Las brutales imágenes del atentado yihadista contra el semanario Charlie Hebdo en París sacudieron el pasado miércoles las conciencias de medio mundo. Los medios de comunicación, las principales fuerzas políticas y la mayor parte de la sociedad coincidieron en presentar la muerte de más de una decena de personas como un acto de barbarie contra un periódico, y en consonancia, contra la libertad de expresión.
El atentado perpetrado en Paris tiene su origen en 2006, cuando el semanario francés optó por reproducir las caricaturas de Mahoma que un año antes ya habían visto la luz en el periódico danésJyllands-Posten. En una de esas viñetas, el profeta vestía un turbante-bomba con la mecha encendida. Desde entonces, la sede de Charlie Hebdo había sido incendiada, sus periodistas habían recibido amenazas de muerte, y su director afrontaba los reproches de aquellos que defendían que el humor y la crítica no debían adentrarse en la religión.
Una postura que lamentablemente no sólo es patrimonio de los radicales islamistas. Sin ir más lejos, en los últimos años en España se han producido varios atentados, afortunadamente todos ellos fallidos, obra de grupos ultracatólicos que consideraron una obra de teatro, o una exposición fotográfica, como un ataque frontal a sus convicciones religiosas.
Atentado contra Leo Bassi
El primero en sufrir la intolerancia religiosa en nuestro país fue el humorista Leo Bassi. En marzo de 2006, a las 21:30 horas, un reaccionario colocó una bomba de fabricación casera junto a su camerino. El teatro Alfil de Madrid, que acogía el espectáculo de Bassi (La Revelación), tuvo que ser desalojado a toda prisa. Afortunadamente, el acto quedó en grado de tentativa pero la Policía y los Tedax advirtieron que el artefacto podía haber causado “innumerables destrozos”.
El primero en sufrir la intolerancia religiosa en nuestro país fue el humorista Leo Bassi. En marzo de 2006, a las 21:30 horas, un reaccionario colocó una bomba de fabricación casera junto a su camerino. El teatro Alfil de Madrid, que acogía el espectáculo de Bassi (La Revelación), tuvo que ser desalojado a toda prisa. Afortunadamente, el acto quedó en grado de tentativa pero la Policía y los Tedax advirtieron que el artefacto podía haber causado “innumerables destrozos”.
Antes de que colocaran una bomba junto a su camerino, Bassi ya había recibido numerosas amenazas de muerte por su “homenaje al laicismo” y sus “críticas a los fundamentalistas religiosos”. Tanto es así que el humorista incluso se vio obligado a llevar durante un tiempo guardaespaldas. Las pintadas en la fachada del teatro Alfil, en las que su nombre aparecía dentro de una diana bajo la leyenda de “Viva Cristo Rey”, también se convirtieron en un hecho cotidiano.
Desde entonces, Bassi ha afrontado un calvario judicial. El partido de extrema derecha Alternativa Española (AES) interpuso una querella contra la obra y pidió su retirada por considerar que su finalidad no era otra que la del “ataque a la religión y a los católicos”. En 2011, la Justicia también admitió a trámite una denuncia de Hazte Oír en la que acusaba a Bassi de haber cometido delitos “contra los sentimientos religiosos, injurias y calumnias” por haberse disfrazado de Papa, consagrar preservativos y repartirlos entre sus seguidores.
Bombas contra una exposición “inspirada por el diablo”
En febrero de 2012, los ultracatólicos también recurrieron a la violencia para impedir que la Fresh Gallery pudiese seguir a delante con la exposicion Obscenity, del prestigioso artista y fotógrafo canadiense Bruce LaBruce. Ubicada en el elitista barrio de Salamanca (Madrid), esta exposición contenía medio centenar de imágenes en las que la actriz Rossy de Palma, la cantante Alaska, o el actor Pablo Rivero -entre otras celebridades-, posaban con atuendos religiosos consiguiendo una mezcla realmente llamativa entre la religión y el erotismo.
En febrero de 2012, los ultracatólicos también recurrieron a la violencia para impedir que la Fresh Gallery pudiese seguir a delante con la exposicion Obscenity, del prestigioso artista y fotógrafo canadiense Bruce LaBruce. Ubicada en el elitista barrio de Salamanca (Madrid), esta exposición contenía medio centenar de imágenes en las que la actriz Rossy de Palma, la cantante Alaska, o el actor Pablo Rivero -entre otras celebridades-, posaban con atuendos religiosos consiguiendo una mezcla realmente llamativa entre la religión y el erotismo.
Horas antes de que se estrenase la exposición, y haciendo muestra de su intolerancia, unos desconocidos rompieron alrededor de las 14.35 horas una ventana de la galería para arrojar dentro tres cócteles molotov. Varios agentes de la policía acudieron de inmediato a la zona, donde retiraron las botellas repletas de pólvora, líquido inflamable y mechas. Afortunadamente ninguno de los artefactos explosivos llegó a explotar, pero la inauguración tuvo que ser suspendida.
Algo a lo que también contribuyeron el cerca de centenar de ultracatólicos que, horas después de que fueran arrojadas las bombas se concentraron frente a la galería para mostrar su desacuerdo con esta exposición artística. Convocados por Alternativa Española, los manifestantes rezaron un padre nuestro, lanzaron vivas a Cristo Rey y pidieron el cierre de una exposición que en su opinión, estaba “inspirada por el mismísimo diablo”. Muchos de ellos portaban carteles en los que se podía leer “Dios sí existe”, “respeto a lo sagrado”, o “basta de ofensas de gays y lesbianas”. Lo dicho: la intolerancia no sólo es patrimonio de los islamistas.