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AUTOBIOGRAFIA DEL DR. FRANZ LEE

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2 nov 2012

370 AÑOS DESPUES: Galileo, la ciencia, el heliocentrismo y la Inquisición


Galileo Galilei (FALLECE EL 8 DE NOVIEMBRE DE 1642) ha pasado a la historia, entre otras muchas cosas, por ser una de las primeras personas en intentar romper con el mundo aristotélico. Se puede decir que, junto con Kepler, fue la primera persona que utilizó el método científico para apoyar sus afirmaciones, aunque estas fueran contrarias a todo lo dicho por Aristóteles y todo lo escrito en la Biblia, el libro sagrado de los cristianos católicos.

I: Galileo Galilei
De sobra es conocido el gran encontronazo que tuvo Galileo en los últimos años de su vida con la Inquisición, pero existen muchos mitos y desinformación al respecto. Quizá los dos mayores mitos sobre aquel proceso fue que se trató meramente de un enfrentamiento entre la ciencia y la religión, cosa que no es del todo cierta, y por supuesto, una de esas frases que nunca se dijeronY sin embargo se mueve.
Para entender todo primero hay que intentar hacerse a la idea de cómo era la personalidad de Galileo. Todos los historiadores coinciden al afirmar que Galileo fue uno de los científicos más brillantes del renacimiento, sino el que más, pero también fue un devoto creyente en la Iglesia católica y en la Biblia.
Además de esto, cabe destacar que Galileo no era una persona humilde, ni que asumiera fácilmente las críticas. Ya durante su época como estudiante en la universidad de Pisa se hizo famoso por su afán polémico, y sus continuas críticas a los profesores y sus afirmaciones. De hecho, desde aquel momento y durante el resto de su vida, no desaprovechó una sola oportunidad de rebatir las teorías de sus contrarios, ridiculizándolos y humillándolos si tenía la oportunidad.
La primera vez que queda reflejado el apoyo de Galileo por la teoría de Copérnico la encontramos en dos cartas escritas a Jacopo Mazzoni y a Johannes Kepler. En ambas se declara copernicano convencido, o lo que es lo mismo, apoyaba el sistema heliocéntrico. De ahí en adelante, continuamente expuso sus ideas en público. En 1604, aprovechando la aparición de una estrella “nova”, el 9 de octubre dio tres conferencias sobre cómo la aparición de esta estrella era una prueba de que la concepción aristotélica del universo era errónea. Esto le crea sus primeros grandes enemigos, entre los que cabe destacar a Cesare Cremini, un compañero de la universidad y Ludovico delle Colombe.

II: Modelo heliocéntrico
Durante 20 años, Galileo habló en la universidad sobre la nueva concepción del universo, y promulgó la idea en diferentes charlas y cartas enviadas. Pero a comienzos de 1616, un edicto censuró los libros de Copérnico (pese a que su gran obra De revolutionibus orbium coelestium llevaba publicada desde 1543), por contradecir de forma sacrílega lo escrito en la Biblia. Galileo, con varios cardenales como amigos dentro de la iglesia católica, fue advertido de que no defendiera la concepción de Copérnico del universo como verdades.
De este modo, Galileo se mantuvo al margen de la polémica sobre el sistema heliocéntrico de Copérnico. Aún así, durante varios años, defendió una idea que ya había expuesto directamente en 1613 en una carta a Benedetto Castelli. Galielo consideraba que las Sagradas Escrituras no se equivocan en ningún caso, sino es su interpretación de las mismas en sentido literal lo que puede llevar a equivocación. Según Galileo, había que dejar el sentido literal de la Biblia únicamente para asuntos de fe, pero cuando la experiencia o las demostraciones hacían evidente lo contrario, no había que recurrir a ella.
En 1630, cuando habían pasado 14 años desde la censura a Copérnico, Galileo publicó un libro que escribió durante 6 años y se convertiría en su mayor defensa del sistema copernicano. Intentó publicar el libro con el título de “Diálogo sobre las mareas”, pero la censura se lo cambió por “Diálogo sobre los sistemas máximos” y lo publicó dos años más tarde, en 1632. El libro se trata de un diálogo entre dos personajes, Simplicio y Salviati, que defienden respectivamente los sistemas aristotélicos y copernicanos, mientras que Sagredo, el tercer personaje del libro, hace de moderador de la conversación.

III: Diálogo sobre los sistemas máximos
La publicación de este libro hizo que fuera llamado a Roma por la Inquisición, bajo una acusación de sospecha de herejía. Este cargo, más que por contradecir las sagradas escrituras, fue causado por la prohibición directa que había hecho la Iglesia Católica a Galileo para que no volviera a promulgar el modelo copernicano. En realidad el libro en sí no defendía el sistema de Copérnico como cierto, sino que planteaba todas las hipótesis existentes, así como las pruebas que sustentaban cada uno de los modelos. Pero Galileo cometió el error de poner en la boca de Simplicio palabras dichas por Urbano VIII, el papa en aquel momento, lo cual fue tomado como un intento de caricaturización de su figura.
Sea como fuere, la Iglesia y a Inquisición sentenciaron a Galileo en un documento, del que os extraigo aquí la parte más sustancial:
… Por cuanto tú, Galileo, hijo del difunto Vincenzio Galilei, de Florencia, de setenta años de edad, fuiste denunciado, en 1615, a este Santo Oficio, por sostener como verdadera una falsa doctrina enseñada por muchos, a saber: que el Sol está inmóvil en el centro del mundo y que la Tierra se mueve y posee también un movimiento diurno; así como por tener discípulos a quienes instruyes en las mismas ideas; así como por mantener correspondencia sobre el mismo tema con algunos matemáticos alemanes; así como por publicar ciertas cartas sobre las manchas del Sol, en las que desarrollas la misma doctrina como verdadera; así como por responder a las objeciones que se suscitan continuamente por las Sagradas Escrituras, glosando dichas Escrituras según tu propia interpretación; y por cuanto fue presentada la copia de un escrito en forma de carta, redactada expresamente por ti para una persona que fue antes tu discípulo, y en la que, siguiendo la hipótesis de Copérnico, incluyes varias proposiciones contrarias al verdadero sentido y autoridad de las Sagradas Escrituras; por eso este sagrado tribunal, deseoso de prevenir el desorden y perjuicio que desde entonces proceden y aumentan en menoscabo de la sagrada fe, y atendiendo al deseo de Su Santidad y de los eminentísimos cardenales de esta suprema universal Inquisición, califica las dos proposiciones de la estabilidad del Sol y del movimiento de la Tierra, según los calificadores teológicos, como sigue:

1. La proposición de ser el Sol el centro del mundo e inmóvil en su sitio es absurda, filosóficamente falsa y formalmente herética, porque es precisamente contraria a las Sagradas Escrituras.
2. La proposición de no ser la Tierra el centro del mundo, ni inmóvil, sino que se mueve, y también con un movimiento diurno, es también absurda, filosóficamente falsa y, teológicamente considerada, por lo menos, errónea en la fe.
Pero, estando decidida en esta ocasión a tratarte con suavidad, la Sagrada Congregación, reunida ante Su Santidad el 25 de febrero de 1616, decreta que su eminencia el cardenal Bellarmino te prescriba abjurar del todo de la mencionada falsa doctrina; y que si rehusares hacerlo, seas requerido por el comisario del Santo Oficio a renunciar a ella, a no enseñarla a otros ni a defenderla; y a falta de aquiescencia, que seas prisionero; y por eso, para cumplimentar este decreto al día siguiente, en el palacio, en presencia de su eminencia el mencionado cardenal Bellarmino, después de haber sido ligeramente amonestado por dicho cardenal, fuiste conminado por el comisario del Santo Oficio, ante notario y testigos, a renunciar del todo a la mencionada opinión falsa y, en el futuro, no defenderla ni enseñarla de ninguna manera, ni verbalmente ni por escrito; y después de prometer obediencia a ello, fuiste despachado.

Y con el fin de que una doctrina tan perniciosa pueda ser extirpada del todo y no se insinúe por más tiempo con grave detrimento de la verdad católica, ha sido publicado un decreto procedente de la Sagrada Congregación del índice, prohibiendo los libros que tratan de esta doctrina, declarándola falsa y del todo contraria a la Sagrada y Divina Escritura.
Como consecuencia de esto, Galileo fue obligado a pronunciar una fórmula de abjuración, en la que se retractó de todo aquello por lo que había sido acusado.
Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vincenzio Galilei, de Florencia, de setenta años de edad, siendo citado personalmente a juicio y arrodillado ante vosotros, los eminentes y reverendos cardenales, inquisidores generales de la república universal cristiana contra la depravación herética, teniendo ante mí los sagrados evangelios, que toco con mis propias manos, juro que siempre he creído y, con la ayuda de Dios, creeré en lo futuro todos los artículos que la Sagrada Iglesia Católica y Apostólica de Roma sostiene, enseña y predica. Por haber recibido orden de este Santo Oficio de abandonar para siempre la opinión falsa que sostiene que el Sol es el centro e inmóvil, siendo prohibido el mantener, defender o enseñar de ningún modo dicha falsa doctrina; y puesto que después de habérseme indicado que dicha doctrina es repugnante a la Sagrada Escritura, he escrito y publicado un libro en el que trato de la misma condenada doctrina y aduzco razones con gran fuerza en apoyo de la misma, sin dar ninguna solución; por eso he sido juzgado como sospechoso de herejía; esto es, que yo sostengo y creo que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no es el centro y es móvil, deseo apartar de las mentes de vuestras eminencias y de todo católico cristiano esta vehemente sospecha, justamente abrigada contra mí; por eso, con un corazón sincero y fe verdadera, yo abjuro, maldigo y detesto los errores y herejías mencionados, y, en general, todo otro error y sectarismo contrario a la Sagrada Iglesia; y juro que nunca más en el porvenir diré o afirmaré nada, verbalmente o por escrito, que pueda dar lugar a una sospecha similar contra mí; asimismo, si supiese de algún hereje o de alguien sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al inquisidor y ordinario del lugar en que pueda encontrarme. Juro, además, y prometo que cumpliré y observaré fielmente todas las penitencias que me han sido o me sean impuestas por este Santo Oficio. Pero si sucediese que yo violase algunas de mis promesas dichas, juramentos y protestas (¡que Dios no quiera!), me someto a todas las penas y castigos que han sido decretados y promulgados por los sagrados cánones y otras constituciones generales y particulares contra delincuentes de este tipo. Así, con la ayuda de Dios y de sus sagrados evangelios, que toco con mis manos, yo, el antes nombrado Galileo Galilei, he abjurado, prometido y me he ligado a lo antes dicho; y en testimonio de ello, con mi propia mano he suscrito este presente escrito de mi abjuración, que he recitado palabra por palabra.

En Roma, en el convento de Minerva, 22 de junio de 1633; yo, Galileo Galilei, he abjurado conforme se ha dicho antes con mi propia mano.
Tras esto, tal y como ya he escrito al principio del texto, no hay ningún historiador que recoja que Galileo dijera eppur si muove! entre dientes.
Como consecuencia, Galileo se vería sometido a retención domiciliaria, tiempo que aprovecha para reunir todos los apuntes sobre mecánica recogidos a lo largo de toda su vida. Como resultado escribe “Consideraciones y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias”, su último libro y el que posiblemente sea su libro más científico, publicado en 1638, cuando ya contaba con 74 años de edad.
Después de casi cuatro siglos, aún no hay consenso sobre las intenciones reales de Galileo entre los historiadores. En la fecha en la que Galileo se enfrentó a la iglesia a causa de defender el modelo de Copérnico, este modelo ya estaba instaurado en otras universidades de países católicos, donde se enseñaba como un modelo más, como es el caso de la Universidad de Salamanca, donde se comenzó a enseñar el modelo de Copérnico en 1564.
En lo que prácticamente todos los historiadores parecen estar de acuerdo es que el fin de Galileo era el de conseguir, no que la iglesia tolerase el modelo heliocéntrico, sino que además lo adoptase como verdadero. Como creyente, quería que la Iglesia no diera tumbos y supiera adaptarse a los cambios y a las evidencias existentes, y que no fuera un problema que estas nuevas afirmaciones entrasen en discordancia con la Biblia.

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