planeta partiendo de la semilla. La semilla es
- Fuente: José Ma. Tardis, III Jornada de Agroecología, Paraná, Brasil
clave, es la prioridad A.1. en la elaboración de una política agroalimentaria orientada a la defensa de la vida y la soberanía; de allí la necesidad de crear bancos de semilla como los nuevos frentes de la resistencia agroalimentaria.
El Movimiento Internacional Campesino Agroecoloógico tiene la respuesta, esa es la alianza necesaria para fortalecer nuestros campos y estamos seguros de que esta singular connotación vendría a despertar en el Movimiento Campesino Nacional Venezolano, la posibilidad real de comprender y poder de asumir la propuesta de la agroecología, por cuanto estas semillas agroecológicas necesariamente tienen que tener un manejo agroecológico del suelo y apoyarse en los insumos biológicos por producir e incorporar en la propuestas de siembra. Es decir, cambiar la estructura tecnocrática agrícola venezolana para conducir una originaria revolución en el campo.
Por no decir la última lectura y no ser menos importante que las esbozadas, el no del Presidente Chávez, tiene que ver con el genuino proceso revolucionario: la puesta en marcha y la consolidación de las distintas misiones que afanosamente buscan institucionalizarse para crear y conformar unas nuevas formas de relaciones sociales de producción, particularmente en el agro venezolano y poder avanzar en la construcción de una economía social como parte de una nueva economía propia. En tal contexto la Misión Vuelvan Caras orientada a superar la inclusión social a través de la diversificación productiva, tiene como meta en su frente agrícola, agrupar a 600.000 personas de manera organizada, cooperativizada en nuevas formas de organización social de la producción. Se concentran en dimensiones de explotación agrícola entre 1 y 20 hectáreas. Se trata de pequeños productores excluidos cuya dimensión de producción no justifica científica y técnicamente la utilización de agroquímicos, ni transgénicos, lo cual ha de seguir contribuyendo al deterioro de los recursos suelo, agua y biodiversidad.
Se presagia que allí florecerán algunas de las bases para las políticas agroecológicas que la agricultura venezolana está exigiendo por encima de las contradicciones de su dirigencia agroalimentaria nacional. Lo otro que espera y sigue con sigilo el Movimiento Internacional Campesino Agroecológico, es la elaboración del decreto que prohíba en Venezuela la liberación en el ambiente, la importación, la producción, la comercialización y el tránsito por el país de los cultivos transgénicos.
Este accionar histórico e irreverente se solidariza con la de los tantos pueblos del África, que desde la Cumbre Mundial de Desarrollo Sustentable realizada en Sudáfrica, junto con el movimiento antiglobalizador, rechazaron una vez más los cultivos transgénicos como chantaje a las ayudas humanitarias alimentarias propiciadas por la Organización Mundial de Comercio. Esta acción fue respaldada en el Foro Mundial de Porto Alegre, que con la indetenible sentencia de “otro mundo es posible” se hizo eco de una de las reivindicaciones mundiales: que las semillas sean declaradas patrimonio de la humanidad y que sean conservadas en su integralidad por las comunidades campesinas.