En la madrugada del 24 de marzo de 1976, las FFAA -con sus
tanques rodeando la Plaza- ingresaron en la Casa Rosada y tomaron el
poder inaugurando el golpe de Estado militar conocido como Proceso de
Reorganización Nacional. Las tapas de los diarios anunciaron la noticia
festivamente y promocionaron las nuevas medidas del gobierno: disolución
del Congreso y de los cargos políticos y declararon el Estado de Sitio.
Pero ¿cuál fue el verdadero objetivo del golpe?
Los hechos hablan por sí solos. Durante las primeras horas del golpe,
el ejército ocupó y militarizó cientos de fábricas a lo largo del país.
Ese mismo día se intervinieron más de quince sindicatos y se anuló el
derecho a huelga, prohibiendo cualquier tipo de actividad sindical o
política. Mientras que los empresarios dieron vía libre a la represión,
la burocracia sindical –fiel a su estilo- se encargó de marcar y
seleccionar a los blancos, con la colaboración de las agencias de
inteligencia militar y civil nucleados en la Comunidad Informativa.
Miles de activistas y dirigentes obreros fueron perseguidos, integrando
la lista de los 30.000 compañeros detenidos desaparecidos. Si bien la
izquierda trotskista padeció las amenazas, torturas, detenciones y
desapariciones de más de cien militantes, fue el peronismo de izquierda
quien sufrió el mayor número de bajas.
El golpe patronal tenía el objetivo de terminar con el período de
ascenso obrero abierto con el Cordobazo en mayo de 1969. Años después,
durante la etapa de desvío impulsada por el gobierno peronista de 1973 a
1976, las organizaciones obreras realizaron una experiencia política de
autoorganización que llevó a un triunfo histórico en las calles con la
Huelga General del 7 y 8 de julio del ’75, enfrentándose abiertamente al
peronismo por primera vez. No sólo se conformaron las Coordinadoras
fabriles (embriones de doble poder) que tuvieron peso, sobre todo, en
regiones fabriles como la zona norte del GBA, sino que también lograron
frenar el plan económico de ataque a la clase obrera de Celestino
Rodríguez –forzado a renunciar- y echaron del gobierno al organizador de
la Triple A, el “brujo” López Rega.
El miedo de los capitalistas a perder el control en las fábricas y de
ver perjudicadas sus ganancias los llevaron a utilizar la AAA y, más
tarde, pedir a gritos la intervención militar y terminar con la
indisciplina obrera a punta de pistola. A la cabeza estuvieron las
patronales de General Motors, Ledesma, Siderca, Astarsa, Ford, Mercedes
Benz, Acindar (que incluso les brindó a su presidente como el nuevo
ministro de economía: Martínez de Hoz), entre muchas otras más.
Este plan estuvo orquestado por el conjunto del régimen capitalista
argentino e impulsado por el imperialismo yanqui, al igual que en el
resto de Latinoamérica. No sólo son los militares y los empresarios
quiénes deben estar en el banquillo sino también los curas, jueces y
partidos patronales que no sólo apoyaron sino que intervinieron
activamente en el golpe. Tanto el radicalismo como el peronismo
brindaron cientos de funcionarios e intendentes que permitieron mantener
el orden y el control militar en las provincias. Incluso el Comité
Central del Partido Comunista apoyó el golpe mientras muchos de sus
militantes eran perseguidos y desaparecidos.
Pero el 24 no sólo expresa esta alianza golpista sino que también abrió
un período de resistencia clandestina con nuevos métodos de
organización. Con las fábricas militarizadas, los trabajadores se
reunían en los clubes de barrio u organizaban torneos de futbol donde
encontraban un espacio para intercambiar y discutir fuera de los duros
ámbitos de trabajo. Los sindicatos no intervenidos, por su parte,
callaron.
El 24 de marzo y la izquierda
La política de DDHH que el gobierno kirchnerista reivindica, se
derrumba frente a los propios acontecimientos: el genocida Milani
acumula cada vez más poder, los servicios de espionaje continúan
espiando a los trabajadores a través del Proyecto X, la alianza con el
Papa argentino – años atrás denunciado por el kirchnerismo por la
entrega de dos sacerdotes a la ESMA- y, aunque hablen de dictadura
cívico-militar, los K mantienen la convivencia política con la cúpula
empresarial, cómplice de la dictadura.
Son los organismos de derechos humanos independientes del gobierno y
los partidos de izquierda los únicos que se mantienen firmes, levantando
las banderas de juicio y castigo a los culpables y sumando, cada año,
los reclamos más sentidos de los trabajadores, las mujeres y el pueblo
como lo es la apertura de los archivos de aquella época. Por eso el 24
de marzo es parte de la tradición histórica y quiénes militamos en el
PTS marchamos con el Encuentro de Memoria, Verdad y Justicia.
http://www.pts.org.ar/24-M-El-golpe-patronal-y-la-tradicion-de-la-izquierda