The New York Times ( NYT), muy cercano a los Clinton, destapa que Jeb Bush, favorito a la candidatura presidencial del Partido Republicano, figura como “hispano” en su boleta de votante (http://goo.gl/tn0owb). La cadena Univisión, con alto rating en el mercado latino, califica a Jeb de “candidato hispano”.
Para NYT las credenciales de Jeb son “poderosas” para “atraer el voto hispano” cuando “habla español fluido. Su esposa Columba nació en México. Vivió en Venezuela (nota: anterior feudo de los Rockefeller y los Bush) durante dos años a sus 20 de edad, habiéndose compenetrado con su cultura”.
En su registro de voto de 2009, del departamento electoral del condado de Miami-Dade, en el rubro “raza/etnicidad” marcó “hispano”, lo cual Jeb Bush caracterizó en Twitter como un “error” (http://goo.gl/oTXuJe). De inmediato los demócratas se fueron a la yugular de Jeb para criticar su “error”.
Albert Morales –de evidente apellido “hispano”–, director del Comité Nacional Democrático Hispano, fulminó que Jeb “estaba fuera de tono con los latinos (sic)”, a grado tal que el Partido Demócrata en Florida sugirió que pudo haber cometido una “felonía” (nota: crimen mayor), aunque los expertos legales comentan que, si bien su intención era engañar al electorado, “es improbable que enfrente repercusiones legales”.
En Estados Unidos –a diferencia del “México neoliberal itamita”, donde no existe rigor ni seriedad en las identidades y aplicaciones de las boletas electorales, menos de las autoridades del IFE/INE que las manipulan, como el escandalazo del “robo” del software en la etapa aciaga del polémico Woldenberg Karakowsky y que luego apareció con el FBI (http://goo.gl/0otw1C)– un “error” a ese nivel puede poner en aprietos a quien sea: desde la senadora Elizabeth Warren, de Massachusetts, quien se definió erróneamente como “nativa (sic) estadunidense” con propósitos electoreros, hasta el polémico senador de origen cubano Ted Cruz, de Texas, quien ha tenido que explicar su nacimiento en Canadá.
Según Alan Rappeport, del NYT, la familia de Jeb –cuyo padre y hermano han sido presidentes dinásticos– “tiene fuertes lazos con la realeza (¡supersic!) de Gran Bretaña y de otros países europeos” y juzga que “una confusión sobre la herencia no es ninguna materia risible (sic) durante una campaña electoral”.
Rappeport busca encajonar a Jeb, el único que ha sido dos veces gobernador de Florida, para que indique en forma inequívoca si es –como el resto de su familia desde el controvertido senador Prescott Bush– aliado natural de la realeza británico/europea, lo cual define a un segmento de votantes WASP en EU (la quintaesencia del Partido Republicano), o es un “hispano” y guadalupano converso más vinculado a un amplio segmento electoral del Partido Demócrata. Esta sutileza no es menor.
Sucede que la Oficina del Censo de EU define en forma sui géneris al “hispano” como “etnia” –a diferencia de las razas “negra” y “asiática (http://goo.gl/JIXafq)”.
¿Dónde quedarán en tal clasificación, entre etnia y raza, los predominantes WASP: “blancos/ protestantes/ anglosajones?
Si los “hispanos” –de los cuales los mexicanos “brownies” constituyen 60 por ciento– son “etnia”, pues los WASP lo son todavía más con la mezcla racial anglosajona, la religión originaria cuáquero/calvinista y su distintivo color (la “carga para dominar del hombre blanco” de los “elegidos” providenciales).
Los “mexicanos” son menos pugnaces y racistas fundamentalistas que los WASP, a quienes glorificó Samuel Huntington en su último libro mexicanófobo (http://goo.gl/j2MA1Z).
La Enciclopedia Británica define como “etnia” a “un grupo social de la población que se coloca aparte y está ligada por lazos comunes de raza, lenguaje, nacionalidad o cultura”, mientras “raza” es la división de la especie humana “en grupos distintos con base en diferencias físicas y conductuales heredadas”.
¿Se avecina en EU un “choque de etnias”, más que de “civilizaciones” que subtiende, entre los decrecientes WASP y los ascendentes “hispanos”, según las proyecciones demográficas en los próximos 35 años (http://goo.gl/I2swOI)?
Entiendo que en términos legales, Jeb tiene derecho a la doble nacionalidad por su esposa guanajuatense y guadalupana que pudiera ser la primera dama mexicana de la historia de EU (http://goo.gl/cyg5lt ), si Hillary –otra dinastía clintoniana en formación– sucumbe a su escándalo epistolar (http://goo.gl/pSfaay).
Resulta que EU ha profundizado su nepotismo, con máscara de “democracia decimonónica” (http://goo.gl/527xqN).
Más allá del inevitable usufructo de los megaescándalos, de los que nadie se salva en el fariseísmo del nepotismo vigente, se perfilan dos estrategias opuestas: los demócratas en favor de medidas para contrarrestar el “cambio climático” frente a sus “negacionistas anticientíficos” republicanos, lubricados por la depredadora cuan omnipotente industria gasero/petrolera que se enfoca a capturar el voto “hispano” con Jeb y su esposa guanajuatense guadalupana con proclividad al contrabando de joyas onerosas.
La narrativa de Columba, con mayores virtudes que defectos –hija de un migrante que abandonó a su familia que se levantó con la cultura del esfuerzo– arrancará lágrimas latinas, más proclive a las telenovelas que a las intrigas palaciegas de House of Cards, que serán transmutadas en las urnas.
Más que el “cambio de etnia” de Jeb –convertido al catolicismo– es el “cambio climático” el que lo puede meter en serios apuros.
Si el Partido Republicano ostenta a los multimillonarios conservadores hermanos Koch (inversionistas de los hidrocarburos) como sus grandes donadores, los demócratas no se quedan atrás con el multimillonario Tom Steyer –quien hizo su fortuna con la especulación financierista– mediante su grupo NextGen Climate Action que arrecia sus trituradores ataques contra Jeb sobre su negacionismo respecto al cambio climático –tema que atrae a un amplio segmento de los jóvenes votantes (http://goo.gl/dxNG7N).
Steyer fustiga la política de avestruz de Jeb y su chascarrillo de “no soy científico”. ¡Se nota!
Un as bajo la manga de la también atribulada Hillary –sus correos electrónicos; su papel espurio en Bengazi y los donativos nada “democráticos” a la Fundación Clinton donde desde ahora preparan a Chelsea, como los Bush al joven “George III”– sería la selección como candidato a la vicepresidencia de “Bill” Richardson –hijo de madre mexicana vuelta a casar con el doctor Salvador Zubirán, fundador del Instituto Nacional de Nutrición– que competiría por la seducción del decisivo voto latino.
La presidencia de 2016 –que trasluce la nueva reconfiguración demográfica de EU a la que no se saben adaptar los superhalcones del Partido Republicano– se puede jugar bajo la sombra más tolerante de la mexicanidad.
Las lecciones para el “México eterno” –no el artificial y fugaz “México neoliberal itamita”– son que una verdadera política nacional es ya también transfronteriza, la cual no ha sabido ser usada por la entreguista y antimexicana kakistocracia (“el gobierno de los peores”) local para sacar ventajas aquende el río Bravo.
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