La Proposición 37, que se someterá a votación en las urnas de California el próximo 6 de noviembre, busca que los productos que se han manipulado genéticamente estén obligados a informar sobre ello al público.
La medida busca además que los productos en los que se haya usado Ingeniería Genética (GE) no puedan ser vendidos o promovidos con la palabra "natural" como parte de su etiquetado.
Quienes se oponen a que la 37 se convierta en ley, afirman que la etiqueta asustaría a los consumidores y que no se ha comprobado que la manipulación transgénica sea dañina para la salud.
Aunque ambas partes afirman representar a una amplia coalición de ciudadanos e intereses públicos, es claro que los mayores auspiciadores a la campaña del No, son compañías de alimentos y multinacionales como Monsanto y DuPont, además de otras como Bayer, Pepsi y Coca Cola.
Por el lado del Sí, se encuentra el médico osteópata Joseph Mercola y su compañía Mercola Health Resources, así como Nature's Path y el Fondo de Consumidores Orgánicos, que derivan de los productos naturales sus principales actividades profesionales.
Y aunque la balanza de los recursos se inclina para el No, con más de 32 millones de dólares aportados frente a casi cuatro millones por el lado del Sí, una reciente encuesta del diario Los Angeles Times da más probabilidades a éstos últimos de ganar en la urnas del estado dorado.
Para Jazmín Rumbaut, subdirectora de medios de la campaña del Sí, lo que quiere su grupo es "darle a los californianos la opción de tomar una decisión informada" sobre lo que están consumiendo.
Sus oponentes afirman, por su parte, que el etiquetado no es lo suficientemente claro y que ocurriría lo mismo que con la Proposición 65 sobre etiquetas sobre materiales carcinógenos: un cúmulo de demandas que encarecen los productos.
En realidad, aún quienes apoyan el Sí como el catedrático Ignacio Chapela, profesor especializado en biología microbacteriana de la Universidad de Berkeley e investigador del Centro Nacional de Bioseguridad de Noruega, afirman que decir en una etiqueta que el producto ha sido manipulado transgénicamente es poca información frente a las complejidades del tema.
Sin embargo, Chapela aseguró a Efe que la 37 sí puede ser un importantísimo primer paso en un campo que lleva décadas a la sombra de una verdadera evaluación científica.
"Es difícil de contestar (si los transgénicos) son buenos o malos porque hay muchos tipos, lo que sí sabemos es que se han hecho pocos estudios de su inocuidad porque desde hace mucho existe una directiva de no hacer estudios a estos productos", afirmó el investigador.
Cada vez que se intenta investigar, agregó el experto, se encuentran muchas trabas, pero cada vez que se pregunta, se encuentran problemas y "ha llegado el momento en que debemos saber si son seguros y sanos, pues no lo hemos hecho pese a llevar 30 años con ellos".
Chapela explicó que "los cultivos transgénicos eran una gran promesa en los 70 y para los 90 ya se estaban plantando a gran escala, pero nos hemos dado cuenta de que grandes ventajas en crecimiento y rendimiento no las hay. Al principio hubo ventajas en poder utilizar herbicidas, pero eso generó malezas que nos están haciendo regresar a herbicidas ya extintos por ser demasiado tóxicos".
"Lo que pasa es que a los productores se les dicta qué semillas tienen que usar por el interés de las compañías productoras de semillas y otras", añadió.
Como parte del grupo que rechaza el nuevo etiquetamiento se encuentran negociantes como Ray Martínez, propietario de La Playa Market, ubicado en el populoso sector de Inglewood, al sur de Los Angeles y para quien el efecto de la medida puede traer serias consecuencias.
"El consumidor de bajos recursos que compra en mi tienda, así como el consumidor en general, va a tener la mala impresión que el producto que sea GE es algo malo e inferior, lo cual es totalmente erróneo", dijo.
El propietario de este mercado latino tiene miedo de que la nueva ley se pueda prestar a abusos por parte de quienes quieran ganar dinero fácilmente con demandas que califica como absurdas y con las que dice haber sufrido en el pasado.
En realidad, para Martínez, como para un buen número de consumidores y votantes, no hay mucha claridad sobre qué es la manipulación transgénica, que se compara con un entrecruzamiento de variedades para obtener un material de mejor calidad.
Sin embargo, como explica el mismo investigador Chapela, "en la manipulación transgénica se utilizan virus y bacterias que se introducen en la planta, sin pasar por la reproducción normal de ésta".
Mientras los opositores afirman que más de 400 estudios de biotecnología y cultivos GE han demostrado que no hay efectos negativos de los productos transgénicos y que todo este proceso generaría sobrecostos en los alimentos, los proponentes contestan que hay estudios que han ligado los productos GE con alergias y toxicidad en los órganos.
También, que para hacer estudios de largo plazo se necesita saber cuáles son los productos modificados y que quienes se oponen a la medida son los mismos que dijeron en el pasado que el Agente Naranja y el DDT no presentaban riesgo alguno.