Un revolucionario palestino: Jabra Nicola y
la izquierda radical
Por Ran Greenstein *
Traducido por Chucho Nery
Introducción
Desde su nacimiento en el siglo XIX el
movimiento sionista y su proyecto colonizador en Palestina ha encontrado
oposición desde la izquierda radical europea.
Ya en 1886 un joven socialista ruso judío con el nombre de Ilya
Rubanovich argumentó que el proyecto colonizador estaba condenado al fracaso:
¿Qué debe hacerse en cuanto a los
árabes? ¿Los judíos esperan ser unos
extraños entre los árabes o quieren hacer que los árabes sean extraños entre
ellos mismos? … Los árabes tienen exactamente el mismo derecho histórico y
sería desafortunado si -al tomar posición bajo la protección de saqueadores
internacionales, usando los pactos e intrigas bajo la mesa de una diplomacia
corrupta- obliga a los pacíficos árabes a defender ese derecho. Ellos responderán a las lágrimas con sangre y
enterrarán sus documentos diplomáticos en las cenizas de sus propios hogares. 1
Con estas proféticas palabras Rubanovich
capturó dos elementos de la crítica de la izquierda al sionismo (una década
antes que el movimiento se lanzara formalmente): que era un pacto para violar
los derechos de los árabes autóctonos y que lo haría usando la diplomacia
internacional para asegurar su posición.
En otras palabras, usando una terminología que todavía no era habitual,
el sionismo estaba condenado por sus prácticas coloniales con respecto a la
población autóctona y por su asociación potencial con las potencias imperialistas. El tópico de este artículo es cómo este
conjunto de ideas dio origen a diferentes movimientos y activistas, formados
por circunstancias históricas subsiguientes.
Esta crítica fue retomada por el movimiento
comunista que emergió con la revolución rusa de 1917 y la formación de la III
Internacional (Comintern) en 1919. En
las “tesis sobre la cuestión nacional y colonial” de Lenin de 1920 se hizo un
llamado a los partidos comunistas para que “apoyaran por sus acciones los movimientos de
liberación nacional en esos países (coloniales).” Esto debía combinarse con “una lucha
incondicional … contra las influencias reaccionarias y medievales del clero,
las misiones cristianas y elementos similares,” contra el pan-islamismo y
“similares corrientes que tratan de vincular la lucha de liberación contra el
imperialismo europeo y estadounidense” a fuerzas reaccionarias locales,
fortaleciéndolas de esa manera.
La Comintern llamó a exponer “el engaño
cometido por las potencias imperialistas con ayuda de las clases privilegiadas
en los países oprimidos cuando, bajo la máscara de estados políticamente
independientes, hacen surgir estructuras estatales completamente dependientes
de aquellas económica, financiera y militarmente.” Un ejemplo de esto fue “el asunto palestino
de los sionistas”, un exponente “del engaño a las clases trabajadoras de ese
país oprimido por parte de los países imperialistas y la burguesía del país en
cuestión que unen sus esfuerzos (de la misma forma en que el sionismo en
general entrega a la población trabajadora árabe de Palestina, en donde los
trabajadores judíos sólo forman una minoría, para ser explotados por
Inglaterra, bajo el manto de la creación de un estado judío en Palestina).” 2
Poco después el Congreso de los Pueblos
Orientales de Bakú argumentó que Gran Bretaña “actuando en beneficio de los
capitalistas anglo-judíos,” metió una cuña entre los árabes y los judíos. Eso obligó “a los árabes a irse de sus
tierras para dársela a los colonos judíos; luego, al tratar de apaciguar el descontento
de los árabes, los incitó contra esos mismos colonos judíos, sembrando la
discordia, la enemistad y el odio entre todas las comunidades, levantándolas a
ambas de manera que pudiera gobernar y mandar.” 3
Estas formulaciones algo diferentes establecieron
la agenda de las políticas comunistas hacia Palestina. Ellas delinearon la oposición al dominio
imperial británico, la condena al sionismo, y la exposición de las fuerzas
árabes e islámicas que colaboraban con el imperialismo. Sin embargo, dejaron asuntos sin resolver que
dieron pie a intensos debates: en cuanto a la asociación entre el sionismo y el
imperialismo, ¿cuál de los dos era la parte subordinada, y cuál la
dirigente? ¿La asociación servía a
intereses principalmente imperiales, colonizadores o capitalistas? ¿Semejantes intereses eran compatibles? Caso
contrario, ¿cuáles eran las implicaciones para las fuerzas progresistas? ¿Cuáles fuerzas árabes eran aliadas y cuáles
opositoras de los movimientos revolucionarios?
¿Qué debía hacerse con los colonos judíos -eran enemigos implacables o
partidarios potenciales de las fuerzas revolucionarias? ¿Seguían siendo extranjeros luego de haber
vivido en el país por un tiempo o comenzaron un proceso de naturalización?
El Movimiento Comunista Palestino
(1919-1948)
Fue sólo con el surgimiento de un movimiento
comunista local que se formularon y debatieron respuestas concretas. Líderes del Partido Comunista de Palestina
(PCP) participaron en esos debates incluyendo activistas e intelectuales como
Wolf Averbuch, Joseph Berger-Barzilai, Yehiel Kossoi e Ilya Teper. 4 Sus características demográficas reflejaban
la realidad de la emergente sociedad judía dominada por los colonos -la Yishuv. Los militantes judíos estuvieron a la
vanguardia de la movilización de izquierda a ambos lados de la división
sionista/anti-sionista. La movilización
nacionalista árabe ignoró esta disputa judía interna y se refirió a todos los
inmigrantes judíos como intrusos extranjeros.
Por lo tanto, desde la perspectiva de la Comintern, era esencial un
cambio dentro de la composición del PCP.
Durante toda la década de los años 20 (del siglo XX) llamó al Partido
Comunista a trascender sus orígenes colonizadores y reclutar árabes como
miembros y líderes, para permitirle jugar un papel activo en el movimiento
nacional.
El trabajo del Partido entre los árabes fue
entorpecido por la falta de familiaridad con la cultura y el idioma local y por
los orígenes foráneos de sus miembros: la vasta mayoría debía su presencia en
el país al sionismo, aun cuando hayan renunciado a él luego de haber llegado al
país. Debido a que la inmigración judía
era la principal preocupación del movimiento nacionalista árabe el Partido se
enfrentaba a un dilema. Oponerse a la
inmigración y a la colonización habría socavado la posición de sus miembros
judíos. Aceptarlas como derechos de los
judíos habría apartado al movimiento árabe.
El Partido era una fuerza anti-imperialista que recibía apoyo de una
comunidad que existía y crecía gracias a la misma fuerza imperial que el
partido tenía como su principal enemiga.
La salida al dilema fue el enfoque conocido
como yishuvismo. El mismo rechazaba el
sionismo como ideología y movimiento político, pero aceptaba a la Yishuv
como una comunidad legítima que seguiría creciendo debido a la
inmigración. La estrategia estaba
dirigida a radicalizar a los inmigrantes judíos y a sacarlos del sionismo,
mientras le demostraba a los árabes que los judíos podían volverse aliados en
una lucha contra los británicos. 5
Este enfoque -que Nahman List define como “sionismo anti-sionista” o
“sionismo sin sionismo”- y los miembros y líderes judíos del Partido estuvieron
cada vez más en desacuerdo en cuanto al impulso de la línea de la
Comintern. Esa línea se enfocaba en el
apoyo a “todo movimiento nacional revolucionario contra el imperialismo,” y en
la movilización de las masas en un “frente unido anti-imperialista” de
liberación nacional. Los comunistas de
origen europeo debían ayudar a organizarse al proletariado local, sin formar sus
propios partidos. 6 Esos
fueron los fundamentos del debate sobre la política de naturalización, conocida
en el contexto local como arabización.
La primera tarea para el PCP en la campaña de
arabización fue “intensificar su actividad entre el proletariado urbano y el
campesinado,” y ayudarlos a organizarse para luchar contra el sionismo y el
imperialismo. 7 Estaba claro
que “el centro de gravedad de la actividad del PCP debe estar entre las masas
trabajadoras árabes.” 8 La
Comintern urgió un rumbo que involucrara “vincular los intereses de la lucha
diaria de los trabajadores árabes con los intereses de la lucha diaria del
proletariado judío, mientras se impulsaba una campaña sistemática contra el
patrioterismo árabe y judío y por la asociación entre los trabajadores judíos y
árabes en una lucha conjunta contra el enemigo de clase.” 9
Este enfoque equilibrado colapsó con el
estallido de choques a nivel nacional en agosto de 1929. El Partido fue tomado desprevenido por
eventos que expusieron su aislamiento de los crecientes sentimientos
nacionalistas entre las masas de ambas comunidades. La Comintern usó aquella oportunidad para
impulsar la arabización de manera decisiva.
Criticó al PCP por su “subestimación de las posibilidades
revolucionarias, su resistencia abierta o soterrada a la arabización del
partido, su pesimismo y pasividad en relación al trabajo entre las masas
árabes, su fatalismo y pasividad en cuanto a la cuestión campesina, su fracaso
en entender el papel de los camaradas judíos como auxiliares mas no como
líderes del movimiento árabe,” y así por el estilo. 10
Con esto el Partido se vio forzado a cambiar
su orientación hacia la población árabe.
El creciente conflicto nacional en el país, en particular la Revuelta
Árabe de 1936-39, dio lugar a tensiones entre los miembros, llevando a la
formación de una “sección judía” autónoma en 1937. Con el fin de la revuelta, el estallido de la
Guerra Mundial y la invasión de la Unión Soviética a Alemania en 1941, los
soviéticos se movieron en la dirección opuesta, reconociendo los derechos
judíos dentro del país. Esto alejó a los
intelectuales y activistas árabes que se habían acercado al Partido durante los
años 30 (del siglo XX), cuando este se sumó a la lucha nacional árabe. Las tensiones nacionalistas se reflejaron
dentro del Partido en una situación “en que el Partido conversaba con cada
comunidad en su propio lenguaje político y apelando a ella en términos de sus
sentimientos nacionales.” 11
El Partido sufrió una división en 1943, que vio la formación de la Liga
de Liberación Nacional (LLN), 'Usbat al-Taharur al-Watani' en árabe,
como partido árabe de izquierda, junto al centrista Partido Comunista Palestino
bajo liderazgo judío, y otro grupo, la Sociedad Educativa Comunista (más tarde
llamada Partido Comunista Hebreo), de orientación pro-sionista. La división dentro del movimiento “presagió
la venidera partición del país,” 12 y siguió en efecto hasta la
creación del Estado de Israel en 1948.
Jabra Nicola y el Movimiento hacia el
Trotskismo
Este contexto sirve como trasfondo para las
ideas y acciones de Jabra Nicola, un activista e intelectual palestino de
izquierda, cuya obra se discute aquí.
Nació en Haifa en 1912, se unió al PCP a principios de los años 30 (del
siglo XX) pero fue un crítico del estalinismo y se acercó más a círculos
disidentes trotskistas, trabajando con el abogado Mordechai Stein, editor de Ha-Or
(La Luz). Estuvo activo en el Partido como escritor y editor, tradujo obras del
inglés, y publicó folletos sobre organizaciones obreras y actividades
huelguistas en el país, y sobre los movimientos judíos y sionistas. Estos fueron escritos a mediados de los años
30 (del siglo XX), cuando contaba veinte años de edad. No se unió a ninguna de las facciones étnicas
durante los años 40 (del siglo XX), sino que se hizo miembro del reunificado Partido Comunista Israelí luego
de 1948, y siguió afiliado a él hasta principios de los años 60 (del siglo XX).
Sólo existen pocas y dispersas referencias a
la época de Jabra Nicola en el PCP. Su
nombre como líder del ala izquierda del Partido, vinculada a activistas judíos
trotskistas, aparece en un recuento de Bulus Farah, un miembro principal del
PCP, quien recuerda sus esfuerzos por reconciliar la corriente principal del
Partido, liderada por Radwan al-Hilu, con el sector judío. Farah se oponía a tal reconciliación
(refiriéndose al sector judío como sionistas disfrazados que no tenían lugar
dentro del Partido), y reporta una reunión en 1939 en donde Jabra participó
junto a al-Hilu y otros. No existe
registro de esta posición sobre la materia discutida, excepto que tradujo el
intercambio. 14 Muy
probablemente fue el único líder árabe del PCP cuyo hebreo era lo
suficientemente bueno en esa época. Jugó
un papel adicional en la reintegración de otro grupo de disidentes judíos, Ha-Emet
(La Verdad) en 1942, y pudo haber coqueteado con la idea de desafiar al
liderazgo de al-Hilu en 1943, aunque no sacó mucho de esa iniciativa. 15
Un activista judío de aquel período, Ygal
Gluckstein (conocido con el apodo de Tony Cliff), que se volvió miembro de un
pequeño grupo trotskista, describió su encuentro con Jabra Nicola:
A principios de 1940 me las arreglé para
ganarme el puesto de editor de El Nur, el periódico árabe legal del Partido
Comunista de Palestina, aunque el Partido era ilegal. Su nombre era Jabra Nicola, un hombre
realmente brillante. Como editor de El
Nur, Jabra se ganaba la vida como periodista de un diario árabe burgués. Trabajaba de noche. Todos los días al finalizar su turno nos
reuníamos y discutíamos tres o cuatro horas.
Luego de casi un mes lo convencí.
¡Tal vez también estuvo motivado por la perspectiva que no lo molestara
más! Ese fue un logro verdaderamente
grande. Para entender las duras
condiciones bajo las cuales vivía Jabra debo relatar un incidente. Chanie (la esposa de Cliff) debía visitarlo
para recoger un artículo que había escrito.
Yo no podía hacerlo pues me perseguía la policía. Ella fue a su “casa” -de una sola
habitación. En este único cuarto vivía
con su esposa y su hijo de un año, su hermana viuda y su hijo pequeño, junto a
su madre que estaba muriendo de cáncer. 16
El grupo disidente de izquierda al que se
afilió Jabra Nicola consistía de treinta miembros, la mayoría judíos. Se llamaban a sí mismos la Liga Comunista
Revolucionaria, y formaban parte de la IV Internacional formada por León
Trotsky en 1938, guiada por los principios que la Comintern había formulado en
sus primeros días. Se oponían al
sionismo porque “sirve como apoyo del dominio imperialista británico … provoca
una reacción nacionalista de parte de las masas árabes, causa una división
racial en el movimiento de los obreros y refuerza la 'santa alianza' de clases
tanto entre judíos como en árabes, permitiendo así que el imperialismo perpetúe
este conflicto como medio para perpetuar la presencia de tropas en
Palestina.” La forma de avanzar dependía
de las fuerzas progresistas árabes, que consideraban “la creación de una Unión
de países Árabes del Medio Oriente como el único marco real para el desarrollo
de las fuerzas productivas y para la constitución de una nación árabe.” En esa búsqueda “son las masas árabes, los
trabajadores y los campesinos pobres, quienes constituyen la fuerza
revolucionaria en el Medio Oriente y también en Palestina, gracias a su número,
sus condiciones sociales, y su vida material, que los pone directamente en
conflicto con el imperialismo.” En
contraste, “las masas judías de Palestina, como un todo, no son una fuerza
anti-imperialista.” Como resultado, “la
unidad entre los judíos y los árabes en Palestina es irrealizable” en el
presente, y podría ocurrir sólo “a través de la abolición de toda ideología y
práctica racista por parte de los judíos.”
En otras palabras, requiere la abolición de la ideología y prácticas
sionistas y “una división entre el movimiento de los trabajadores (judíos) y el
sionismo. Esta es la condición sine
qua non para lograr la unidad de acción judío-árabe contra el imperialismo,
y es la única forma de evitar que la revolución árabe en el Medio Oriente
avance sobre el cadáver del pueblo judío de Palestina.” 17
La partición del país no era una solución a la
división entre judíos y árabes:
Un estadito judío en el corazón del Medio
Oriente puede ser un excelente instrumento en manos de los estados imperialistas. Aislado de las masas árabes este estado
estaría indefenso y completamente a merced de los imperialistas. Y lo usarían para fortificar sus posiciones … Los árabes también recibirían “independencia
política.” … De esta forma ellos esperan
aislar y paralizar al proletariado árabe en el área de Haifa, un importante
centro estratégico con refinerías de petróleo, y también dividir y paralizar la
guerra de clases de todos los trabajadores de Palestina. 18
Se repiten aquí los viejos temas comunistas de
violación de los derechos autóctonos a través de las prácticas colonizadoras
sionistas, el control imperialista y la política de divide y vencerás. A ellos los trotskistas añadieron el papel
del PCP y sus facciones, que fracasaron en plantear una alternativa basada en
la clase trabajadora al trío de enemigos: el sionismo, el imperialismo y los
reaccionarios árabes. En vez de
confrontarlos directamente, argumentaron, el apoyo de los comunistas alineados
a Moscú a la resolución de partición de la ONU de noviembre de 1947 reforzó el
poder de ese trío para manipular a las masas.
Las condiciones posteriores a 1948
La resuelta oposición a la partición fracasó y
en el resultante conflicto armado la mayoría de árabes palestinos que residía
en los territorios destinados al estado judío huyeron o fueron expulsados por
fuerzas israelíes. Este proceso cambió
completamente las relaciones demográficas y de poder en el país. Las nuevas condiciones exigían mayores
ajustes por parte de todas las fuerzas políticas. Los trotskistas dejaron de existir como
grupo, aunque unos pocos individuos aislados siguieron activos
políticamente. Uno de ellos escribió un
artículo en donde argumentaba que “La huida masiva de los árabes de Haifa, el
centro de la clase trabajadora palestina (refinerías de petróleo, talleres de
ferrocarriles, etc.), y de Jaffa y el resto de la planicie costera, trajo
consigo la completa aniquilación de la clase trabajadora de Palestina.” Como resultado “La barrera entre los
trabajadores judíos y árabes construida por el imperialismo, el sionismo y los
reaccionarios árabes, que había sido rota de vez en cuando (por la actividad
conjunta en Haifa) … ahora había sido reforzada por medio de límites políticos
entre estados beligerantes, o al menos rivales, excluyendo el contacto físico
entre los trabajadores judíos y árabes.” 19
Las condiciones después de 1948 aislaron a los
ciudadanos de Israel -tanto judíos como árabes- de la región. Los palestinos que permanecieron firmes
perdieron mucho de su liderazgo, permitiendo que los ex-activistas del PCP y la
LLN ocuparan nuevas posiciones de influencia.
Como único partido legal independiente de la clase dominante
israelí-sionista y sus colaboradores árabes el Partido Comunista Israelí (Maki)
sirvió como punto de encuentro alrededor del cual comenzaron a cristalizar
nuevas políticas de identidad y resistencia.
En 1952 comenzó a publicar una revista cultural en árabe con el nombre
de al-Jadid (lo Nuevo), editada por Emil Habibi y Jabra Nicola en
Haifa. A pesar de su pasado disidente
las habilidades de Jabra Nicola como escritor y editor y su estatura
intelectual en general eran demasiado importantes como para que el Partido las
ignorara. Por su parte la oportunidad de
trabajar en un foro más amplio que le permitía acceso a los activistas y a los
electores debió parecerle esencial para su misión política.
Con ese puesto, Jabra Nicola fue invitado a la
histórica reunión de 1958 entre escritores judíos y árabes. Fue el participante árabe de más edad. Un recuento publicado cuarenta años después
del evento describe el siguiente intercambio: el escritor hebreo Aharon Meged
estaba convencido que “los árabes son parte del exquisito paisaje del país, y
debemos familiarizarnos con esa parte del escenario.” En respuesta, según uno de los participantes,
Jabra Nicola dijo: “Somos la sal de esta tierra, y queremos, como Ustedes,
disfrutar de su belleza.” 20
Según otro participante dijo: “Nosotros los árabes somos parte del
paisaje del país, somos personas vivas.
Su tono santurrón es el origen de la injusticia y el principal obstáculo
que bloquea el entendimiento.” 21
Además añadió para incomodidad de sus oyentes judíos: “Según Tammuz (el
escritor hebreo que organizó la reunión) 'en sus comentarios siguientes él
(Nicola) dio en el clavo planteando la molesta pregunta: ¿cuántos de Ustedes
hablan árabe? Casi todos nosotros,
excluyendo a dos, hablamos hebreo. ¿Cómo
pretenden, por lo tanto, comunicarse con nosotros?'” 22 No hace falta decir que las dificultades para
comunicarse no se debían solamente a la falta de habilidades lingüísticas, sino
más bien a la incapacidad de hablar y ser escuchado desde dentro del mismo
universo político-moral.
Los ciudadanos palestinos en Israel se
enfocaron, por necesidad, en una lucha por reconstituir su identidad colectiva
y recuperar y extender sus derechos sociales y políticos básicos. Al mismo tiempo el Medio Oriente como un todo
estaba entrando en un período de gran turbulencia, coincidiendo con el
surgimiento del “Tercer Mundo” como actor político. Las fuerzas de izquierda en la región le
dieron la bienvenida a esos cambios pero también elevaron preocupaciones. El movimiento trotskista internacional participó
en este debate por medio de un folleto escrito por uno de sus más destacados
activistas, Michel Pablo.
La obra de Pablo de 1958, La Revolución
Árabe, reflejó la perspectiva de la IV Internacional sobre la lucha
anti-colonial. La unidad nacional árabe
era una meta revolucionaria: debido a que las clases dominantes árabes sufrían
de “incapacidad orgánica” para lograrla, “la unidad de la nación árabe probará
históricamente ser el resultado exclusivo de la victoria de la revolución árabe
bajo liderazgo proletario en su etapa socialista.” El llamado a “un frente unido nacional anti-imperialista
que se reúna en torno a todas las clases” debe combinarse con “la inmisericorde
crítica ideológica de las inevitables limitaciones de la burguesía nacional, y
la no menos inevitable lucha de clases contra ella, con el fin de completar la
revolución democrático-burguesa y enfrentar las tareas socialistas.” 23
Se puso muy poca atención al asunto palestino
en el documento. Esto era común en una
época en que los palestinos, dispersos en diferentes países y fragmentados
internamente, parecían haber desaparecido de la escena. Con ellos también desapareció
(conceptualmente) el sionismo, dejando al imperialismo y a los reaccionarios
árabes como los grandes enemigos de las fuerzas revolucionarias. No sabemos si Jabra Nicola hizo alguna
contribución al documento, aunque sí mantuvo vínculos con la IV Internacional
durante ese período, y se unió al Comité Ejecutivo Internacional en el Congreso
Mundial de 1963. Cualquiera que haya
sido el papel que haya cumplido en sus resoluciones y posiciones no recibió
responsabilidad directa, aunque como personalidad principal de la región del
Medio Oriente es seguro asumir que fue responsable por la (más bien poca)
atención que recibió el tema. 24
Sin embargo, al mismo tiempo, su papel recibió mucha más atención en una
organización local. La contribución
teórica más sustancial jamás hecha por Jabra Nicola fue a través de su
participación en la Organización Socialista Israelí (OSI), formada en 1962, que
se hizo famosa por el nombre de su publicación mensual Matzpen (“Brújula” en
hebreo).
El Período de Matzpen
Habiendo saltado a la fama política en el
período posterior a la guerra de 1967, cinco años después de haber sido
formada, Matzpen reflejó a la perfección la crítica de la izquierda radical a
la ideología y prácticas sionistas. Sus
miembros fueron pocos en número pero su impacto fue grande. Fue la voz más clara contra la ocupación de
1967 y llamó a la restauración de los derechos de los palestinos en Israel, los
territorios ocupados y la diáspora. Su
voz era fresca y auténtica, libre de la engorrosa jerga al estilo
soviético. Sin embargo su base de apoyo
fue limitada y nunca supo moverse más allá de los márgenes políticos.
El enfoque inicial de Matzpen fue delineado
por sus orígenes en el Partido Comunista Israelí. Al igual que el Partido llamó al
“reconocimiento de los derechos nacionales de los dos pueblos de Eretz Israel:
judíos y árabes.” 25 Aseveró
que “La Cuestión Palestina” -todo el conjunto de relaciones entre judíos y
árabes en el país- no ha sido resuelta: “Israel y Jordania se dividieron entre
ellos el territorio que pertenece a los árabes de Palestina. Tanto la propiedad privada de los individuos
como la tierra natal de todo un país fueron despojadas de sus manos a la
fuerza. Pero el país no desapareció y
todavía existe.” Israel debe “abolir
inmediatamente el gobierno militar en Israel, declarar públicamente que está
listo para devolverle a los árabes de Palestina lo que se les quitó en 1948,
reconocer sus derechos como individuos y como nación, ayudarles a adquirir la
independencia política y a eliminar el yugo de Hussein -sólo una política
semejante puede salvar a Israel de la amenaza futura.” Un pacto entre los judíos israelíes y los
árabes de Palestina resolverá el conflicto y normalizará las relaciones de
Israel con los países árabes. 26
Esta posición ubicaba a Matzpen en la extrema
izquierda del espectro político israelí, pero no era muy diferente de la del
Partido Comunista, y no desafiaba la existencia del Estado de Israel o el
derecho de los judíos de Israel a la auto-determinación. Un crucial desafío ideológico planteado por
Matzpen, sin embargo, fue el creciente rechazo al sionismo. Desde su llamado inicial a mejorar las
relaciones entre Israel y los países árabes gradualmente se movió hacia una
crítica del sionismo. Redefinió el
choque entre los colonos judíos y los palestinos autóctonos como colonial en
esencia, e hizo un llamado a la “des-sionización” de Israel, es decir, que
dejara de ser un estado judío y cortara sus lazos con las instituciones y
políticas sionistas que apuntalaban el conflicto. Con ello el sionismo se volvía a asociar al
imperialismo como objetivo de la lucha revolucionaria.
La primera instancia en que el sionismo fue
definido como la fuente del problema, debido a su naturaleza colonial, fue en
un artículo que discutía el movimiento nacionalista árabe-palestino al-Ard,
que enfrentaba la persecución por parte de las autoridades israelíes. Matzpen argumentaba, por primera vez, que
Palestina confrontaba un colonialismo de un tipo especial, “el colonialismo del
movimiento sionista.” Mientras el
colonialismo en general explotaba el trabajo de la mayoría nativa, “el
movimiento colonizador sionista era diferente.
Su meta era el despojo de los residentes originarios con el fin de
establecer un estado judío. La meta del
colonialismo común era explotar las riquezas del país; la meta del colonialismo
sionista era el país mismo.” 27
En eso el movimiento sionista era diferente de otros movimientos
coloniales. Por lo tanto, “el conflicto
árabe-israelí no es en esencia un conflicto nacional … Primordialmente es una
lucha entre el movimiento colonial sionista, que buscaba y sigue desplazando a
los árabes de una parte cada vez mayor de Palestina, y el movimiento nacional árabe,
que trata de establecer el control soberano sobre todos los territorios
habitados por árabes.” 28
Este punto fue desarrollado en una declaración
de mayo de 1967, un mes antes de la guerra de 1967 y la ocupación
posterior: este “no fue un conflicto ordinario entre dos países,” ya que “el
estado de Israel es el resultado de la colonización de Palestina por parte del
movimiento sionista, a expensas del pueblo árabe y bajo los auspicios del
imperialismo.” La solución al conflicto
involucraba “la des-sionización de Israel,” que daría fin a la discriminación y
opresión sufrida por los ciudadanos árabes del estado, y al reconocimiento del
derecho de los refugiados a regresar o recibir una compensación. Al mismo tiempo “el reconocimiento del
derecho de la nación hebrea a la auto-determinación” era esencial pues llevaría
a la “integración de Israel como una unidad dentro de una unión económica y
política del Medio Oriente, sobre la base del socialismo.” La esperanza de una existencia segura en la
región le permitiría a los judíos de Israel liberarse del sionismo. 29
Desde la perspectiva de Matzpen la guerra y
ocupación de 1967 confirmó que “el sionismo es por naturaleza un movimiento de
colonización de los colonos,” que opera “a expensas de los árabes y contra los
árabes.” De manera única entre las
fuerzas políticas israelíes Matzpen vinculó la ocupación al dominio paulatino
de la ideología sionista dentro de Israel.
Lo que hacía falta era una revolución que transformara a Israel “de ser
un estado sionista, una herramienta para avanzar la colonización sionista … a
ser un estado que exprese los verdaderos intereses de las masas tanto judías
como árabes, un estado que pueda y sea integrado en una unión socialista del
Medio Oriente.” 30 Sólo una
lucha revolucionaria en toda la región contra los regímenes árabes existentes y
el régimen sionista en Israel pueden garantizar la verdadera cooperación entre
el pueblo de diferentes orígenes. 31
Esta transición, de considerar el conflicto
como de índole nacional a verlo como colonial en esencia, se llevó a cabo en
gran medida bajo la influencia de Jabra Nicola.
Él se unió a la organización casi un año después de fundada. Un poco más tarde también se unió un grupo de
activistas comunistas de Haifa, entre ellos su esposa, Aliza. En su declaración criticaron al Partido
Comunista, que los había expulsado, por su falta de democracia interna y su
rechazo a debatir sobre el tema de la reforma y la revolución, surgido a raíz
del conflicto sino-soviético de esa época.
No se mencionaron en la declaración asuntos relacionados directamente al
conflicto israelí-palestino. 32
Los artículos de Jabra Nicola durante aquel período tampoco tratan el
conflicto, y se enfocan en los acontecimientos en el Medio Oriente: Egipto,
Irak, etc. No existe evidencia directa
del papel jugado en la formación de la orientación teórica de la
organización. Y aun así sus colegas
aseveran que fue central.
Moshé Machover describió en una esquela el
impacto de Jabra Nicola:
Era mucho mayor que nosotros, los
fundadores de la organización, como 20-25 años.
Había vivido los 30 años previos de la historia del movimiento
revolucionario mundial sin contaminarse con el estalinismo. Recordó por experiencia personal cosas que
nosotros sólo conocíamos por la lectura de libros. En particular recordó el crucial período del
proceso colonizador sionista. Además, él
tenía precisamente lo que a nosotros nos hacía falta: una comprensión coherente
y detallada del proceso colonizador sionista y especialmente su impacto sobre
la sociedad árabe en Palestina.
Adquirimos de él una conceptualización más profunda y más completa de
Israel como materialización de la colonización sionista. Él también comprendía la Revolución Árabe
como un proceso indivisible. Las
posiciones de Matzpen en cuanto a estos asuntos fueron adoptadas principalmente
bajo su influencia. Algunos de sus
argumentos fueron aceptados inmediatamente, ya que parecieron razonables desde
el principio. Otros fueron aceptados al
final, tal vez con algunas modificaciones.
Por supuesto que no fue un proceso unilateral sino dialéctico. Sin embargo, su impacto es claramente visible
en todas nuestras declaraciones sobre el sionismo y el Oriente Árabe. 33
A lo largo de líneas similares Akiva Orr
definió la contribución de Jabra Nicola como “la expansión de la perspectiva
política desde un enfoque que se restringía a Palestina a un enfoque que
consideraba los problemas en Palestina como parte de los problemas del Oriente
Árabe en su totalidad.” 34
El nuevo enfoque desarrollado por Jabra Nicola
fue expuesto como “La Revolución Árabe” -un término ya usado en el documento de
Pablo- que no era socialista en esencia, aunque su dinámica se proyectaba hacia
una orientación socialista:
La unificación nacional es necesaria no
sólo porque los árabes del Mashreq (el Oriente Árabe) comparten una larga
historia común, un idioma y una herencia cultural. Es necesaria principalmente porque la actual
fragmentación política del Mashreq es un inmenso obstáculo en el camino del
desarrollo de las fuerzas productivas y facilita la explotación y el dominio
imperialista … Todos estos factores
históricos, culturales y económicos se reflejan fielmente en la conciencia de
las masas árabes en toda la región …
Pero la unificación nacional árabe es imposible sin una lucha por
derrocar el dominio imperialista que es la causa original de la actual
balcanización. Y una verdadera lucha
anti-imperialista significa al mismo tiempo una lucha contra las clases dominantes
en los países árabes. 35
Los palestinos juegan un papel estratégico en
esa lucha ya que necesitan desafiar el “viejo liderazgo de la clase media y de
los terratenientes del movimiento nacional árabe” y el nuevo liderazgo
“pequeño-burgués”, que han demostrado “una total incapacidad para resolver la
cuestión palestina.” Sólo “las masas
explotadas mismas, bajo el liderazgo de la clase trabajadora,” pueden resolver
sus problemas históricos, pero esto requiere “un factor subjetivo: una
organización política con una teoría y estrategia revolucionaria y de todos los
árabes.” La única forma en que el pueblo
árabe puede derrotar al sionismo es luchar contra sus aliados -el imperialismo
y los reaccionarios árabes- y “promover para sí una lucha más amplia por la
liberación política y social del Medio Oriente como un todo.” Una fórmula política restringida sólo a
Palestina está condenada al fracaso.
Sólo cuando las masas palestinas e israelíes entren “en una lucha conjunta
con las fuerzas revolucionarias del mundo árabe por la liberación nacional y
social de toda la región,” la lucha tendrá éxito. Y en cuanto a la participación de los judíos
israelíes (y demás no-árabes), sus derechos nacionales deben ser reconocidos. 36
Estas ideas fueron formuladas con más detalle
en un documento de 1972 titulado Tesis sobre la Revolución en el Oriente
Árabe. 37 En línea con la
tradición trotskista, la revolución en el Oriente Árabe es definida como
revolución permanente, en la cual inclusive las tareas nacionales y
democráticas -por no mencionar el socialismo- pueden lograrse sólo a través de
una campaña encabezada por la clase trabajadora apoyada por el campesinado
empobrecido. La falta de desarrollo de
una burguesía nacional urbana y el fracaso histórico de las clases dominantes
tradicionales y la nueva pequeña-burguesía orientada por el estado en ofrecer
una oposición sistemática al imperialismo, significa que “la lucha contra el
imperialismo -inseparable de todas las luchas democráticas- sólo puede ser una
lucha contra todas las clases dominantes y regímenes existentes en la
región.” Todas las campañas locales y
movilizaciones de masas deben estar “dirigidas por una estrategia
revolucionaria de todos los árabes apoyada directamente por una lucha de masas
a lo largo de toda la región … Esta
unidad estratégica de la revolución se corresponde con la tarea nacional más
general de la revolución: la unificación nacional árabe.” Esta tarea nacional, sin embargo, “no puede
emprenderse bajo la bandera del nacionalismo.”
Debe hacerse una distinción entre la búsqueda
progresista de la unificación nacional y la naturaleza reaccionaria de la
ideología nacionalista. Junto a la
realización de la unidad nacional la Revolución Árabe “debe reconocer y
defender los derechos de todas las nacionalidades no-árabes en el Oriente
Árabe.” Mientras las minorías oprimidas
por los árabes (como los kurdos) merecen un apoyo condicional, los judíos de
Israel son diferentes: “su existencia dentro de las fronteras de este estado es
el producto de una operación colonialista patriotera, llevada a cabo por medio
de la opresión y la expulsión de los palestinos de su país.” Aun así, se han vuelto una nación que se
distingue de los judíos de otras partes y de los árabes locales. Su actual expresión nacional es reaccionaria
y contra-revolucionaria, y la principal tarea es restaurar los derechos
nacionales de los palestinos, pero “el programa de la Revolución Árabe debe
incluir una cláusula sobre el derecho a la auto-determinación de los judíos
israelíes luego de la victoria de la revolución.” Con la victoria de la Revolución “los judíos
israelíes ya no constituirán una nación opresora sino una pequeña minoría
nacional en el Oriente Árabe. Así se
hace posible hablar de la igualdad entre las naciones y los derechos de cada
nación a la auto-determinación.” La
tarea de los activistas revolucionarios es demostrar que el único futuro seguro
para los judíos en Israel es abandonar el sionismo y unirse a la revolución
árabe.
Es crucial darse cuenta que la independencia
palestina no era la respuesta para Jabra Nicola: nunca existió un estado
palestino independiente y la lucha contra el sionismo y el imperialismo antes
de 1948 era parte de la lucha de todo el Oriente Árabe por la independencia y
la unificación nacional. El liderazgo
nacionalista pequeño-burgués palestino (OLP, Fatah) “fracasó en reconocer en la
teoría y en la práctica el alcance nacional (de todos los árabes) de la
revolución. Ellos separaron la lucha por
la “liberación de Palestina” de la lucha contra todos los regímenes
árabes.” Ese error los llevó a la
derrota. Negaron la dimensión regional
de la lucha, subordinaron la lucha de clases a la “unidad nacional” con los
regímenes árabes (pero no con las masas), y se enfocaron en las campañas militares. Todo esto hizo imposible “politizar a las
masas en los distintos países árabes y movilizarlas para la lucha
revolucionaria” en toda la región. Sólo
tal movilización puede combinar el rechazo absoluto de todas las instituciones
sionistas con el reconocimiento de los derechos nacionales de los judíos
israelíes. Esa era la única fórmula que
podía reclutar potencialmente a las masas judías para la causa revolucionaria.
Para la época en que se había escrito el
documento Matzpen se había dividido en dos facciones, que siguieron adhiriendo
la misma perspectiva global. Mucho del
trabajo publicado de Jabra Nicola fue escrito junto a Moshé Machover de la
facción de Tel Aviv, quien se mudó a Londres en 1968. La reubicación de Jabra Nicola a Londres en
1970, luego de la muerte de su esposa, facilitó su colaboración, y Machover
siguió el mismo análisis posteriormente.
Al mismo tiempo, debido a su orientación trotskista, Jabra Nicola se
afilió a la facción de Jerusalén, que se había unido a la IV Internacional en
1973. Esta facción llevó adelante un
enfoque sobre la Revolución Árabe, especialmente a través del debate continuo
de un documento destinado a proveer una perspectiva regional en nombre de “las
organizaciones que pertenecen a la IV Internacional en la región árabe.” 39 Debido a su enfermedad Jabra Nicola no
participó activamente en el debate y trabajo sobre el documento, completado en
1974, aunque su influencia sobre él quedó clara.
La Historia como Contexto
En esencia el análisis de Jabra Nicola no era
puramente político. Más bien fue un intento de aportar una visión sobre la
historia árabe a través del lente teórico marxista. Esta preocupación por la historia no era
nueva para él. 40 Él pasó los
últimos años de su vida trabajando en un manuscrito que buscaba aplicar el
concepto de Marx del modo de producción asiático al Oriente Árabe. Su foco se centraba en el papel histórico del
estado otomano en su bloqueo al surgimiento de una burguesía nacional
independiente, que pudo haberse embarcado en un programa nacionalista de
industrialización y modernización. Esa
clase fue la principal fuerza impulsora detrás del surgimiento de Europa como
dominador global, pero no tuvo su equivalente en el Medio Oriente. En cambio las clases dominantes tradicionales
combinaban la propiedad de la tierra con la actividad comercial para
enriquecerse, a expensas de las masas rurales y urbanas, frecuentemente en
colaboración, más que con la oposición, de las fuerzas europeas.
La sociedad árabe en el presente debe verse
contra un profundo trasfondo histórico de declive de las fuerzas y espíritus
productivos de investigación e innovación, que se remonta a finales del siglo
XV. La “edad media” del Oriente Árabe
comenzó justo cuando Europa se embarcaba en los procesos del Renacimiento, la
Ilustración y la Revolución Industrial.
La potencia otomana, la fuerza dominante en el Oriente Árabe por 400
años, reforzó la rigidez de las estructuras sociales tradicionales y aisló a la
región de las influencias progresistas que emanaban de Europa. Como resultado, cuando Europa comenzó a
intervenir en el Medio Oriente a finales del siglo XVIII, las instituciones
políticas y sociales regionales
no pudieron ni repeler la invasión del
capital y el comercio foráneos ni cumplir las urgentes exigencias para la
explotación de los recursos naturales y el desarrollo de las fuerzas de
producción … En el Oriente Árabe no
había ni una clase burguesa nativa que jugara el papel principal en el impulso
del desarrollo de las fuerzas productivas, ni un estado eficiente que
contuviera la marea de la invasión capitalista foránea y dirigiera el rumbo del
desarrollo económico. 41
Los intentos por reformar el estado otomano
para permitirle aguantar el ataque europeo se enfocó en fundar fuerzas
militares en vez de la economía: “esas reformas fueron superimpuestas a una
sociedad atrasada que carecía de los pre-requisitos básicos para el desarrollo
de la estructura socio-económica que permaneció como enclave insignificante en
una economía y una sociedad pre-capitalista.”
Esto distorsionó su desarrollo económico, deformó la estructura social,
y dañó las tradicionales instituciones culturales sin reemplazarlas por nuevas
y avanzadas: “la explotación capitalista fue impuesta sobre la opresión
tradicional.” Debido a que la
civilización burguesa occidental fue traída al Oriente Árabe “a punta de
pistola” se la asoció al saqueo y la agresión y dio origen al resentimiento
contra ella. El resultado fue una
sociedad “que perdió un viejo mundo sin conseguir uno nuevo, quedándose con las
peores características de ambos,” sufriendo una “crisis de desarrollo
asimétrico, distorsionado y deformado.”
Aunque el capitalismo como modo de producción
dominante inicialmente emergió en Europa, hubo muchos ejemplos de relaciones
capitalistas anteriores en otras sociedades en todo el globo. La cuestión fue que no evolucionaron hacia un
capitalismo plenamente desarrollado, como sí lo hicieron en Europa. El Oriente Árabe ha sido dominado por una variante
del modo de producción asiático, pero para entender los actuales desarrollos
allí debemos “descubrir qué características específicas de ese modo de
producción existieron realmente en la sociedad árabe tradicional, qué
influencias históricas externas tuvieron y aun tienen efecto sobre esa sociedad
y cómo esas fuerzas internas y externas interactuaron y aun interactúan.” Esa era la agenda del proyectado libro de
Jabra Nicola, el cual no pudo completar.
¿Cómo puede afectar este marco analítico
nuestro entendimiento del conflicto palestino-israelí? Entre otras cosas puede dirigir nuestra
atención hacia las relaciones sociales dentro de la sociedad árabe-palestina
(una parte de la región árabe dentro del Imperio Otomano) antes del inicio de
la colonización sionista, y cómo estas encaminaron las respuestas de las
diferentes fuerzas sociales hacia el sionismo; nos permitirá examinar los
vínculos entre estas realidades sociales y la organización y resistencia
autóctonas; explorar las conexiones entre la formación de clase y los procesos
estatales y de identidad; estudiar la búsqueda de la solidaridad árabe con el
pueblo palestino en su contexto social y diferenciar entre las respuestas de
las distintas clases; aportar una base para examinar las capacidades sociales y
políticas de los movimientos árabes y palestinos en sus campañas contra el
sionismo y el imperialismo, y por la unidad y el desarrollo; y explorar los
vínculos potenciales entre las fuerzas sociales árabes y judías a lo largo de
toda la separación étnico-nacional. Si
bien Jabra Nicola no vivió para proseguir estas exploraciones, otros que lo
siguieron avanzaron a su manera en estas metas científicas y políticas.
Conclusión
Es ilustrativo leer el siguiente recuento,
escrito por Tariq Ali treinta años después de la muerte de Jabra Nicola:
Jabra Nicola fue un palestino de origen
cristiano, que vivió en Haifa pero pasó sus últimos años de vida en el
exilio. Fue un fiel creyente en un
estado palestino binacional, en donde todos los ciudadanos tuvieran los mismos
derechos y que algún día formaran parte de una federación de repúblicas árabes
socialistas. Él no admitió discrepancias
a esta posición. No habían soluciones
intermedias, excepto para los oportunistas.
El nacionalismo era el problema, no la solución. ¿No hemos podido ver lo que el nacionalismo
judío le ha hecho a Palestina? La
respuesta no era responder con la misma moneda del nacionalismo de los
oprimidos, sino trascenderlo juntos.
Sonaba grande y utópico. Yo me
convencí fácilmente.
Lo ví por última vez a finales de los años
70 (del siglo XX) … Su hijo me había llamado y me dijo que su padre quería
verme urgentemente. Estaba lloviendo
cuando llegué al hospital Hammersmith al oeste de Londres. El viejo palestino yacía moribundo en el ala
geriátrica rodeado por otros pacientes que veían telenovelas. Debido a la sordera parcial de la mayoría de
ellos la bulla hacía difícil la conversación.
Tomó mi mano y la sostuvo firmemente.
Su fortaleza me sobresaltó.
“Quiero morir,” dijo en tono amargado.
“Ya no puedo hacer más.” Y luego
me soltó e hizo un gesto con su mano derecha, indicando el desprecio que sentía
hacia el mundo. ¿Quién podía
culparlo? Odiaba estar en el
hospital. Pensé en los naranjales, los
cielos azules y el Mar Mediterráneo que él había dejado atrás. Debió haber pensado lo mismo. Sostuve firmemente su mano, le dije que aun
se le necesitaba, que una nueva generación debía ser educada, tal como él una
vez nos había preparado, pero sacudió su cabeza furiosamente y volteó su
cara. No era un hombre sentimental y
creo que estaba molesto conmigo por fingir que él podía seguir viviendo. Murió unas pocas semanas después. Lo enterramos en un cementerio de
Londres. Otro entierro palestino lejos
de casa. 42
* Ran Greenstein es profesor asociado en el
Departamento de Sociología de la Universidad Witwatersrand, Johannesburgo,
Sudáfrica.
Notas
1
Citado en Jonathan Frankel, Profecía y Política: Socialismo,
Nacionalismo y los Judíos Rusos, 1862-1917 (Cambridge University Press,
1984), 129.
2 Tesis
sobre la Cuestión Nacional y Colonial, adoptadas por el II Congreso de la
Internacional Comunista.
3 Manifiesto
del Congreso de los Pueblos Orientales.
4
Walter Laqueur, La Unión Soviética y el Medio Oriente (Nueva
York: Praeger, 1959), 76-104; Joseph Berger-Barzilai, La Tragedia de la
Revolución Soviética (Tel Aviv: 'Am 'Oved, 1968, en hebreo), y Garay
Menicucci, “Glasnost, el Golpe y los Historiadores Arabistas Soviéticos”, Revista
Internacional de Estudios del Medio Oriente, 24, 4 (Noviembre 1992):
559-77.
5
Nahman List, “Tzadak Hakomintern...” Parte 4, Keshet, 24 (1964):
111-16 (en hebreo). Sobre un activista
árabe ganado para la causa de esta forma ver Salim Tamari, “Najati Sidqi
(1905-79): El Enigmático Bolchevique de Jerusalén,” Revista de Estudios
Palestinos, 32, 2 (invierno 2003): 79-94.
6 IV Congreso
de la Internacional Comunista, Tesis sobre la Cuestión Oriental, 5 de
diciembre de 1922.
7
Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (CEIC), “Resolución sobre
el Trabajo en Palestina,” 10 de mayo de 1923, en León Zehavi, Apartes o
Juntos: Judíos y Árabes en Palestina Según los Documentos de la Comintern,
1919-1943 (Jerusalén: Keter, 2005, en hebreo), 40-41.
8 CECI,
“Resolución en cuanto al Informe sobre el PCP,” 26 de Junio de 1926, en Zehavi,
Apartes o Juntos, 83-84.
9 Carta
del CECI al Comité Central del PCP, 16 de junio de 1928, en Zehavi, Apartes
o Juntos, 144.
10
Secretariado Político del CECI “Resolución sobre el Movimiento
Insurreccional en Arabestán,” 26 de noviembre de 1929, en Zehavi, Apartes o
Juntos, 203. Traducido al inglés en
Jane Degras, La Internacional Comunista 1919-1943, Documentos: Vol. III,
1929-1943 (Londres, Oxford University Press, 1960), 76-84.
11 Musa
Budeiri, El Partido Comunista de Palestina: Árabes y Judíos en la Lucha por
el Internacionalismo (Londres, Ithaca Press, 1979), 159.
12 Budeiri,
153.
13 Su
libro sobre el movimiento laboral fue referido por un historiador posterior
así: “Niqula fue un activista comunista veterano cuyo sondeo de la actividad
huelguista en Palestina denunció tanto al 'Histadrut sionista' como al
'oportunista' Michel Mitri (un líder laboral de Jaffa) por sus 'traiciones' a
los trabajadores. Sus recuentos de las
huelgas tienden a exagerar el papel jugado por el Sindicato de Trabajadores del
Transporte, una organización marginal controlada por el PCP”, en Zachari
Lockman, Camaradas y Enemigos: Trabajadores Árabes y Judíos en Palestina,
1906-1948 (Berkeley: University of California Press, 1996), 404. Dos sondeos escritos en 1947 sobre los árabes
de Palestina por “arabistas” judíos -Yosef Waschitz Los Árabes en Palestina
y Yaakov Shimoni Los Árabes de Palestina- mencionan su libro En el
Mundo Judío, como lo hace Michael Assaf en su libro de 1970 sobre las
relaciones judío-árabes en la Palestina pre-1948.
14
Bulus Farah, Del Régimen Otomano al Estado Hebreo (al-Nasira:
al-Sawt, 1985, edición en hebreo, 209), 60-62.
15
Shmuel Dotan, Rojos: El Partido Comunista en Palestina
(Kefar-Saba: Shebna Hasofer, 1991, en hebreo), 366-67: 417-18.
16 Tony
Cliff, Un Mundo por Ganar: La Vida de un Revolucionario. Las pocas imprecisiones sobre hechos reales
en este recuento no dejan lugar a dudas sobre el papel jugado por Cliff en la
“conversión” de Jabra Nicola: para entonces él había estado cercano a círculos
disidentes desde muchos antes.
17 Secretariado Internacional de la IV
Internacional (escrito por Ernst Mandel), “Borrador de Tesis sobre la Cuestión
Judía en la Actualidad,” enero de 1947, publicado en IV Internacional,
Vol. 9, N° 1, enero-febrero de 1948: 18-24.
Otros documentos de ese período que reflejan las posiciones de Trotsky
sobre el Medio Oriente están en http://www.marxists.org
18 Liga
Comunista Revolucionaria, “¡Contra la Partición!,” Kol Ham'amad (La Voz
de la Clase), 31, septiembre de 1947.
19 S.
Munier (seudónimo de Gabriel Baer), “El Sionismo y el Medio Oriente: Las
secuelas de la Guerra Judío-Árabe (Un Reporte desde Israel),” IV
Internacional, 10, 9, octubre de 1949: 277-283.
20
Sasson Somekh, “'Reconciliando Dos Grandes Amores', El Primer Encuentro
Literario Árabe-Israelí en Israel” Estudios de Israel, 4, 1 (1999): 10.
21
Somekh, 20.
22
Somekh, 10.
23
Michel Pablo, La Revolución Árabe, 1958.
24 Su
análisis sobre Egipto, Nasser y las perspectivas para el socialismo aparecieron
en la revista teórica de la IV Internacional bajo el nombre A. Sadi (Said),
como “'Socialismo Árabe' y el Movimiento Nacional Nasserista,” Revista
Internacional Socialista, 24, 2 (invierno de 1963).
25
“Existe una dirección,” Matzpen, 1, noviembre de 1962.
26 A.
Israelí, “Palestina”, Matzpen, 4,
febrero-marzo de 1963. Más explicaciones
sobre esta posición se hallan en A. Israelí, “Paz Árabe-Israelí, ¿Cómo?”, Matzpen, 11, septiembre-octubre de
1963 y Matzpen 12, noviembre de 1963.
27 S.
Meir, “Al-Ard y Nosotros,” Matzpen, 21,
agosto-septiembre de 1964.
28 S.
Meir, “La Raíz del Conflicto: Sionismo versus Nacionalismo Árabe,” Matzpen, 23, noviembre-diciembre de
1964.
29
Comité Central de la OSI, “Declaración sobre el conflicto árabe-israelí,
mayo de 1967,” en Matzpen, 36,
junio-julio de 1967.
30
“Abajo la Ocupación,” Declaración de la OSI, 1° de enero de 1969.
31 Una
colección de todos los documentos centrales de Matzpen se halla en Bober (ed),
El Otro Israel: El Caso Radical contra el Sionismo (Garden City, NY; Doubleday,
1972). Para un análisis reciente ver Ran
Greenstein, “Clase, Nación y Organización Política: La Izquierda Anti-sionista
en Israel/Palestina,” Historia del Trabajo y la Clase Obrera Internacional,
75 (primavera de 2009): 85-108.
32
Declaración en Matzpen 14, enero de 1964.
33
Moshé Machover, “Camarada Jabra Nicola, 1912-1974,” Matzpen 73,
marzo-abril de 1975.
34
Akiva Orr, “No fue un Maestro pero sí Aprendimos Mucho de Él,” Matzpen
73, marzo-abril de 1975.
35 A.
Said (Jabra Nicola) y Moshé Machover, “La Revolución Árabe y los Problemas
Nacionales en el Oriente Árabe,” Matzpen, 64, mayo-junio de 1972 (en
hebreo), La Internacional, verano de 1973 (en inglés).
36 A.
Said (Jabra Nicola) y M. Machover, “La Lucha en Palestina Debe Llevar a la
Revolución Árabe,” Black Dwarf (Duende Negro), 14 (19), 14 de junio de
1969.
37 A.
Said (Jabra Nicola), Tesis sobre la Revolución en el Oriente Árabe, 14 de
septiembre de 1972.
38 Ver
por ejemplo, Moshé Machover, “Israelíes y Palestinos: Conflicto y Resolución,”
conferencia anual de la Fundación Barry Amiel y Norman Melburn, 30 de noviembre
de 2006.
39 El
autor principal fue Gilbert Achcar (del Grupo Comunista Revolucionario del
Líbano). Su título es “La Revolución Árabe: Su Carácter,
Estado Presente y Perspectivas.”
40 Una
referencia a tal interés que se remonta a 1952 se halla en Bulus Farah, Del
Régimen Otomano al Estado Hebreo, 126-27.
41
Jabra Nicola, manuscrito inédito sobre la historia social y económica
del Oriente Árabe (Londres, 1974). Todas
las citas subsiguientes son de ese manuscrito.
42
Tariq Ali, El Choque de los Fundamentalismos: Cruzadas, Yihads y
Modernidad (Londres: Verso, 2004), 88-9.
La fecha del último encuentro es incorrecta, ya que Jabra Nicola murió
en 1974, luego de haber regresado a su casa desde el hospital. Además debe señalarse que Jabra Nicola no
apoyó un estado palestino binacional, o cualquier otro estado en realidad, pero
se enfocó en cambio en la necesidad de una unidad socialista regional que
trascendiera el nacionalismo.
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